El basquetbolista cubano Reynaldo García Zamora se sienta en la silla de invitados de Play-Off TV. Nacido en el corazón de La Habana, su amor por el básquet comenzó viendo a su padre jugar en la esquina.

Mientras este pasaba las tardes compitiendo a lo que en las calles se le llama “guerrilla”, en un improvisado aro en la intersección de 25 y 10, Vedado, Reycito, desde cerca, observaba y así fue como comenzó su matrimonio con la bola naranja. Como todo niño activo encontró su refugio en el deporte. Su paso por las categorías inferiores lo fue formando como atleta y como persona.

Ya hecho un jugador maduro, con un amplio recorrido en ligas internacionales, Reynaldo García nos habla de su aventura por Japón, el regreso a la selección nacional y su carrera en general.

¿Cómo ha avanzado el proceso de vuelta a la selección?

Ha habido muchas trabas. Hace un tiempo tenía la expectativa de venir, jugar. Después se dio la oportunidad de ir a Japón y fue un año complicado, emocionalmente más que nada, no el deporte. Se habló, se ha avanzado algo, pero la realidad es que los papeles no han salido todavía, y ahora llegué más tarde de lo que se suponía que tenía que llegar porque la liga es más larga y ya no hay tiempo para hacerlos.

¿Al menos podrías estar para la ventana premundialista que empezaría en septiembre?

Exacto, trataré de jugar ese torneo. Quedamos para más adelante.

Este año pasaste mucho en lo emocional, en un país que no conocías

Fue muy complicado. Primero, llego a un país que no conozco, un idioma complicado, una sociedad totalmente diferente. Tenía en mi equipo personas que hablaban español. Al principio, con mi entrenador, la química no fue la mejor y fueron muchos problemas. Emocionalmente, no me sentía bien, no tenía mucha comunicación con mi familia, porque los horarios no coincidían mucho, y era bien complicado.

Lo que más puso la tapa al pomo fue la COVID-19, fueron 15 días en un hospital, pero gracias a Dios, terminó. En el baloncesto no me afectó mucho, creo que, si emocionalmente hubiera estado mejor, hubiera mejorado muchas cosas, pero creo que bastante bien salieron las cosas.

¿Cómo se siente un atleta cuando está solo en un país lejano, lejos de la familia, de tus hijos pequeños?

Tuvimos fiebre 4 o 5 días de 38 grados. Al principio, estábamos todos aislados en un hotel, y cuando nos dijeron a mí y otro jugador que teníamos que irnos a un hospital, ya la preocupación fue otra. Encima, estaba la barrera del idioma, no te explicaban por qué tenías que irte. Después, entendimos que como teníamos una fiebre alta, en el hotel no tenían las condiciones por si seguía subiendo.

Llegamos al hospital y cuando nos hacen los estudios, da que la fiebre no baja, porque nos había dado neumonía y ahí es cuando nos da más preocupación todavía. Nos pusieron medicamentos y luego, el cuerpo generó los anticuerpos necesarios y en cuestión de una semana, empecé a estar mejor y me dieron el alta.  

Pensé que cuando llegara a mi casa y me dieran el alta iba a estar mejor, y ahí fue peor porque empecé con taquicardias y falta de aire, dolores de cabeza, tenía casi los mismos síntomas que cuando la COVID-19. Esa fue la etapa más complicada. La primera semana me sentía bastante bien, después de que juego los dos primeros partidos, ahí fue cuando empecé a sentirme mal de nuevo, con taquicardias, falta de aire, dolores musculares, ansiedad, la presión muy alta, y poco a poco se fue tranquilizando. Después aparecían menos los síntomas, pero fue durísimo.

¿Pensaste en algún momento que podías morir?

Sí, cuando estaba en el hospital, sí. Me pasó por la mente, sobre todo cuando me diagnosticaron la neumonía. Fueron dos o tres días en que no podía ni dormir con ansiedad. Hablaba con mi mamá, me pasaba casi toda la noche despierto hablando con mi mamá, mi mujer, pero sí me pasó por la cabeza.

¿Cómo nace tu amor por el baloncesto?

Justo en la esquina de mi casa había un aro y jugaban los más grandes. Yo iba y tiraba unas bolas, cosas de niños y así estuve hasta los 6 años. A esa edad entré a la primaria, me apunté en baloncesto. En la escuela fue que empecé a entrenar más con Cairo, el papá de Marvin. Por ahí pasaron varios entrenadores, hasta que entré a la EIDE con once años. Hice los cuatro equipos de Ciudad Habana desde que entré, creo que gané dos o tres porque hubo un año en que perdí uno. De ahí me fui al equipo nacional juvenil.

¿Qué recuerdos guardas de esa escuela?

De la EIDE, muchas cosas de las que pasan ahí, solo la entienden quienes la pasaron. Entras muy niño, y hay gente de 16 años, hasta mayores, y pasas por todo tipo de situaciones, desde que te roban el desodorante, el jabón hasta que un día vas a entrenar y en muchos casos, había gente que no tenía ni zapatos para entrenar e iban con los mismos zapatos de la escuela al entrenamiento y la recreación.

La EIDE fue algo bien complicado, aunque es una etapa muy linda porque siempre te diviertes, más allá de las otras cosas. Haces amistades con quienes todavía me llevo bien.

¿Qué recuerdas de la final que pierden con Ciego de Ávila, cuando de forma sospechosa, los jugadores de Capitalinos se sintieron mal?

Fueron muchos sentimientos ese año. Ganamos dos juegos en Ciego de Ávila y de buenas a primera, empezamos con problemas del estómago. A mí en el momento no me pasa, y creo que quienes más mal la pasaron en ese momento fueron El Chino, Orestes, Coco, pero ya eran tres de los regulares que empezaron muy mal. Suspendieron entonces 15 días.

En el año en que decides partir de Cuba se hace una preselección que iba a jugar unos amistosos en España. En ese viaje, deciden salir estrellas de la selección como Geoffrey Silvestre y tú ibas a ir

Sí, ese fue el año. Terminamos el Alba, habían hecho dos equipos, el A y el B, y en el B estábamos casi todos los jóvenes y no me presento a los entrenamientos en el Cerro Pelado.

Desde el año anterior, me parece, había sido invitado, y ese año ya era plantilla y tenía que presentarme al Cerro Pelado a firmar el contrato que se hace en el equipo, y a mí se me presentó la oportunidad de irme a Ecuador.

No quería estar en el Cerro Pelado entrenando e ir a un viaje una vez al año o algo así. Se me presentó lo de Ecuador, y lo acepté. En aquel momento, tuve que hacer una estrategia para poder irme. Dije que estaba enfermo y que no podía ir a entrenar.

Recuerdo que me llamaron a mi casa y me dijeron que tenía que presentarme sí o sí el 10 de junio porque yo estaba en la lista para ir al viaje a España, pero el 6 de junio me fui porque no era que ir a España me iba a dar un futuro.

Llegaste a Ecuador con 19 años, ¿cómo es enfrentarte a un país nuevo estando solo?

Cuando llegué a Ecuador fue complicado porque estaba joven. Había pasado por el proceso de estar en la EIDE, Capitalinos, y estaba adaptado a estar lejos de la familia, pero en diez días la veía. En Ecuador era durísimo, pero con los entrenadores que yo me fui, me trataron allá muy bien. La pasé bastante bien con ellos y por esa parte de la familia, no me afectó mucho, pero ya con el baloncesto allá fue todo diferente.

Había americanos. Yo veía jugadores buenos acá como Maikel Guerra, en mi posición, pero me tocó prepararme ante la competencia. Fueron dos meses entrenando mañana y tarde a toda hora. Llegué allá pesando 80 kilos, pero con eso no podía jugar en esa liga.  Tenía que medirme con americanos que salían de la liga argentina y venían a jugar en el verano. La verdad fue un choque complicado, pero me fui bastante bien.

Tuve tropiezos en Ecuador, estuve un tiempo deambulando, no porque las cosas me hubieran salido mal, sino porque Ecuador no tiene un básquet todo el año y entonces cuando no tienes esa certeza económica todo el año, jugabas 4 meses la liga profesional, y después tenías que jugar partidos tres meses en cualquier lugar por 150 dólares o 200 dólares para poder sobrevivir.

¿Cuánto te enseñaron esos sacrificios?

Me enseñó mucho y más que enseñarme, me fortaleció. Después de estar deambulando así y 4 meses en la liga, estuve cuatro años hasta que se presentó un proyecto que era serio, en el cual nos iban a pagar 10 meses:  fue el último año que estuve en Ecuador.

Ese año me preparé para el Sudamericano, un torneo de una semana que yo sabía que era lo único que me podía dar a mí el chance de verme en otro lado porque a todo el mundo le decían, hay un jugador ahí en Ecuador, que es bueno, pero está en Ecuador, la liga ecuatoriana es buena, pero no es vista afuera.

El chance mío era ir a un Sudamericano, y toparme con los mejores equipos. Justo me tocó con el mejor momento de Argentina, creo que ese año llegó a la final y me tocó un equipo de Brasil muy bueno, el de Brasilia, creo. Las cosas me salieron bien y ahí fue que me llegó la oportunidad de irme a Argentina.

¿Qué pasó después?

Termino y me voy a México, iba un mes a sustituir a un jugador que se había lesionado. Fui y lo hice bien, al jugador por el cual yo había ido se le presentó una oportunidad en Uruguay y se fue y me quedé en el puesto en México 4 meses. De ahí, me fui a Argentina.

¿Cuánto se aprende en la Liga Argentina de Baloncesto?          

En Argentina creo que aprendí, no lo individual, sino lo táctico, fue como si aprendiera a jugar básquet. Estuve bien, pero pasé por situaciones también complicadas. Enfermé de dengue, estuve afuera un mes, pero ahí fue donde aprendí de verdad a jugar básquet, lo que tiene que ver con lo táctico. No solo era meter puntos, tenía que hacer muchas más cosas en la cancha.

¿Cómo fue la experiencia de la Liga Mexicana?

Argentina es muy buena, pero no es una liga de jugadores atléticos, pero cuando llego a México en la segunda vez, tras estar en Argentina, el cambio se sintió porque me encontré con extranjeros que se habían ido por los problemas económicos que había habido en ese país y había muchos mexicanos nacidos en Estados Unidos y todo era muy diferente, todos saltaban por encima del aro, todos corrían. Al segundo año sí me acomodé más, tuve más protagonismo.

Te han llegado ofertas para jugar en la Liga Endesa, ¿por qué no has aceptado?

Cuando terminé en Fuerza Regia me llegó la primera oferta y no fui en aquel momento porque no tenía noción de nada de eso. Económicamente, en Argentina me pagaban más, si hubiera sabido en ese momento de qué estaban hablando, hubiera ido.

Después, cuando salí de Leñadores había chance, pero el equipo que quería tenía problemas económicos con temas de pago y cosas así. Yo podía ir si hubiera sido a un equipo bueno, pero para ir a un equipo chico, ganar más plata y tener más protagonismo, prefiero estar en Japón, sobretodo, por la parte económica. Tengo 31 años, el deporte no es para toda la vida, no puedo ponerme en Europa dos o tres años, y más que nada, ya tengo que estar pensando estar en el lugar en donde más dinero pueda ganar.

¿Qué es lo que le falta al baloncesto cubano para despegar con la generación que tiene?

A los chicos de acá de Cuba lo que les falta es eso, pasarte un año entero entrenando para jugar 15 días o ir una semana a jugar otro país. Llegas hasta acá y no pasas porque lo que necesitas es estar afuera. Creo que, desde el somatotipo, hay jugadores fuertes, atléticos, lo que hay que trabajar con ellos y las condiciones acá no son las mejores.

Pasa no solo en el baloncesto, sino en todos los deportes. No están las condiciones, pero sí tengo referencias de muchos de los jugadores jóvenes que son buenos, que están bien, pero si no trabajas no te sirve entrenar un mes ni un año para jugar una semana, necesitas entrenar un año y jugar una semana, para poder mejorar las cosas.

¿Cuánto te duele el sacrificio?

Te pierdes lo más importante de tus hijos, me ha pasado, más que nada, con mis hijas. Estoy lejos de ellas, sé que tal vez en un futuro va a hacer difícil, porque todos sabemos que sin economía no puedes tener una estabilidad con la que puedas ayudar a tu familia, a toda mi familia trato de ayudarles.

El sacrificio es que me toca perderme la niñez de mis hijos. Mi hija, la más grande, tiene 9-10 años. Cuando la vuelva a ver tengo que ver cuáles son sus costumbres, cómo está pensando ahora que es más grande y a pesar de que yo hable con ella, es muy diferente cuando estás el día a día con ellas.

Con 31 años, ¿qué sueño te queda por cumplir?

Tuve muchos sueños como todo deportista, algunos no se te cumplen, algunos sí. Cuando uno es chiquito y juega básquet, quieres jugar en la NBA, pero son sueños de niños. Ya cuando vas agarrando el camino, vas viendo qué quieres y no. Nunca pensé estar en Japón y creo que ahora estoy en uno de los mejores países del mundo y estar ahí para mí es un sueño.

En el básquet, me gustaría jugar con la selección nacional. Fuera de eso ya, si el día de mañana tomo la decisión de irme a jugar a la LSB, lo haré, pero más que nada para demostrarme a mí mismo de que sí puedo jugar a ese nivel, pero no como un sueño.

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Imagen cortesía de Foto: Hansel Leyva.