Han pasado algunos años desde que Alexander Ramos, el “hombre de hierro” del béisbol cubano, dejó de conectar imparables, remolcar carreras y regalar alegrías al pueblo de la Isla de la Juventud.

Sin embargo, aún el “Niño”, como le conocen muchos, se impone en no pocos debates de grada cuando de los mejores segundas bases de Cuba se habla, en una posición que ha tenido muchas luminarias.

Como quien no consigue separarse de su primer y gran amor, hoy se mantiene ligado al béisbol, y transmite a las nuevas generaciones las experiencias que por más de 18 temporadas fue guardando, alguien que conoce de cerca la constancia, el sacrificio, la entrega y el éxito.

Incansable como en aquellos años en que logró hilvanar 1112 juegos consecutivos sin dejar de luchar junto a su equipo, y con la paciencia que le ayudó a conectar más de 2000 imparables en Series Nacionales, el mítico número 30 de La Isla accedió a un turno al bate para Play-Off Magazine.

¿Cómo fueron los inicios de Alexander Ramos?

Comencé en el béisbol a la edad de siete años, en el terreno que se le conoce como el Bambú, con los entrenadores, ya fallecidos, Cecilio Soto y José Pérez Pérez. Desde niño siempre me gustó el béisbol, estudiaba en la escuela primaria Vietnam Heroico, pero iba y entrenaba al Bambú. Después de terminar la primaria, pasé para la EIDE, donde me mantuve con José Pérez como entrenador y allí también trabajó conmigo José Velázquez.

¿Cómo fue su paso por la pirámide del alto rendimiento, las primeras categorías y cómo llegó a jugar con la Isla de la Juventud?

Participé en dos Juegos Escolares de la categoría 13-14 años y luego en la juvenil, en la cual tomé parte en cuatro campeonatos nacionales. Luego de terminar mis estudios en la EIDE, pasé a la Escuela de Profesores de Educación Física (EPEF) de Pinar del Río, pero como los campeonatos eran en las vacaciones, venía y representaba a la Isla.

Al terminar mis estudios vine definitivo para la Isla de la Juventud y comencé mi carrera en las Series Nacionales en el año 1987 bajo la dirección de Juan “Charles” Díaz, el primer director con el que tuve la posibilidad de jugar. En esa serie fui elegido como novato del año.

El paso por la pirámide fue importante en mi formación, pues tuve buenos entrenadores que me ayudaron mucho y de los cuales aprendí. Siempre me desempeñé en la segunda base, aunque al llegar a la preselección del equipo de la Isla tuve incursiones en el short stop, pero terminé por asentarme en la segunda, en donde posteriormente hice toda mi carrera.

¿Cuáles consideras tus logros más sobresalientes?

Mis números fueron bastante buenos, al menos para mí. Logré batear sobre 300 de average en 18 series nacionales con más de 5 000 veces al bate. Gracias a esto, pude integrar la segunda selección de Cuba en más de 15 ocasiones, aunque el principal equipo lo hice una sola vez, para los Juegos Panamericanos del 2003 en Santo Domingo.

Bateaste más de 100 hits en múltiples ocasiones, una cifra difícil, pero al parecer a ti se te hizo fácil. ¿Cómo lo lograbas?

Conecté 100 hits o una cantidad superior en más de diez ocasiones, es complicado de lograr. Lo más difícil de hacer en cualquier béisbol es batear, y en los años en que yo jugué, había un nivel mucho más alto.

Descifrar un lanzamiento a más de 90 millas en cuestión de segundos lleva mucha concentración; luego, se trata de pegarle bien a la bola y correr: es necesario hacer bien varias cosas para conectar un hit y, además, que los jugadores a la defensa no consigan impedirlo.

Por eso admiro tanto hoy a quienes logran el centenar de imparables, pues es algo que viví. Como me costó mucho sacrificio, sé lo que se siente cuando se alcanza.

¿Cómo hacía en su día a día para entrenar?

Siempre le di mucha importancia al descanso. Ser pelotero en Cuba exige un gran sacrificio porque solo se juega de día y el sol castiga mucho. Por ejemplo, el equipo nuestro, La Isla, es uno de los que más se maltrata a nivel nacional por la situación geográfica que tenemos.

Además de los partidos diurnos, el viaje por mar es sumamente agotador y debía prepararme bien, tanto en lo físico como en lo técnico-táctico para tener buenos resultados.

¿Cuáles fueron los principales obstáculos que enfrentó en el ejercicio de su carrera?

Estaban las condiciones materiales y de infraestructura, por ejemplo. Nosotros dormíamos en los estadios y al terminar de jugar había que darse un baño con agua fría, algo que no favorecía al descanso tan necesario.

En esta época, los peloteros tienen casi todas las condiciones: se bañan con agua caliente; duermen en hoteles; el uniforme es mucho mejor y los spikes también. Eso nos limitó mucho a nosotros, pues la calidad de los spikes, en aquellos años, no era buena y nos dificultaba perfeccionar la técnica.

De igual forma, los implementos no tenían la mejor calidad, sobre todo los bates. Esos aspectos se han ido mejorando poco a poco, pero en los años en que jugué fueron algunas de las dificultades que tuve.

Después de su fructífera carrera como atleta, ahora transmite sus conocimientos como entrenador. ¿Cómo afrontas esa nueva experiencia?

Considero que el entrenador, ante todo, debe ser ejemplo: el atleta tiene que verte como un patrón, alguien que va a trabajar con él para hacerlo mejorar cada día. El entrenador cumple un rol muy importante para el atleta y, sobre todo, su papel motivador.

La motivación es un elemento clave para trabajar con el jugador. No es solo lanzarle para que batee, o darle un volumen de conexiones para ejercitar la defensa, el entrenador tiene que velar mucho por el perfeccionamiento de la técnica, trazarle metas al atleta y ser parte del trabajo para alcanzarlas, pero considero a la motivación como un aspecto fundamental en esta labor.

¿Cuál fue el momento más feliz y el más triste de su carrera?

El más feliz fue el que viví con mi equipo de La Isla cuando alcanzamos el tercer lugar en la Serie 38. También, pude vivir el segundo lugar de la temporada 54 como entrenador, pero el bronce fue como atleta, y disfruté mucho ser parte de aquella hazaña.

Mejor sabor me dejó ese tercer puesto porque era titular del equipo en un playoff muy duro. Primero, derrotamos a Pinar del Río, favorito sobre nosotros, y luego, llegamos al séptimo juego ante Industriales, en un duelo en que tampoco nos daban ganadores y casi lo conseguimos.

El subcampeonato igual lo disfruté, también fui parte, pero como entrenador y en ese rol se aporta un 30 por ciento, la otra parte, el otro 70, corre por cuenta de los atletas, por eso te digo que, aunque fue un tercer lugar, lo disfruté más que el segundo.

La parte más triste fue, cuando tuve que jugar mientras mi madre estaba ingresada en terapia. Fue una semana viajando a La Habana a defender la camiseta de mi equipo y regresando día por día, hasta que ella falleció. Son momentos difíciles y no se olvidan, porque estaba el amor al deporte, pero tenía a mi madre enferma en una cama: fue lo más difícil.

Háblanos de otra de tus hazañas, el récord de juegos jugados de manera ininterrumpida.

Es un récord bastante difícil, tienes que jugar enfermo, se necesita coraje, valentía, superar lesiones, pero lo más importante es rendir: sin un buen rendimiento puedes ir al banco, pues ningún director tiene a un atleta como titular por un récord, todos los peloteros quieren jugar diario.

Sobre ese récord hay varias anécdotas. En una ocasión, con Juan Padilla, tuve un choque y me fracturé un dedo. Entonces, fue necesario ponerme un yeso, en plena postemporada si dejaba de jugar no aportaba al equipo y perdería mi cadena de juegos consecutivos. Estuve varios días quitando el yeso antes del partido y luego colocándolo al terminar.

Coincidiste con grandes jugadores en tu posición y el equipo Cuba te fue esquivo.  ¿Consideras que se fue injusto contigo a la hora de integrar la selección nacional?

Sí, pienso que sí. Es cierto que fue una época dura, había una calidad tremenda y hoy en día es muy fácil integrar el principal equipo de Cuba. En aquellos años, desde Pinar del Río hasta Guantánamo, había al menos un jugador establecido y con buen rendimiento en cada posición.

La segunda base era caliente, por aquellos años, estaban Antonio Pacheco, Juan Padilla, Oscar Macías, Yobal Dueñas: todos eran excelentes jugadores. Quizá no para discutirle la titularidad a Pacheco, pero sí creo que fueron injustos en no llevarme al principal equipo más veces.

Yo jamás me rendí, y cada año me esforzaba más, llegué a batear 400 y aun así no me llevaban. Siempre me tocaba el Cuba B y como ya te mencioné, en solo una ocasión recibí el premio del principal equipo, que pienso merecí más. 

¿Por qué te retiraste?

Me retiré a los 34 años, pues ya las lesiones me estaban dificultando rendir. De 18 temporadas, bateé en 16 sobre 300 y en dos sobre 400: en la última, pasé trabajo para terminar en 340 por problemas con una de mis rodillas. Cuando tenía 200 turnos al bate estaba en 217 y me costó mucho levantar para sobrepasar los 300.

No quería irme del béisbol sin hacer aquello a lo que acostumbré a los aficionados: prefería dejarles una buena imagen y entonces tomé la decisión.

¿Qué pasó con su vida después del retiro?

Después de mi retiro, en 2005, me dediqué al trabajo como entrenador aquí, y ya en el 2007, comencé a integrar equipos nacionales en este rol, inicialmente en la selección que asistía a los torneos de Rotterdam en Holanda.

En esta labor me he mantenido, alternándola con contratos en Italia. Actualmente, formo parte del equipo nacional de coach de primera base y de igual modo, asumo labores como técnico en esa nación.

¿Cómo llega a Italia? ¿Cómo es su trabajo allá?

A Italia llego por un contrato gracias a Cuba Deportes en el 2008. Allá se trabaja con las diferentes categorías, como 11-12, 15 años, sub-18 y la categoría de mayores. Desde ese año he tenido varias incursiones en esa Liga.

El béisbol no tiene la misma calidad de Cuba, pero es bastante organizado. Ellos tienen muchos conocimientos, se preparan muy bien con diseños similares a los de Grandes Ligas, leen mucho y entonces, para mí también es una fuente de conocimiento, además de aportar mis experiencias.

¿Qué diferencias ves entre aquel béisbol y este?

La diferencia es que la calidad de aquí es mejor, pero allá los jugadores trabajan y tienen que ir a entrenar después, cosa que en Cuba no sucede. Aquí se dedica uno totalmente al béisbol, allá, trabajar y jugar exige un esfuerzo mayor, pero también participan peloteros de Dominicana, norteamericanos, venezolanos, puertorriqueños. La liga de ellos es abierta y pueden intervenir peloteros de otras naciones, que esa es otra diferencia importante con respecto a la Serie Nacional.

¿Puede ser Europa un escenario propicio para peloteros cubanos?

Allí la primera liga de ellos, la Serie A, tiene bastante nivel. Pienso que más allá de que Cuba supera esa competición en calidad, es una experiencia diferente y de lo diferente siempre se puede aprender.

¿Qué piensa de la política de contratación del Inder? ¿Le hubiera gustado vivir estos años?

Es una excelente decisión, una gran oportunidad para nuestros atletas de mejorar económicamente. En alguna medida, esto pudiera evitar el desmedido número de peloteros que abandonan el país. Sería muy bueno extenderla a todos los jugadores, o al menos, a la mayoría.

En lo personal, sí, me hubiera gustado tener esta posibilidad cuando fui atleta, pero estoy feliz igual por nuestros muchachos de hoy, porque puedan disfrutar y demostrar en ligas foráneas su talento y con lo que sean capaces de lograr, mejorar su vida y la de su familia.

¿En algún momento pensó en emigrar? ¿Por qué no lo hizo?

No, siempre pensé en jugar y vivir aquí; siempre tuve en mente mi familia y mi futuro con mi gente en la Isla.

¿Le hubiera gustado jugar en la MLB?

Como todo sueño, hubiera querido un acuerdo entre Cuba y la MLB en mi época. Para nadie es un secreto que ese es el mejor béisbol del mundo y sí, me hubiera gustado probarme allí, lamentablemente, no pasó.

¿Qué piensa de tener un equipo unificado?

Sería una buena idea, tenemos varios ejemplos como República Dominicana, que tienen jugadores en Grandes Ligas y también llevan con orgullo el nombre de su país en algunos eventos: no sería una mala decisión concretarlo.

Pienso que se debe llegar a un acuerdo y tener un equipo unificado, pongo a Dominicana como ejemplo, pero la mayoría de las países lo hacen y me parece acertado para Cuba, para que podamos volver a tener una selección competitiva capaz de ganar torneos como antes, cuando la afición disfrutaba mucho con los triunfos del Cuba.

¿Qué piensa usted de que no transmitan los juegos de la MLB por la televisión cubana?

Eso es algo que hace falta, considero que debería retomarse. No sé si las posibilidades permiten que sea en vivo, pero no de ser así, al menos diferido. Las Grandes Ligas tienen el béisbol de mejor calidad en el mundo y ver esos partidos nos permite aprender.

A los muchachos les gusta y de ese modo se apropian mejor de los conocimientos, no sólo de la MLB, sino también la de Japón, Dominicana, Venezuela: no podemos pensar en que si sale tal pelotero no se puede poner. Consumir esas ligas de tanta calidad nos ayudaría a elevar el nivel y considero que esa debe ser la prioridad.

¿Es feliz? ¿Se siente olvidado después de los años?

Me he dado mucho a querer aquí en mi territorio, en el país y en dondequiera que llego. En la Isla, las autoridades me quieren. El INDER y la dirección del territorio tienen atenciones conmigo y me siento bien por esa parte.

De ese aspecto no tengo quejas, pues hasta donde pueden me ayudan y me regocija esa actitud, aunque muchas cosas hacen falta, pues no todo es material: un abrazo, un saludo, una muestra de cariño son cosas que también lo llenan a uno de satisfacción y también las recibo.

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Imagen cortesía de Alexis Rúa
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