Hace muchos años que dejó el béisbol activo y han pasado unos cuantos ya desde que vive fuera de Cuba, pero cuando se menciona su nombre, de seguro muchos aficionados del pasatiempo nacional recordarán a quien fuera un destacado receptor en una época gloriosa de la pelota cubana y de Industriales: Juan Bravo.

Este notable pelotero que jugo también con Metropolitanos y con La Isla de La Juventud, coincidió en su época con algunos de los mejores lanzadores y receptores de la pelota cubana y de la capital, mientras guiaba detrás del home.

Juan Bravo fue también un gran entrenador, que un buen día se cansó por varias injusticias que vivió en su última etapa en la Isla, pues fue dejado fuera a última hora del cuerpo técnico de equipos nacionales, cuando ya le hacía ilusión ser coach de esos conjuntos. Las desilusiones lo empujaron a emigrar a Estados Unidos, en donde vive en la actualidad.

Sobre su glorioso pasado beisbolero, la vida en la Cuba de aquellos años, sus recuerdos de los equipos de la capital con los cuales jugó, Juan Bravo contó a Fernando Rodríguez Álvarez para su canal de YouTube Baseball & other Sports.

¿Cuándo comienzas a practicar béisbol?

Comienzo a la edad de nueve años, pero realmente no era beisbolista. Mi primer deporte fue el judo, con el profesor Ronaldo Veitía, en el Cotorro. De la pelota callejera teníamos equipo. Jugábamos pelota, pero no estaba todavía integrado al estadio. Vivíamos en un barrio de los que no eran muy buenos. En San Miguel del Padrón no se ven muchos barrios buenos. Había más problemas y broncas que fiesta y música.

Mi papá, guajiro de Santiago, nos puso en el judo. Hasta un día que le dije a mi papá que iba a empezar en la pelota y le dije que no quería ir al judo. Da la casualidad de que estaba mi tío Mayito, un pelotero que siempre quiso ver a alguien dentro de la familia en la Serie Nacional. Mi tío me ayudó en ese momento a que siguiera en el béisbol. Me papá cedió, pero fue bien difícil. Quería jugar left field, pero me pusieron en el right, por el brazo. Un buen día no vino el cácher y me dijeron que era el cácher. Ese día me puse los arreos y ahí comenzó mi carrera como cácher. Me enamoré de la posición enseguida.

 ¿Qué pasó después?

Como cácher antes no existían muchos entrenadores. Comencé bajo las riendas de Luis Silva y Onelio Abreu. La primera persona que me llevó a un estadio fue Antonio Díaz. La calidad del béisbol era nacional. Eso era muy importante. Llegabas a cualquier estadio y había, al menos, nueve guantes, bates, mascotas, mascotín zurdo y derecho. Se podía jugar pelota. Por donde quiera que pasaras, había un juego. Había muchos campeonatos, ferroviarios, azucareros. De esa masividad salían los peloteros. Hasta de la parte militar salían. Había un torneo nacional militar.

¿Cómo llegas a Industriales de la Serie 1979-1980?

Estaba en la EIDE Mártires de Barbados y no participé en los escolares en Camagüey. Me llaman entonces para el equipo de San Miguel en la provincial. Termina la provincial y hacen un equipo que se llamaba Cubanacán. Había dos selecciones. Mi rendimiento fue bueno y me llamaron a la preselección de Industriales y no lo quería creer. Me sentí contento. Dormí con el traje ese día, cuando dijeron que estaba en el equipo.

En esos tiempos el equipo Cuba era de 18, y eran prácticamente los mismos. No había hueco. No había equipo Cuba B, como hubo después. El béisbol nunca fue fácil en Cuba, hasta hace unos años atrás. En cualquier etapa.

¿Qué fue más difícil, llegar a Industriales o mantenerte?

Mantenerme. Estaba ubicado, pero me venían pisando los talones varios peloteros. Eso era lo que me hacía más fuerte. No me podía dejar quitar el guante por nadie. Siempre prestando mucha atención leyendo el juego. Tenía que valerme de cualquier cosa para poder mantenerme en esos equipos.

¿Cuándo crees que estabas ya en la mejor forma?

El 1985 fue importante. Me cambiaron de Industriales a Metropolitanos en el 1984. Ese año 1984 fue mi primera Selectiva. Fue mi primer viaje a Nicaragua. En el 1985 con Metropolitanos fui el cácher regular y fui a la selectiva y terminé jugando.  Después Medina empieza con que quiere retirarse y me vuelven a cambiar de Metropolitanos a Industriales, Medina no se fue y volví a ser segundo cácher de Industriales. Ya yo no era el regular como era con Metropolitanos. Me sentía ya establecido en los Metros, creciendo poco a poco. En el 88-89 es cuando vuelvo a jugar regular y son el campeón de bateo.

¿Qué pasó ese año? Fue el momento cumbre en tu carrera

Vas perfeccionando y vas utilizando tus fortalezas. Ese año estaba muy bien, pero en los playoffs, en el tercer juego de los playoffs, conecté un roletazo y me lesioné en primera. Eso me trajo serios problemas.

¿Por qué te preferían algunos lanzadores?

Según ellos, yo los ayudaba en cada picheo. Me gustaba estudiar a los jugadores más que la parte ofensiva. Me gustaba guiarlos. En aquel momento, el cácher era quien guiaba a los pícheres y muchas veces me salía bien la estrategia que hacía con ellos.

¿Qué pasó con tu carrera después de ser Campeón de Bateo, en tu mejor momento, qué no vas a la Selectiva de 1990?

Creo que es la primera oportunidad que voy a hablar de esto al aire, y a mí también eso me sorprendió tanto porque hoy que tú me estas preguntando yo no tengo una respuesta ni para ti ni para el público porque a mí no me dieron una respuesta concisa. Enseguida en el programa Deportivamente de esa época entraron las llamadas preguntando qué paso. Me llaman a mí para que un lunes me presentara en la Dirección Provincial de Deportes, que allí me iban a decir.

Luego de esperar dos horas llegaron: Bravo, venimos a decirte que, a partir del miércoles, usted se integra en los entrenamientos en la academia provincial, usted no ha tenido ningún tipo de problema, usted no tiene ningún tipo de indisciplina.  Usted solo que no se adapta al sistema de juego que llevará el equipo Ciudad Habana en esta próxima Serie Selectiva. Eso me dejó sin ánimo porque yo estaba esperando algo conciso aquel día porque a veces te tienen algo bajo la manga, una bronca, una discusión, un algo que sucedió en un juego y tú no recuerdas, y te lo sacan ese día porque estaba esa persona.

Sencillamente, comencé a practicar o entrenar otra vez en la Ciudad Deportiva, pero no se me quitaba de la cabeza. Incluso, me llegaron personas, que esto tampoco lo he dicho jamás, como incitándome a juegos ilícitos. Yo les decía que no quería saber nada de eso. A partir de ahí se me fueron quitando los deseos de seguir siendo el emprendedor que había sido hasta ese momento. Al próximo año jugué con los Metropolitanos, otra vez, participé en la Serie Selectiva y bateé 302 en la serie del 91.  

¿Qué pasó ahí? ¿Por qué para los Metros?

A mí no se me dio ninguna explicación y en aquellos tiempos no se pedía explicación, como la etapa que vino después que uno tenía derecho a reclamaciones. En el tiempo nuestro yo vi muy pocas reclamaciones, o te quedabas fuera, o te quedabas fuera.  

¿No hubo una famosa reunión en el Poder Popular cuando acabó la Serie Nacional 89-90 que tuvo que ver?

También, pero yo nunca pensé que eso podía influir. El problema es que no tengo ni idea de lo que sucedió ahí, porque yo fui al otro día, porque para mí la reunión era al otro día, mira. Cuando llego y pregunto en la carpeta, me dicen que la reunión fue el día antes. Si me hubieran dicho que no estaba en el equipo porque no participé en esa reunión, también hubiera estado hoy feliz porque todavía yo no sé que pudiera haber pasado.

¿Y no crees que fue porque estuviste ausente a esa reunión?

Estoy convencido que fue por eso ya. Estoy convencido, porque no había otra. Lo peor de todo es que quedaron campeones,

¿Fueron sentimientos mezclados?

Sentimientos mezclados, porque en los equipos que yo había integrado anteriormente, estuvimos siempre coqueteando con la corona esa tan codiciada desde el 86 que Marquetti dio el jonrón que la capital. Siempre segundo lugar, perdíamos con Las Villas, perdimos con Pinar. A veces ganando el último juego no éramos campeones, ese sabor lo tenía cerquita. Cuando ese equipo Ciudad Habana ganó en el 90 también fue un duro golpe porque ya sabía que era el comienzo de mi final.

¿Qué pasó qué con 29 años ya no fuiste de Industriales, tampoco de Metropolitanos y terminaste en la Isla?

Me dejaron fuera sencillamente así, y como te dije la vez anterior, no fui a reclamar nada. Lo que hice fue a ponerme iracundo conmigo, me encerré en un cuarto ofuscado y dije no juego más pelota y en aquel momento dije más cosas. Hice un manicomio particular en el cuarto aquel.

 ¿Cómo saliste del bache ese?

Gracias a un gran hermano mío, Rafael Gómez Mena. Desde años anteriores estábamos escuchando que había la posibilidad de aumentarle el sueldo o hacer algo para que los peloteros se sintieran más cómodos. Imagínate, ganábamos o nos daban una dieta que no era por juegos, era por días de juegos, pero es que el domingo jugamos doble juego, o sea la dieta, era 15 pesos. Jugábamos seis juegos, pero nos pagaban cinco días, y ya se venía hablando de hacer algo con los peloteros, porque nosotros dependíamos de la institución que te quisiera o algún municipio que te pagara 250 pesos, por ejemplo, lo que te pudieran pagar.

¿Dónde estabas emplantillado tú?

En ese momento, cuando quedas fuera de la Serie, ya cuando tu quedas emplantillado te sacaban de la plantilla y eso era lo que me pasó a mí.

¿Dónde tú estabas?

Estaba en la Empresa de Camiones, una base de camiones, la base Occidental. Me sacaron de ahí y el profesor Rafael Milanés me consiguió un trabajito de 148 pesos. De 250 que yo ganaba a pasar a eso, fue mortal, al extremo que dejé ese trabajo y me puse a trabajar en un agro, con expeloteros de allá, en San Miguel del Padrón.

Ya se vivía el periodo especial

Por eso fui y me quedé en el agro. Pero Rafael me dice que habló en la Isla de la Juventud para que fuera para allá. “Dale, que te están esperando”, me dijo. “Rafa, yo no quiero saber nada de pelota, incluso, ya boté los papeles”, el digo. “Pues mira, lo que nosotros habíamos hablado de subir el dinero a los peloteros ya se está hablando, pero hay que tener quince series nacionales. Tú tienes 13 dale, ve para la Isla que te están esperando. Llama a este teléfono”, me expresa.

Ese mismo año fue el equipo de la Isla perdedor, pero al siguiente año creamos una pandillita como le decíamos ahí, con Alexander Ramos, Raúl Ajete, Felipe Gálvez, y tuve el buen momento de recibirles juntos a Liván Hernández en su primer año, Ariel Prieto, Carlos Llanes. Estuvimos casi hasta la última semana acechando a Pinar del Río, pues en aquel tiempo clasificaba solo un equipo por grupo. Después ellos nos ganaron, ese fue el punto de partida de lo que hoy está recogiendo Isla de la Juventud. Independientemente de que esta Serie no ha estado bien, pero la Isla hasta discutió campeonato y todo comenzó en esa serie 93-94.

Mejores amigos en la pelota

Tengo la suerte de tener muchísimas personas que sienten lo que yo siento. Hay dos que no sé cuál de los dos decirte primero, los conocí en etapas diferentes y no quisiera que ninguno fuera primero que el otro: Rolando Verde y Rafael Gómez Mena. Verde llegó a la pelota en mi segundo año y a partir de ahí éramos compañeros de cuarto, éramos familia, todo; incluso, ese año, Verde fue novato del año.

Después llega Rafaelito y al principio nos llevábamos bien, pero a medida que fue pasando el tiempo y los cambios de equipos de Industriales para Metropolitanos fue edificándose esta hermandad que te estoy diciendo. ¿Y dónde fue más fuerte? Cuando comienzan a pensar a elevarle el nivel a los atletas, específicamente en el béisbol eso se llevó a cabo muy bien, y comenzaron a impartir cursos, bueno Rafaelito y yo pasamos todos, todos los cursos que dieron en la Serie Nacional juntos. Comenzaban 25 o 30, terminábamos dos, Rafael Gómez Mena y yo. Te digo cosas como cursos de máquinas industriales, Metrología, control de la calidad, y también alcanzar el 12 grado: todo eso lo pasamos nosotros.

Compañeros de equipo para jugar un juego

Picheando Gómez Mena, con Lázaro Vargas en tercera; Rolando Verde en el short, pero el problema en segunda, con Juan Padilla y Rey Anglada, pero los pongo a los dos. Bueno, me quedo con Padilla y Agustín Marquetti en primera. Pícher zurdo, Pablo Miguel Abreu; jardinero izquierdo, Antonio Sarduy; center, con Javier Méndez, y en el derecho, Luis Delfino García; designado, Luis Daniel Pérez; relevista, Euclides Rojas. Tuve buenos mánager, pero hice buena química con Pedro Chávez.  

Estadio en que te gustaba jugar

En el Latinoamericano. Pero también nos gustaba jugar en Santiago, porque aquella pugna dentro del terreno y por los aficionados. Te sentías bien por el ambiente de Santiago de Cuba, con la conga aquella que no paraba. No por gusto era el evento más grande que se podía celebrar en nuestro país.

¿Cómo ha sido tu tiempo en Estados Unidos?

Llevo cuatro años y medio. Entré en 2016. En la actualidad, trabajo en el centro de béisbol Mar Mérida Training Center, que atiende niños y niñas de todas edades. Trabajamos de una de la tarde a nueve de la noche. También en las mañanas aparecen niños para que uno le imparta sus clases privadas. Me siento muy bien ahí.

¿Satisfecho con tu carrera como atleta y entrenador?

En lo que me he sentido mal, muy triste, incluso más que cuando jugaba, fue como entrenador. En el 2010, con Industriales, quedamos campeones. Yo me estaba preparando para irme con el equipo Cuba B, para Holanda. De repente, una mañana, en un programa de Radio Rebelde en el cual iban a dar el equipo en su totalidad, me cambian a mí y al subcampeón, que era Amado Zamora, coach de primera de Villa Clara ese año. Nos cambian por el coach de Cienfuegos y Guantánamo, específicamente Germán Mesa, me dice que le habían dicho que había darle un estímulo al tercer y cuarto lugar. No estoy en contra de que a todo el que se lo merezca lo estimulen, pero estoy en contra de que el campeón fui yo y lo que no debía haber sucedido, fue lo que sucedió. Me fui para mi casa y nadie me visitó.

También esta, fue quizá la que provocó que yo esté en Estados Unidos. Anuncian que va un equipo de MLB a Cuba, Tampa Bay, en 2016. Dan a conocer la preselección y supuestamente era Javier Méndez quien iba a dirigir ese quipo, porque lo pusieron de jefe de grupo, pero lo que sí dieron por hecho fueron los coach, Mario Vega y Juan Bravo. Qué evento podía ser mayor que ese. Con gran deseo entrenamos nosotros, con gusto entrenaron esos muchachos. Todo fluyó de lo mejor. Un día, en San José de las Lajas, a horas del juego, luego de haber hecho un esfuerzo grandísimo, de repente, entra Víctor Mesa y dice que la dirección del equipo cambió. Me dicen que voy para Canadá, y un torneo en Estados Unidos. Me fui. Me fui tan mal, que fui a parar a la entrada de Güines, caminando.

Cuando llegué a mi casa me acosté. Cuando pasaba algo, no hacía participe a nadie de la situación. Pero aparecen Javier Méndez y Enrique Díaz a darme ánimo, a decirme que había que continuar. Les acepté lo que me dijeron, pero al otro día fui a hablar con la directiva para decirles que quería ser liberado de todo el sistema deportivo cubano.

Comenzaron las gestiones para partir a Estados Unidos. Mi hermano es ciudadano, él llevaba muchos años diciéndome que estaba a tiempo todavía. Hasta que llegó ese gran día en que llegué. Los dolores de cabeza aquellos uno no se los desea a nadie, porque son momentos difíciles, inesperados. Uno tenía su idea, su ilusión, con ser coach del Cuba, que me lo había ganado por derecho propio, y después lo que significaba ese espectáculo, esa visita (de Obama). Hoy uno lo ve y lo relega a un segundo plano. Esos son los momentos más agrios que he pasado dentro de la dirección.

¿Cómo quieres que te recuerden?

Como aquel luchador, emprendedor, como decimos dentro del argot beisbolero, que nunca se dio por vencido. Como el hombre que los muchachos escuchan, como un educador, un maestro.

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