Cuando las lesiones lo obligaron a retirarse, apenas a los 24 años, Ernesto Revé ya había grabado su nombre en la historia de una especialidad histórica en el atletismo cubano, como el triple salto.

Dos años antes, se había convertido en subcampeón mundial bajo techo, una medalla que se trocaría en oro con el pasar de los años, debido a que el primer lugar perdió su medalla por dopaje. Sin embargo, las lesiones ponían fin a la carrera de uno de los grandes talentos de su generación, que abrazaba el retiro, pues la “fábrica de talentos” de la cual emergió no daba tiempo para una recuperación prolongada como la que requería.

Todavía joven y fuera del atletismo que lo encumbró a la élite mundial, el cubano emigró a Chile, en donde formó familia con la persona que amaba y continuó su vida, lejos de los escenarios de competencia, ahora como entrenador en colegios, con niños.

Desde el país sudamericano, uno de los tres monarcas mundiales bajo techo del triple salto de la isla, Ernesto Revé, conversó con Play-Off Tv.

¿Cómo llegas al atletismo? ¿Cómo descubres el deporte?

Soy original de Guantánamo y llegué por los “cazatalentos”, profesores que son los encargados de ir a las escuelas a captar niños que quieran hacer deporte. En esos tiempos se salía de las clases a las 4.20 p.m., pero si hacías deportes, salías a las 12 p.m., almorzabas y te ibas a los miniclubles de entrenamiento cerca de los colegios o un lugar en específico para hacer cualquier actividad.

Comencé con la natación, en una piscina que quedaba justo a unas cuadras de mi casa. Pero se queda sin agua, desaparece la natación y de ahí vamos al atletismo, algo por diversión. También comencé a aburrirme un poco de este. Pero un día le comunican a un tío mío que estaba haciendo atletismo, para que me motivara. 

¿Cómo empiezas de forma seria con el atletismo?

Llegó un momento ya en que no me gustaba, pero, poco a poco, empecé a coger el gusto a correr. Después, hacíamos las pruebas físicas en el colegio y yo era de los que más sobresalían porque sabía hacer las cosas mínimas del atletismo. Pero lo que me fue motivando fueron las competencias municipales. Gané las provinciales e hice el equipo de Guantánamo a las regionales pioneriles, para de ahí hacer un equipo de ocho alumnos que practicaban atletismo y yo quedé entre esos ocho alumnos que van a los Juegos Nacionales y ya por ley, clasificabas a la EIDE. Fuimos a los Juegos Nacionales, aunque estos no eran nacionales es del todo, sino de Oriente, Camagüey y Guantánamo. Fui a estos juegos en Camagüey y gané la prueba de salto alto y eso da un indicio de que yo tenía buena saltabilidad, y entro a la EIDE por esos motivos

¿Cómo llegas al triple salto y comienzas a especializarte?

En la EIDE, actualmente se sigue haciendo, en la etapa escolar, en el atletismo se compite por combinados [agrupaciones de pruebas distintas]. Un profesor de la categoría 12-13 años me dice: “tú el próximo año vas a hacer el saltador de triple” como tal. Así es como entro al salto triple en octavo grado. Los movimientos del salto triple se me daban de forma natural, aprendí muy rápido.

¿Cómo la EIDE marcó tu vida?

En cuanto a la EIDE y las escuelas becadas, si llegas y aguantas, sales una mejor persona. No estaba interno, iba a mi casa todos los días porque era de la misma provincia, pero bueno, pasaba mucho tiempo en la EIDE, desde las 6 de la mañana hasta las 6 p.m., en lo que estudiaba y entrenaba. Se pasaba mucho trabajo, los problemas con el agua eran muy cotidianos, como tener que bañarse con un jarrito de agua. Además, la alimentación no era la mejor del mundo.

En mi caso, me ayudó mucho a formar la personalidad. Gané personalidad, a mí no me gustaba ponerme el uniforme de primaria, no me gustaba porque era muy grande, pero ya cuando te pones el uniforme, había un logotipo en Guantánamo que decía EIDE y todo cambiaba.

¿Cómo se produce esa progresión que te lleva de descubrir el triple salto a llegar al equipo Cuba y convertirte en un subcampeón mundial juvenil?

En octavo los movimientos se me daban muy bien y llegué a ser ese mismo año recordista nacional en mi primer año en la categoría. Después, me convertí en el primer saltador de la historia de Cuba con 15 años en saltar 15 metros.  

Se hicieron todos los papeles y llegué al equipo nacional, al próximo año, a la edad de primer cadete y salté 16.32 metros. Fui en el último año al Mundial de Cadetes y no viví una buena experiencia, aunque llegaba como primero del ranking mundial de la categoría.

Como no tenía la experiencia, empecé a calentar muy tarde, y me llamaron por el audio para presentarme a la cámara de llamado, pues si no, sería descalificado. Me fui sin calentar y a la hora de saltar me dio una contracción muscular que me impidió ser campeón mundial de cadetes. Eso me dolió un poco.

Al próximo año, se produjo el Mundial Juvenil en Canadá, al cual asistí como tercero en el ranking. Tenía en mente lo que me había pasado en el Mundial de Cadetes y calenté dos horas antes. Fui subcampeón mundial juvenil.

¿Cómo fue la llegada al equipo nacional y el encuentro con tus ídolos?

Fue súper. En el salto triple teníamos la suerte y la virtud de que tus ídolos estaban en Cuba. Estar, en el equipo nacional juvenil y verlos, entrenar con ellos y competir con ellos, te da un nivel de confianza grande. Cuando llegas a un mundial de tu categoría vas confiado. Entrenas con los mejores, aprendes con ellos.

exsaltador cubano de triple Ernesto Revé
Ernesto Revé

¿Existía algún tipo de atención al triple salto por ser una especialidad con tantos resultados históricos para Cuba?

No la había, pero mejor me quedo con la frase que dice que “Cuba es tierra de canguros”. Creo que está en nosotros. Además, hay muy buenos especialistas y entrenadores, además del talento. Son 40 años con resultados en la especialidad, en los que Cuba ha tenido campeones mundiales al aire libre y bajo techo, recordistas mundiales, solo faltó el campeón olímpico, aunque podemos decir que sí lo hay, porque Pedro Pablo Pichardo se formó en Cuba. Podemos decir que también tenemos el oro olímpico. Tenemos esa mística de una disciplina.

Hasta hace muy poco, aparecías en los libros como subcampeón mundial bajo techo del 2014, pero fuiste reconocido como campeón mundial, pues al atleta ruso que terminó en primer lugar fue descalificado. ¿Qué significa ser uno de los tres campeones mundial bajo techo de Cuba en su historia?

Fue una noticia reciente. Cuando hay un caso de dopaje, las medallas se mueven. La Federación me puso en su página como el campeón, pero ha pasado casi un año desde que es oficial y me entero ahora. Es algo que se notifica, no sé qué pasó con la información. Estoy feliz. En esa competencia me sentía bien llegué en buena forma. En el segundo salto traté de marcar y ese salto fue el 17.33 metros que me daba el subcampeonato entonces. De no haberme lesionado en el cuarto salto podía haber luchado por el oro, me sentía con confianza. Pero estaba contento, aunque estaba en fisioterapia y miraba la competencia. Pensé que era campeón del mundo, pero el ruso me sobrepasó en su salto. Me sentí contento, pero con la espina de que podía hacer más. Ahora llega la noticia del dopaje del ruso y soy campeón mundial bajo techo.   

Después de 2014 llegó un período complicado en tu vida con las lesiones y llegaste a los Juegos Olímpicos de 2016 sin estar en las mismas condiciones. ¿Qué sucedió?

Las lesiones me persiguieron bastante, sobre todo, las rupturas de los isquiotibiales. A los Juegos Olímpicos del 2012 no pude ir por una lesión y me dolió bastante. Yo tenía una personalidad complicada, con respecto a cómo entendía las lesiones. Me tocó la suerte de tener ese talento desde niño y siempre creí que había que estar bien para las competencias fundamentales. Pero a veces, en el deporte, hay que superar obstáculos y muchas veces son las lesiones y no todos estamos capacitados para eso. Antes de los Juegos Olímpicos de Londres tuve una lesión, quizá debí tratar de recuperarme, para demostrar que estaba en forma para ir a los Juegos. Éramos varios clasificados, pero solo íbamos tres. Pero yo era de aquellos que se lesionaban y olvidaban todo: recogía las cosas y me iba. Aprendí más tarde que había que luchar contras lesiones. Me pasó parecido en 2013, antes del Mundial de Moscú y quería irme, pero el esposo de Yipsi Moreno, Abdel, que era fisioterapeuta, fue quien me enseñó a luchar. Me dio consejos y me demostró que muchos atletas competían lesionados, que lo intentaban. Él me hizo entender que no siempre vas a estar listo, que tienes que intentarlo igual. Yo estaba mal entonces, hasta quería dejar el deporte, pero él se sentó conmigo y me ayudó. Le agradezco, porque lo que logré de ahí en adelante fue por lo que me inculcó. Eso es un aprendizaje para la vida, no solo para el deporte. Después llegó la medalla del mundial y eso me hizo darme cuenta de que el camino era por ahí: no importa si aparecían las lesiones, siempre hay que intentar ir hacia adelante.

Después, comenzaron los problemas de las rodillas y fui con molestias, lesionado, a los Centroamericanos y gané con 16.96 m. Fue un logro, porque en otros tiempos hubiera declinado ir, pero fui campeón. Pero seguí con los problemas de la rodilla, esa lesión que no pude superar. Después, fui bronce en los Panamericanos, en los cuales Pichardo ganó. Esa lección que me dio Abdel, de que siempre hay que luchar, me impulsó y gracias a eso fui campeón centroamericano, bronce panamericano y puede ir a una Diamond League: aunque con molestias, pero lo intentaba siempre.  

Habías entendido la importancia de luchar, pero vistos los problemas repetidos, ¿no hubiera sido mejor, en efecto, parar en ese entonces e intentar recuperarte del todo?

La rodilla estaba bastante complicada. No me arrepiento de lo que pasó ni de haber ido a los Juegos Olímpicos. Creo que ya era un triunfo. Estaba mal, no había entrenado, no había competido en el año y eso lo vi como un triunfo. La recuperación de la rodilla no era tan grave, lo mío era una tendinitis que se convirtió en tendinosis, aunque para saltadores de triple es complicado. Con eso se mezclan otras cosas. Lo que se mezcla es no tener el descanso y la preocupación de todo en general. Sabemos que en Cuba tenemos los talentos, pero cuando están las lesiones un poco complicadas depende mucho de la suerte de cómo te la puedas arreglar o qué puede pasar contigo.

Se debía haber parado tal vez uno o dos años, intentar un tratamiento diferente, pero eso en Cuba es imposible. Menos, en el salto triple. No te dan el tiempo. Estás en un equipo nacional, con una matrícula y todo el tiempo hay que estar dando bajas. Es un sistema, y desde que vamos al equipo nacional sabemos cómo funciona, no nos coge de sorpresa. Sabes que en el momento en que puedas bajar tu rendimiento puedes ser baja del equipo nacional y en las provincias no tienes tiempo de volver a incorporarte porque no están las condiciones. No me ha pasado a mí solo y más en el salto triple, pues venían muchos saltadores de calidad. No me gusta del todo esa política, porque quizá pudieran darte la oportunidad de seguir, de poder recuperarse. Pero hay veces que no tienes esa suerte y hay especialidades diferentes. Quizá con un velocista hubiera sido diferente, porque no hay esa exigencia.

¿Qué pasó en tu caso? ¿No pensaste que podías recuperarte?

Siempre se piensa. Pero ir para otra provincia es complicado, no están las condiciones, muchas provincias no tienen pistas o tiene una pista regular. El alto nivel necesita al menos lo mínimo. Era lo que tocaba, uno va con esa bolsa al equipo nacional. Es cosa de luchar hasta donde puedes hacerlo.

Tenías 24 años. ¿Qué sentiste?

Sentí también alivio. Ya no contaban conmigo en el equipo nacional, y era un clasificado con marca A a unos Juegos Olímpicos, cuando a otros deportes les cuesta clasificar y, sin embargo, los deportistas permanecen en los equipos nacionales. Cuando entré al equipo nacional, en el segundo año, hicieron un proyecto en el que veníamos yo y Pichardo subiendo, y les dijeron a los que estaban ahí que no contaban con ellos pese a que saltaban 17 metros. Muchos prefieren seguir, pero en Cuba escogen invertir lo poco que tienen en las nuevas generaciones.

¿Cómo llegas a Chile y comienzas una nueva vida fuera del deporte?

MI pareja es chilena, llegué por ella, me enamoré. Formamos una familia acá. Mi objetivo era ese: estar con la persona que quiero y formar una familia. También, seguí vinculado con el deporte. Tuve la suerte de encontrar personas que querían aprender y conocer de qué manera ve Cuba el deporte. Acá se practica atletismo en colegios. Y tengo la oportunidad de entrenar en uno de los mejores colegios en los que se practica el atletismo en Chile, a niños. Hacemos talleres de atletismo, se entrena educación física, y vamos a campeonatos. Doy a entender también cómo se vive el deporte el cubano.

¿Intentaste volver a competir?

Lo intenté, lo tuve todo casi listo, pero había que parar bastante en serio y como estaba, mi rodilla llevaba operación, con una recuperación bien larga. Esa pausa impedía muchas cosas, de trabajar, mantener la familia y no llegué en buenas condiciones físicas.

¿Qué opinas de las salidas de los talentos del equipo nacional en los últimos tiempos por disímiles motivos?

Es un deporte que está expuesto a eso. Miras las principales figuras de antaño y casi todas permanecieron en Cuba. Pero las salidas de atletas de los equipos es algo que afecta al deporte cubano en general, en los Juegos Olímpicos, por ejemplo, viste al campeón Pichardo por Portugal. Vas a unos Panamericanos y ves deportistas por otros países que en Cuba no los querían y que se hicieron medallistas mundiales y olímpicos.

Otros se van en plenitud de forma y logran grandes eventos. Aquí en Chile está Arley, campeón mundial de pesas. También sabemos los problemas económicos en Cuba y en lo deportivo, el trabajo que pasan los deportistas cubanos para ser de élite. Estamos hablando de algo económico como principal motivo, aunque hay otros más. 

¿Por qué se produce la baja de resultados en el atletismo cubano ?

Más que el atletismo, en el deporte, en general. Antes, no era un problema para Cuba la fuga de atletas porque se iba uno y salían dos. Antes, te dabas ese lujo, el deporte se mantenía. Pero hubo un error en el 2010, esa reestructuración económica que se hizo en Cuba, cuando empezaron las escuelas provinciales y equipos nacionales también a dar bajas de matrículas y desaparecieron las ESPAS provinciales, además, en las EIDE baja la matrícula. En el equipo nacional, por ejemplo, en el 2010, empiezan a reducir y llegamos a ser 85 entre juveniles y equipo nacional.

El éxito del deporte cubano siempre ha estado en la masividad, mover las masas, en tener escuelas con masividad deportiva y después escoger. Estaban los planes de la calle, en los que se encontraban talentos. Pero la masividad disminuye y las matrículas de equipos nacionales bajan. Los resultados del 2010 en adelante muestran lo que pasó.

¿Qué debería cambiar para elevar el nivel nuevamente?

¿Soluciones? No queda más nada que invertir. Podemos hablar de los métodos, dicen que están obsoletos, pero creo que no. Siempre podemos seguir mejorando, pero el problema está en la masividad.

Una solución está en la posibilidad de que los equipos nacionales desaparezcan y existan equipos provinciales. No es lo mismo decir que tengo saltadores solo en el equipo nacional a que decir que los tengo en las distintas provincias. Tiene que haber inversión. Que un atleta represente a su provincia, que salga de la ESPA Nacional, pero que pueda seguir desarrollándose en su provincia, como tienen otros deportes. Que todas las provincias del país tengan sus equipos, pero eso lleva inversión, poner pistas en cada provincia. Es la forma de que se mantenga la masividad en las distintas provincias. También, la libertad de poder fichar y si tengo el talento, poder participar con un club. Después, ves la posibilidad de poder en un equipo Cuba.

Incluso, muchas veces hay personas o deportes que necesitan estar fuera de Cuba para poder desarrollarse. Que se mantengan en Europa, y después, si logras hacer equipo Cuba, pues adelante. Creo que nadie va a estar pensando en si me voy del país o me dejo de ir, por ejemplo. Puedes residir en el extranjero, como el caso en el voleibol de Robertlandy Simón.

Eso se puede hacer, con esa libertad. Para seguir sacando atletas y que sigan cubriendo espacios en las escuelas nacionales o provinciales y si logran la atención de un club o alguien que los quiera patrocinar, adelante y después, compiten por Cuba y vas a generar siempre más masividad. Creo que el sistema deportivo de Cuba no es malo, pero ahora necesitas unos cambios: tienes que hacer una inversión.

Claro, hay cosas económicas, las personas quieren vivir, ayudar a su familia. A veces, no los puedes conseguir en Cuba, pero lo puedes hacer afuera y no por eso, vas a dejar de ser cubano.

¿Qué te faltó por hacer en tu carrera?

Creo que mucho. Sigo soñando con la medalla olímpica, quién sabe si como entrenador la logre. Ver a Iván Pedroso ganar el oro en Sídney, la narración de Navarro, y decir que quería ser campeón olímpico, como él, ese sueño lo tengo.

Miro para atrás y digo que sí, me siento un hombre realizado. El deporte es difícil, lleva disciplina. Pierdes por no poder hacer cosas, pero también ganas cosas. Como, por ejemplo, poder viajar y conocer el mundo. A los 17 años conocía medio mundo. Te da muchas cosas, pero también te quita. Me quitó adolescencia, me quitó de vivir otro tipo de juventud, pero valió la pena.

¿Cómo ves Cuba desde la distancia?

Siempre estoy al tanto. Me gustaría ver esa Cuba que veía cuando era pequeño, cuando todos decían “guao”, ese deporte cubano es el mejor del mundo. Me gustaría ir al próximo año para ver una confrontación deportiva en Cuba, desde las gradas.

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Imágenes cortesía de Redes sociales Ernesto Revé y JOSE TITO MERINO