Yumileidi Cumbá era una adolescente en Guantánamo cuando dejó atrás su tierra natal a los 14 años. Llevaba consigo un bolso cargado de sueños y pocas pertenencias cuando salió rumbo a La Habana, sin sospechar que se convertiría en campeona olímpica.

En una ciudad nueva comenzó su búsqueda por convertirse en una campeona, mientras dejaba atrás la infancia, los amigos del barrio y los recuerdos de días felices.

Desde temprana edad, su talento físico no pasó desapercibido para los entrenadores y participaba activamente en competencias infantiles. Fue gracias a un profesor de Educación Física llamado Terry que se adentró en el mundo del deporte de manera más formal y por sus condiciones, fue reclutada para la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) y ahí participó en los Juegos Escolares con muy buenos resultados a nivel nacional.

Su constitución física la llevó al área de lanzamiento, en la cual destacó en disciplinas como el lanzamiento de la jabalina y el disco. En aquellos tiempos, competir en pentatlón era común, y Yumileidi participaba en varias disciplinas, como bala, disco, jabalina, 60 metros con vallas y salto largo.

Pronto, su talento la llevó a la Escuela de Iniciación Deportiva (ESPA) en La Habana, algo que marcó el inicio de su trayectoria hacia la gloria olímpica. Sacrificando los placeres de la juventud, se embarcó en el arduo camino hacia el éxito deportivo, que finalmente alcanzaría 15 años después.

Para empezar la entrevista tuvimos que esperar algunos minutos hasta que el transporte le permitiera llegar a nuestro fotógrafo. Durante ese lapso de tiempo, conversamos un poco sobre Cuba, de cómo está la “situación”, la inflación, los precios y el día a día del cubano.

Naciste en Guantánamo. ¿Cómo fue tu infancia? ¿Cómo llegaste al deporte?

En realidad, comencé en el deporte cuando estaba en la escuela primaria, en cuarto y quinto grado, y competía en competencias pioneriles. Entré en sexto grado, a la edad de 9 años. En ese momento ya era espigada, no era gorda como ahora.

Era una atleta de muy buenas condiciones con características de un atleta de lanzamiento. Fui atleta en todas las categorías y en todos los eventos hasta que llegué al equipo nacional en la escuela nacional en el año 89-90. Me hicieron una captación en lanzamiento siempre en atletismo.

¿Vinieron a tratar de seducirte los del voleibol o los del baloncesto?

Sí, en la escuela primaria competía en voleibol y baloncesto. Pero, en realidad, siempre competí en atletismo. Me gustaba muchísimo el atletismo, también me gustaba el voleibol, pero como siempre tuve problemas en la rodilla debido a que estiré rápido, me quedé en este último.

En aquella época, tengo entendido que los niños tenían que hacer una especie de pentatlón.

Sí, se hacía un pentatlón con cinco eventos: bala, disco, jabalina, 60 con valla y salto largo, según el combinado en el que estuvieses. Pero, en realidad, siempre fui lanzadora. Esa fue la captación que me hicieron.

¿Y qué tal te iba en lo que no era la bala?

Me gustaba mucho el disco.  En Guantánamo, en los juegos escolares, yo hacía mucho disco y bala porque mi constitución física era para estos dos. Cuando vine para la escuela con 14 años, me querían para disco. Con mi entrenador entonces hacíamos disco y bala, hasta que mi entrenador me eliminó el disco y ya me especialicé en la bala.

Llegaste a La Habana con 14 años. ¿Cómo fue ese proceso de separarte de tus padres?

No fue difícil porque me alejé de mi familia, de mi gente, de mi barrio, de mi hermana y eso, pero como estuve becada -estoy becada desde que tengo 9 años-, no se me hizo tan difícil esa separación. Fue un poco complejo porque ya era de Guantánamo a La Habana. Mi mamá venía dos veces al mes porque trabajaba. Mi papá no estaba muy presente en mi vida de adolescente. Mis padres estaban separados y nunca mi papá vino aquí a La Habana. Mi mamá sí: ella fue mi todo.

Ella trabajaba y luchaba, fue la que me inspiró y me impulsó a seguir en la carrera deportiva y hasta hoy, gracias a eso, estoy en el deporte.

Tendrías 14 años, o sea, estamos hablando de finales de los 80 más o menos. ¿Cómo eran las condiciones en aquel momento para los becados del atletismo?

Realmente, nada que ver con los tiempos de ahora. Yo estuve becada en la escuela de Playa, que hoy en día es el club Habana. Vine de Guantánamo para acá y era la escuela que estaba allí en 188. Estábamos en un albergue, era como una casa y dormíamos como cinco o seis personas en un cuarto.

Era una muchacha de 14 años. Me gustaba mucho estar en ese ambiente y todo fue muy bien. Mi mamá venía y tenía familia aquí. Vine con mi entrenador, que fue el mismo entrenador desde aquel momento hasta hoy. Él me apoyó mucho, su mujer también. Yo tenía 14 años, ellos me celebraron los 15 y me llevaban para su casa y me cogieron como sus padres hasta el sol de hoy. Son mis padres, Justo Navarro y Josefa González.

¿Cómo sale adelante una adolescente lejos de la familia?

Gracias a mi entrenador, pues siempre tuve su apoyo y también muchos consejos de su esposa, Josefa. Me acogieron como su hija y me llevaban por la dirección correcta. A pesar de que uno siempre se va por amistad o por compañía o por la juventud, uno siempre hace cosas que no tienes que hacer. Pero, gracias a Dios, tuve el apoyo de ellos. También estoy muy agradecida por el apoyo y de mi mamá también.

¿Cuándo llegaste al equipo nacional?

Vine para La Habana con 14 años, pero ya estaba con el entrenador Justo Navarro, que era el entrenador del equipo nacional en aquel entonces. Entrenaba en el Cerro Pelado con ellos y cuando el equipo nacional vino para acá para Habana del Este, que fue después de los Panamericanos 91, yo entrenaba con ellos. Y en el año 93, después de los Centroamericanos de Ponce, entré a la preselección nacional como miembro del equipo nacional ya como tal, como equipo nacional de mayores.

Yumileidi Cumbá campeona olímpica cubana impulsión bala atletismo cubano
Yumileidi Cumbá, campeona olímpica en impulsión de la bala durante entrevista en La Habana, Cuba.

 ¿Cuál es el primer evento al que asistes ya con el equipo de mayores?

Participé en los juegos de Ponce 93. Era juvenil, pero tenía buenas perspectivas. Allí iban a participar otras del equipo nacional, pero como Bisbal había venido de la Copa del Mundo y era un evento demasiado pegado a los Centroamericanos, me dieron la posibilidad de participar como miembro de la delegación.

Tu carrera está marcada por agosto del 2004, en Grecia, en los Juegos Olímpicos, por esa medalla de plata inicial que después se termina convirtiendo en oro.

Esos Juegos Olímpicos, Atenas 2004, ya eran mis terceros Juegos Olímpicos. Tenía un poco más de madurez y de resultados de envergadura. Esa medalla de plata para mí fue la que marcó mi vida como atleta porque, aparte de que era un sueño haberla logrado, mi entrenador y yo nos propusimos alcanzarla. Daba igual el color, la que fuese, sería perfecto y fue plata. Para mí, eso fue lo más grande de la vida, lo celebré como no te puedo explicar.

Ya después, cuando me dicen oro, la alegría fue mayor, pero no fue tanto como cuando la disfruté en el momento de la competencia. No es lo mismo ser medallista de oro que de plata, pero la plata la disfruté muchísimo porque fue en el escenario donde se hicieron los primeros Juegos. Fue una cosa que no te puedo explicar la emoción, después de haber tenido lesiones de rodillas. La vida deportiva mía fue marcada por lesiones.

Participé en cuatro Juegos Olímpicos, ese era el tercero; también en Panamericanos, Centroamericanos, pero el resultado que me ha llevado a la historia, por el que la gente me conoce más, es por ser campeona olímpica.

Ese año estabas muy bien, porque incluso unos días antes hiciste tu mejor marca personal, casi 20 metros.

Sí, ese año fue de intensa preparación. El cuatrienio resultó ser un período desafiante. Participé en el Mundial Bajo Techo que se celebró en marzo y obtuve el segundo lugar. Esto me llevó a plantearle a mi entrenador: si pude subir al podio en este evento, ¿por qué no podría hacerlo en los Juegos Olímpicos?

Con esa meta en mente, emprendimos una rigurosa preparación física. Entrenamos en diversos lugares: Camagüey, España, varios países de Europa, siempre con el objetivo de obtener una medalla.

Logré una medalla en el Mundial Bajo Techo en marzo y pensé que podría repetir la hazaña en los Juegos Olímpicos de agosto, ya que competiría contra las mismas personas. Ese año, me encontraba en el quinto lugar del ranking mundial.

Antes de los Juegos Olímpicos, participé en los Juegos Iberoamericanos en Huelva e hice mi mejor marca, 19.97. Estaba en plena forma. A pesar de estar en el quinto lugar del ranking con 19.97, sabía que, en la Olimpiada, cualquier cosa puede suceder. El atleta que llegue en mejor forma y se sienta mejor ese día, tiene todas las posibilidades. Y así fue.

¿Qué pasó entre la medalla de plata y cuando te dijeron que era la medalla de oro?

El evento de lanzamiento de bala en las Olimpiadas de Atenas comenzó el 18 de agosto, tres días antes del inicio oficial del atletismo, que fue el 21 de agosto. En la competencia, que tuvo lugar en Olimpia, supe que había ganado la medalla de oro. Sin embargo, durante la ceremonia de premiación, se me otorgó la medalla de plata.

Un día después de la ceremonia, se revelaron los resultados de las pruebas de dopaje y toda la delegación se enteró de que había obtenido la medalla de oro. A pesar de esto, la ceremonia de premiación ya se había realizado y se me había otorgado la medalla de plata.

La corrección se hizo en Cuba, durante una Serie Nacional de Béisbol en noviembre, creo que fue durante la inauguración en el Estadio Latinoamericano. Como las medallas son únicas, tuve que devolver mi medalla, al igual que la otra campeona, para poder recibir la medalla de oro. No se pudo realizar la premiación hasta que se recuperaron las tres medallas.

Finalmente, durante la inauguración de la Serie Nacional de Béisbol, se me hizo la premiación oficial con la medalla de oro. Aunque en Atenas se me premió con la medalla de plata, cuatro días después de la competencia, ya se sabía que era la ganadora de la medalla de oro.

¿Te cambió la vida ganar la medalla de oro olímpica?

Ser campeona no es lo mismo que ser subcampeona o ganar el bronce. Es maravilloso que se reconozca tu logro, sin importar el lugar que ocupes, y ser finalista olímpica es el mayor honor para un atleta de cualquier país. Sin embargo, en Cuba, ser campeón olímpico es una distinción completamente diferente a ser finalista.

El cambio fue notable, ya que la percepción de las personas hacia mí cambió. Mi vida tomó un giro diferente y mi estatus como atleta ascendió a otro nivel. En resumen, convertirme en campeona olímpica cambió mi vida de manera significativa.

Has mencionado que tuviste muchos problemas de lesiones, sobre todo en las rodillas, las piernas en sentido general. ¿Cómo pudiste sobrevivir a ellas y cuánto crees que influyeron en que no hayas llegado a los 20 m por esas lesiones?

Sí, tuve una lesión persistente en mi rodilla derecha, que era mi rodilla de apoyo. Me sometí a cirugía en 1995 y luego nuevamente en 1997. Esta lesión me ha acompañado desde el inicio de mi carrera deportiva hasta mi retiro, y aún hoy continúa afectándome.

A lo largo de mi carrera, sufrí varias lesiones, incluyendo en el codo y el hombro. Sin embargo, las lesiones en las rodillas fueron las más frecuentes. El deporte de alto rendimiento es desafiante y, como atleta de alto rendimiento, son una constante.

Esta lesión fue tan severa que me obligó a retirarme a los 33 años, a pesar de que aún tenía la capacidad de seguir compitiendo. Mi rodilla ya no podía soportar más carga, ni más altura, ni más técnica. Además, mi peso no era el ideal para manejarla. Tal vez podría haber logrado mejores marcas y resultados si no hubiera sido por esta. Sin embargo, estoy agradecida de que mi rodilla me permitiera al menos llegar a ser campeona olímpica.

Viviste en una época en la que se dieron varios casos de dopaje, especialmente en tu especialidad. ¿Cómo fue convivir con las dudas sobre tus rivales?

No es lo mismo competir en igualdad de condiciones que hacerlo contra personas que consumen sustancias dopantes. Antes, las técnicas de detección no eran tan rigurosas como ahora, y había atletas que parecían estar fuera de la norma. Algunas mujeres parecían hombres, y competir contra ellas era como competir contra un hombre.

Entrenar para lanzar 20 metros en condiciones normales es una tarea ardua. No es lo mismo lanzar 20 metros con facilidad que hacerlo tras un entrenamiento riguroso. Cuando lanzas 20 metros después de un entrenamiento intenso, sientes que te sale el grito del alma. Esa es la diferencia.

Antes, los récords mundiales se rompían con frecuencia. Pero ahora, muchos de los récords, como el de lanzamiento de jabalina y de bala llevan 30 y 40 años sin ser superados. El récord de la bala, por ejemplo, es de 22.40 metros y pertenece a la rusa.

Valery Adams, de Nueva Zelanda, tenía las condiciones para lograr un resultado similar, pero nunca llegó a lanzar más de 21.30 metros. Esto demuestra que no es fácil alcanzar estos resultados de manera natural, tomando solo vitaminas y siguiendo un entrenamiento riguroso.

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¿Cómo fue vivir el periodo especial como atleta?

Como mencionas, nosotros, como atletas, experimentamos de cierta manera el periodo especial en Cuba. Aunque lo sentimos, no fue de la misma intensidad que a nivel familiar. Durante los años 90, en pleno periodo especial, carecíamos de medicamentos, pero teníamos acceso a alimentos. Cuando regresábamos a casa durante las vacaciones, la situación se sentía más dura. Sin embargo, en la escuela, gracias al suministro de comida y medicamentos, el impacto no era tan fuerte.

En la actualidad, el impacto en el deporte es notable, especialmente en la alimentación y la disponibilidad de medicamentos, los cuales escasean. La situación es muy diferente a la de aquel entonces. Aunque no estamos oficialmente en un periodo especial como el de antes, que estaba claramente definido y nombrado, los atletas de hoy enfrentamos más dificultades y escasez que en aquel tiempo.

Beijing 2008 fueron tus últimos Juegos Olímpicos y el final de tu carrera.

Para entonces, ya estaba lidiando con numerosas lesiones. Tenía una compañera, Milady González, que estaba en excelente forma. Convivir con ella resultó ser una experiencia enriquecedora.

Sabía que esos Juegos Olímpicos marcarían el final de mi carrera, por lo que me preparé para ese momento. De hecho, estábamos preparándonos para la jubilación. Participé en esos Juegos Olímpicos no solo porque cumplí con la marca requerida, sino también porque era la campeona olímpica defensora. Sin embargo, llegué a Beijing con la rodilla en mal estado. El último año de entrenamiento, que pasamos en Guatemala, fue particularmente duro.

Para poder soportar las cargas de entrenamiento tuve que inyectarme medicamentos. Fue un año muy desafiante. Contaba los días hasta los Juegos Olímpicos de Beijing, sabiendo que mi carrera terminaría allí. Me convertí en una especie de entrenadora para mis compañeras, Milady y Milin, quienes también participaron en los juegos. Entrenábamos juntas y ya sabía que Milady tenía un mejor rendimiento que yo en términos de marcas.

Mi motivación no era tan alta como en los Juegos Olímpicos anteriores. En su lugar, asumí el papel de guiar a Milady, ya que fuimos sin entrenador. Mi rol en Beijing fue el de un entrenador-atleta, ayudando a mis compañeras y orientándolas. Participé en los Juegos Olímpicos de Beijing, defendí mi título anterior, pero no logré clasificar para las finales.

Quizás no fue el final soñado, pero me sentí feliz y satisfecha porque participé en cuatro Juegos Olímpicos y concluí mi carrera deportiva en un evento olímpico. Y sí, fuimos a esos Juegos Olímpicos sin entrenador.

¿A cuántas competencias fuiste sin entrenador?

Durante muchos años, asistí a numerosas competencias internacionales sin la presencia de un entrenador. Esto se debió a que no se me consideraba una atleta con posibilidades de obtener resultados destacados, a diferencia de Iván Pedroso y Javier Sotomayor, quienes eran potenciales medallistas en cualquier evento. Yo era vista como una posible finalista.

Incluso en los Juegos Olímpicos de Atenas, cuando obtuve la medalla de oro, no conté con un entrenador. Nosotras tres, los atletas, nos convertimos en nuestros propios entrenadores. Mi entrenador estuvo con nosotros hasta 15 días antes de que fuéramos a Huelva para los Juegos Iberoamericanos. Nos entrenábamos por nuestra cuenta, conocíamos el plan y sabíamos lo que teníamos que hacer.

Participé en muchas competencias, incluyendo los Juegos Olímpicos, los mundiales, sin la presencia de un entrenador. Ahora, pienso que se asiste a las competencias con entrenadores, pero no tanto como antes.

En aquel momento, los eventos de campo que obtenían más resultados eran el salto largo, el triple salto masculino y femeninos. No éramos considerados atletas de campo de alto nivel. Nunca fuimos con un entrenador a casi ningún evento. Los mundiales bajo techo, los mundiales al aire libre, los Juegos Olímpicos, casi nunca contamos con la presencia de entrenadores.

Nosotros, los atletas de impulso de la bala, siempre estuvimos un poco a la sombra del resto de los eventos. Mi entrenador siempre tuvo problemas y no cambió ni cuando fui campeona olímpica. Cuando obtuve la medalla de oro, la bala ganó otro nivel y tuvimos que participar en todos los eventos. A partir de ahí, sí contamos con entrenadores en los eventos fundamentales.

Pero antes de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, participábamos en casi todos los eventos internacionales sin un entrenador, a menos que fueran los Juegos Panamericanos o Centroamericanos, donde sí asistían los entrenadores principales. En los campeonatos del mundo, bajo techo o al aire libre, casi nunca recuerdo haber participado con mi entrenador. Había entrenadores de lanzamiento en el segundo estadio que nos atendían, pero no era mi entrenador. Después de Atenas 2004, fue cuando comenzaron a acompañarnos en algunos eventos de gran magnitud.

Después de retirarte, intentaste comenzar una carrera como entrenadora. ¿Cómo fue?

Me retiré en agosto de 2008 tras los Juegos Olímpicos de Beijing y rápidamente me incorporé a trabajar en septiembre. Estuve trabajando con Justo en calidad de prestación de servicio, situación que se mantiene hasta hoy, ya que, según ellos, nunca he tenido una plaza fija. Nunca ha habido una plaza para mí en el equipo nacional de impulso de la bala.

Cuando Justo se fue, me quedé como entrenadora principal. Justo se iba de misión y le dijeron que no podía dejar el evento sin supervisión. Así que me preparó a mí, y a dos personas más, y me dejó a cargo en 2010 y 2011.

Sin embargo, a partir de ahí comenzaron los problemas. Me decían que no tenía plaza y que debía estar a la sombra de otros entrenadores. Aunque muchos entrenadores comienzan en calidad de prestación de servicio y luego se convierten en entrenadores principales, en mi caso no ha sido así. Siempre he estado en prestación de servicio.

En 2019, fui de misión a África y regresé en abril de 2023. Ahora estoy explorando cómo reincorporarme a mi trabajo, aunque seguiré en calidad de prestación de servicio, ya que no hay plaza disponible.

Cuéntame de la experiencia en Burkina Faso.

Mi experiencia en Burkina Faso fue única. Fue la primera vez que salí de mi país para trabajar en una misión de colaboración. Al llegar, me encontré con una antigua alumna mía que hablaba español y me ayudó un poco con el idioma. Con el tiempo, aprendí francés a mi manera, incluso llegué a enseñarles español.

Tuve muy buenos resultados a nivel de África. Incluso participé en el campeonato juvenil sub-21, donde mis atletas obtuvieron medallas de plata y oro. A pesar de la barrera del idioma, logré hacer un buen trabajo en Burkina Faso.

Salir de misión tiene un impacto económico importante para nosotros, los atletas retirados. También ofrece una oportunidad para nuestras familias. Sin embargo, también implica un aislamiento de nuestros seres queridos. Cuando me fui, mi hija tenía 11 años. Ahora tiene 14. La separación fue complicada, pero con el tiempo entendió que era lo mejor.

No solo se trata de una ayuda económica, sino de la posibilidad de tener una vida más desahogada, de poder ayudar más e incluso de poder llevar a tu hija contigo para que aprenda inglés u otro idioma. En realidad, puedes ayudar más a tu familia estando en el extranjero que estando aquí, en mi país.

Por ejemplo, antes, cuando eras campeona olímpica, te daban una cantidad de dinero interesante. Pero con la conversión actual, las cosas se han apretado un poco. Las cosas no son como antes, están bastante complicadas. Hoy en día, la situación en el país es bastante difícil. Estamos viviendo momentos muy duros y estamos muy restringidos. Es mejor estar en colaboración. Nosotros, que estamos acostumbrados a un nivel de vida más alto que la población general, ahora estamos al mismo nivel que ellos y todo se ha complicado de manera significativa.

Claro, ustedes vivían, digamos, en una especie de burbuja. Cuando se retiran, se pincha la burbuja y tienen que empezar a vivir, de cierta manera el día a día, la cotidianidad.

Sí, es normal. Cuando uno se retira del deporte, la vida cambia por completo. Pasas de ser un atleta a convertirte en un ciudadano común. Anteriormente, recibíamos un salario de 300 CUC, pero con la transformación económica, el CUC desapareció y eso ya no tiene relevancia. Nuestro salario y nivel de vida han cambiado drásticamente desde entonces. La vida que llevamos hoy es difícil y complicada. Sin embargo, mantenemos la esperanza de que la situación mejore en algún momento. Sí, tengo fe en que se resolverá.

¿Te sientes apoyada por las instituciones del deporte?

Siento que podrían ayudarme más. Creo que no he recibido la atención que realmente merezco.

¿Cómo ves al atletismo cubano actualmente?

Actualmente, el atletismo cubano atraviesa una etapa desafiante. Los resultados de los últimos dos mundiales han sido decepcionantes, y solo hemos logrado una medalla en triple salto para los Juegos Olímpicos. Las esperanzas de lograr un resultado significativo en el futuro cercano son escasas, y las deserciones de los atletas son frecuentes.

El atletismo, junto con el boxeo, la lucha y el judo, siempre ha sido uno de los deportes emblemáticos de Cuba en los Juegos Olímpicos. Estos deportes han elevado a Cuba a altos niveles en el escenario mundial. Sin embargo, hoy en día, nuestra condición no es la misma que en años anteriores. Contamos con muchas jóvenes promesas en el atletismo que aún necesitan madurar y mejorar. Aunque la gente tiene altas expectativas para los Juegos Olímpicos, no creo que vayamos a obtener los resultados esperados.

¿Satisfecha con tu carrera?

En cuanto a mi carrera, estoy satisfecha. Mi carrera deportiva ha sido lo mejor para mí. Si tuviera que hacerlo de nuevo, volvería a ser lanzadora de bala. Exactamente igual, tal cual. Para mí, mi atletismo fue lo mejor que me pasó. Me hizo persona, me hizo figura, me dio a conocer a nivel mundial, me dio a conocer como persona. Agradezco mucho al atletismo y al deporte.

Por último, no solo eres campeona olímpica de bala sino también campeona mundial de grito.

En los Juegos Olímpicos de Atenas, los japoneses hicieron una verificación en todos los eventos de los juegos para buscar el grito más exuberante de los juegos. Fui una de las que gritó más fuerte. Fui invitada a una competencia de grito en Japón después de los Juegos Olímpicos de Atenas y gané. Así que no solo soy campeona olímpica, sino también campeona de grito.

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Imagen cortesía de Foto: Javier Argüelles