Javier Sotomayor era una figura imponente, con su estatura y sonrisa enigmática que ocultaba su determinación inquebrantable. Desde el momento en que pisó la pista de atletismo en Salamanca, se podía sentir la electricidad en el ambiente, como si el destino mismo estuviera preparado para testificar una hazaña sin precedentes.

Es el año 1993. La competencia en el salto de altura estaba en pleno apogeo. El listón colgaba a una altura intimidante, como desafiando a los atletas a alcanzar las alturas imposibles.

Uno tras otro, los competidores intentaban superar el listón, pero muchos fallaban en el intento. La tensión en el estadio podía palparse con facilidad, mientras el público contuvo la respiración, esperando el momento perfecto.

Y entonces llegó el turno del cubano Javier Sotomayor. Con paso seguro y determinado, se acercó a la barra de salto y se detuvo por un momento, visualizando la perfección en su mente. Podía verse la concentración en sus ojos, la mezcla de ansiedad y confianza que solo los grandes atletas poseen.

Con un ligero movimiento de su cuerpo, Javier comenzó su carrera hacia el listón. El estadio se sumió en un silencio reverente, mientras todos los ojos seguían cada uno de sus movimientos con admiración. El momento en el tiempo pareció ralentizarse, como si las leyes de la Física se rindieran ante la grandeza de este hombre tremendamente talentoso.

Javier saltó con una gracia incomparable. Su cuerpo parecía flotar en el aire, desafiando la gravedad y alcanzando alturas que solo unos pocos privilegiados podrían soñar: 2.45 metros.

El estadio rompió en un estruendoso aplauso, mientras el público se ponía de pie en señal de respeto y admiración hacia este prodigio de la disciplina atlética.

El juez de la competencia tomó la medida y el resultado se anunció: Javier Sotomayor había superado el listón a una altura de 2,45 m, estableciendo récord mundial en el salto de altura.

La marca de Javier Sotomayor trascendió las barreras del atletismo y, 30 años después, parece destinada a permanecer en la eternidad.

Javier Sotomayor: “estoy convencido de que alguien me va a superar”

Su récord no solo demostró su habilidad física, sino también su dedicación, disciplina y sacrificio a lo largo de los años. Era la personificación misma del espíritu humano y su potencial ilimitado.

A medida que pasaban los años, otros atletas intentaron superar a Javier Sotomayor, pero ninguno logró alcanzarlo. Su marca permanece intacta hasta el día de hoy, testimonio de su grandeza y una meta para futuras generaciones de saltadores.

Ese día, en Salamanca, el mundo fue testigo de un momento de grandeza irrepetible, un salto que trascendió los límites de la física y se convirtió en leyenda.

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Imagen cortesía de Getty Images