Consagratoria. Quizá sea esa la palabra más adecuada para describir la temporada 2023 de Ariel Martínez en la Liga Japonesa de Béisbol (conocida como NPB, por sus siglas en Inglés).

El matancero jugó 119 partidos en el circuito durante la pasada campaña con Nippon-Ham Fighters, en los que fue receptor, primera base o bateador designado. No obstante, el toletero diestro de 27 años tuvo por plato fuerte sus notables registros ofensivos.

Martínez compiló para .246 tras 444 comparecencias en el rectángulo ofensivo. Dentro de la Liga del Pacífico, fue sexto lugar en carreras impulsadas (66) y segundo en pelotazos (11). Además, también estuvo entre los 11 mejores del Pacífico en cuanto a dobletes (24), jonrones (15), slugging (.425) y OPS (.763). Tales guarismos le llevaron a su primer Juego de Estrellas en la Tierra del Sol Naciente. ¡Nada mal!

Sin embargo, varios sucesos acontecieron para que un guajirito del poblado Itabo, en la provincia cubana de Matanzas, se convirtiera en uno de los extranjeros más rentables de la pelota japonesa. Sobre eso y más nos cuenta Ariel Martínez en exclusiva para Play-Off Magazine.

“Papi ¿Cuándo me vas a apuntar en pelota?”

El Campeonato Panamericano de Béisbol Sub 18, desarrollado en México en 2014, concedió a la novena cubana la posibilidad de asistir a la Copa Mundial de la categoría después de concluir en la segunda posición.

Solo Estados Unidos terminó por encima de Cuba. Varios integrantes de aquel conjunto criollo como Luis Robert, Julio Pablo Martínez, Yusniel Díaz, Jorge Oña, Cionel Pérez, Ronald Bolaños, Johan Oviedo y Michel Báez alcanzarían a debutar en Major League Baseball (MLB).

Entre la mencionada pléyade se encontraba Ariel Martínez, como parte de una generación plagada de talento. Dicho Panamericano, sería su antesala a las Series Nacionales.

¿Cuándo te diste cuenta que querías dedicarte al béisbol para toda la vida?

Desde chiquito. Ni recuerdo qué edad tenía, si acaso tres o cuatro años. Cuando aquello estaban esos Equipos Cuba muy buenos. Los muchachos más grandes del barrio hablaban de pelota y las personas mayores iban a mi casa a ver los partidos.

Jugábamos Super Nintendo y seguíamos a Ken Griffey Jr.; le cogí tanto amor al juego que puse a mis padres en función de buscar mis primeros guantes, pelotas y bates. Entonces, como yo era el que tenía los implementos para jugar, cuando perdía me quería llevar todo. De vez en cuando, la gente me recuerda ese genio que yo cogía cuando niño.

Ese tiempo coincidió con los inicios del Beisbolito en Matanzas. Insistía a en que me llevaran, pero no lo hacían. Hasta que un día dejé una nota que todavía tienen guardada. Decía “Papi, ¿cuándo me vas a apuntar en pelota?”.

Ya tenía mi trajecito y todo para ir. Lo que mis padres trabajaban mucho y no tenían tiempo de inscribirme. Viví en Itabo, en el municipio Martí, hasta los 2 años cuando vine para la cabecera provincial por el trabajo de mi papá.

Gerardo Rionda fue el primero en ponerme a jugar. Después, en la categoría 9-10 años, entrenaba con Josie Oviedo y Pablo Hernández Jr.; ahí empecé a jugar municipales, provinciales y todo lo demás. Me ponían en primera base, tercera y de pitcher, pero un fin de semana, en unos topes que echábamos nos faltaba un cátcher.

Los chiquillos me embullaron y me puse detrás del home. Ya después, Josie, que era cargabates en la Serie Nacional, me resolvió mascotas, arreos, en fin, lo necesario para la receptoría.

Ariel Martínez debutó con Matanzas en la Serie Nacional de Béisbol
Ariel Martínez debutó con Matanzas en la Serie Nacional de Béisbol

¿Cómo llegas a las Series Nacionales?

Ya en los juveniles, en la Sub 18, no jugué mucho la posición en mi primer campeonato porque había presentado problemas en la vista desde los 14 o 15 años. Pero a pesar de ser miope, nunca me ponía los espejuelos para jugar. No catcheaba muy bien en ese momento.

Tengo que decir que les tenía miedo a los lanzadores de más edad que yo, porque jugaba a miopía limpia. No bateé muy bien en ese torneo hasta la final en Artemisa.

En mi segundo año como juvenil si jugué como cátcher completo. Compartí la posición con Ian Alejandro Pérez. Ahí fui líder en empujadas y pegué sobre .300, junto a Omar Estévez, en un apartado de la competencia con un picheo bien duro.

Logré ir al Cuba Juvenil en 2014. Viajé a un Panamericano en Baja California Sur, México, con otros Cocodrilos como Víctor Víctor, Cionel Pérez, Omar Estévez, José Amaury Noroña y varios muchachos que llegarían a Grandes Ligas. Víctor Mesa me conocía desde esa etapa, y a la vez que haces el Cuba Juvenil casi siempre te ponen después en el equipo de tu provincia.

Cieguito-ichi

Resulta imposible repasar la trayectoria deportiva de Ariel Martínez sin detenernos en su etapa con Víctor Mesa en los Cocodrilos de Matanzas. Bajo la dirección del volátil mandamás, el espigado prospecto vivió las Series Nacionales 54, 55 y 56; sus tres primeras.

Durante esos campeonatos con la “Explosión Naranja”, Ariel pegó para .315 en 530 idas al cajón de bateo. Su OBP de .415, disparado por 72 boletos, mostró cuanta paciencia ganó madero en mano.

Sonó 35 extrabases, entre ellos 10 jonrones, y remolcó 79 carreras; no obstante, a pesar de su fuerza, también concretó 11 toques de sacrificio. Con Víctor, de todo un poco.

¿En qué aspectos te hizo mejorar Víctor Mesa?

Víctor me enseñó demasiadas cosas. Por ejemplo, no me gustaba entrenar, y con él, creo que éramos el equipo que más entrenaba en la Serie. Siempre hacíamos pre-game cuando casi nadie más lo hacía. Y gracias a eso, los jóvenes nos desarrollábamos mucho.

También a Víctor le gustaba darles chance a las promesas. En ese entonces, comencé a cogerle amor al entrenamiento y a ser más profesional, porque para que Víctor no me regañara tenía que estar lo mejor posible.

¿Para que Víctor no te regañe?

Sí, porque era muy exigente. Pero, además, cuando uno ya tiene cierta edad no le gusta que lo regañen. Yo era un muchacho inteligente en la escuela, sin embargo, me llamaban mucho la atención porque terminaba rápido los ejercicios y me ponía a joder.

Me gustaba hacerme el gracioso y retar a los maestros a que me botaran del aula, pero cuando alcanzas la madurez ya no quieres que te señalen tanto.

En Matanzas teníamos un núcleo joven muy bueno. Víctor como que nos tenía puesto el dedo, pero era porque nos veía potencial. Yo entendí que era para bien y por eso pude avanzar con él. Otros, en cambio, a veces se bloqueaban porque tenían otro tipo de carácter.

¿Alguna anécdota en particular con Víctor Mesa?

En mi caso, era muy entretenido en el partido. Él me “sazonaba” en ese sentido. Me dio más picardía y viveza para la pelota. Como te dije, fui muy inteligente en la escuela, pero esa inteligencia suya de calle la aprendí bastante.

Me enseñó que si quería jugar profesional a un nivel como el que estoy ahora en Japón no podía dar rolling y no correr. Allá no perdonan esas pesadeces. A veces jugando en Cuba todavía me pongo medio malcriado y no corro, pero es verdad que se ve feo.

Víctor me puso cariñosamente Cieguito-ichi, porque al tener problemas en la vista, me decía “¿no ves al corredor adelantando? Pide bola franca. Tú solo míralos, que ellos echan para atrás”. Y cuando me llegaban a segunda, señalaba “toda Matanzas sabía que se iba menos tú”.

Una vez contra Holguín, había uno que corría mucho. Pedí bola franca, lo miré y se detuvo. Ahí Víctor me hacía seña “¡Eso! Buen trabajo”. Con él nunca te aburrías.

Víctor Mesa y Ariel Martínez en Matanzas
Víctor Mesa y Ariel Martínez en Matanzas

¿Qué le faltó al Matanzas de Víctor para ganar un campeonato?

Sinceramente no sé qué pasaba. De mi parte, por ejemplo, en esa semifinal ante Isla de la Juventud te puedo decir que veníamos muy confiados. No nos dimos cuenta que La Isla clasificó en el último chance, venían varios días jugando playoffs.

Nosotros estábamos muy relajados y nos cayeron arriba. Cuando por fin despertamos, ya era tarde. A mi modo de ver, fue nuestro peor playoff.

Creo que en esos años se pidieron varios refuerzos que no necesitábamos. Todos decían que teníamos tremendo equipo, pero cuando los demás se reforzaban quedaban mejor que nosotros porque, aunque teníamos nombres, los contrarios estaban mejor conformados en cuanto a la función de cada cual.

A veces nos quedaban dos juegos en Matanzas con ventaja de 3-2 en una serie. Entonces empezábamos perdiendo y Víctor como que se apresuraba en cambiar al pícher porque veía venir los fantasmas del pasado.

En aquel nocaut que nos dio Granma en el Victoria de Girón, Yera estaba encendido. Le hacen la primera carrera en el cuarto inning, pero se apuraron en cambiarlo. Pusieron muy rápido a Moinelo, a David Mena y nos quedamos sin bullpen.

Todos se empezaban a presionar. Algunos pensaban “esta vez tengo que batear porque no hice nada el año pasado”. Salían esos fantasmas a algunos peloteros y empezaban a equivocarse sin darse cuenta.

Y cuando yo entré, ya habían perdido varias veces. Se arrastraba mucha frustración. Los contrarios sabían eso. “Matanzas se transforma, se acobarda” venían y te decían eso en el entrenamiento. Veías caras cambiadas, jugadores comiéndose las uñas. Sabías que ibas a perder de nuevo.

Si hablamos de lo malo, también de lo bueno. En la Serie Nacional 59, formaste parte de los Cocodrilos campeones con Armando Ferrer ¿Notas alguna diferencia entre las formas de dirigir de Ferrer y Víctor?

Creo que Ferrer recogió un equipo bien armado, con mentalidad ganadora. Supo darles más protagonismo a los peloteros. Aunque he estado poco bajo su dirección, me da la impresión de que se rodea de gente muy buena como Lázaro Junco, Jesús Salgado y que no toma las decisiones solo.

Además, en esa Serie 59 tuvimos peloteros con un pico de rendimiento altísimo. Arruebarrena acabó, dio jonrones muy importantes, fue líder jonronero y tapó un hueco que teníamos en el short stop desde que se fue Dainer Moreira. En los años de Víctor se improvisó mucho en esa posición, hasta Gracial fue torpedero.

También la gente se ha olvidado un poco de alguien que para mí fue el MVP del equipo ese año: Yamichel Pérez. No solo fue al seguro en la etapa clasificatoria, también en los playoffs. Abrió, relevó, Yamichel hizo de todo.

Eso nos faltó en años anteriores. Un pícher que tú sepas que no va a perder el juego crucial con nadie. Pinar del Río tuvo a Yosvani Torres, Ciego de Ávila a Yander Guevara y Vladimir García.

Nosotros pudimos haber contado con Yoennis Yera para eso, pero creo que Víctor, a veces sin querer, le mató la confianza a Yera. Hubo un playoff en el que puso de primer abridor a Frank Montieth. Eso presionó más a Yera, porque además de todo lo que se hablaba de él, ni siquiera abrió aquel primer día.

Ariel Martínez golpeó para .579, de 19-11, en los playoffs de la Serie 59. Lamentablemente, una lesión frenó su permanencia en la lucha por el título ante Toros de Camagüey. Mas, si abordamos sus estadísticas más relevantes a lo largo de seis cursos y 869 turnos oficiales en la pelota cubana, encontramos un aceptable average de .291 y un fenomenal .398 de OBP. Eso sin mencionar que 66 de sus 253 imparables, han sido extrabases.

Ariel Martínez: «los Cocodrilos lo tienen todo para repetir el título»

De Cocodrilo a Dragón

El reconocido receptor matancero firmó con Chunichi Dragons para la campaña 2018. Los de Nagoya le hicieron debutar en la Liga Central de NPB en 2020. Aunque no explotó todo su potencial en la organización, la maestría adquirida ayudó a Ariel en retos posteriores.

¿Qué significan para Ariel Martínez los Chunichi Dragons?

Fue el equipo que me vino a buscar a Cuba para darme la oportunidad de ser profesional. Ahí tuve que captar varias cosas por mí mismo. Fueron una escuela. Si con Víctor Mesa aprendí la importancia de entrenar, allá tuve que magnificarme a la triple potencia.

Dejé de lado hobbies que tenía como ver la Champions League del fútbol europeo por la madrugada. Todo para descansar mejor y entrenar más duro al otro día.

¿Cuánto te aportó tener por allá a un coach como Omar Linares?

No lo vi mucho en los primeros dos años porque yo estaba en las granjas y Omar en el primer equipo. Pero él siempre me llamaba y me daba consejos. Cuando Linares podía, iba a las Ligas Menores, me veía y corregía cosas. Ahí trabajaba yo lo que él me señalara. Al subir en 2020, ya lo veía todos los días.

En el pre-game, Dayán Viciedo y yo hacíamos el bateo junto con él. Además, Omar fue de los que dio el visto bueno para que fuera a Chunichi. Cuando ellos preguntaron por un cátcher que estuviera despuntando en Cuba, Linares les habló de mí. Los Dragones vieron mis condiciones en un Cuba Sub 23 y se concretó todo. Por eso tengo mucho agradecimiento con Omar.

¿Hace la diferencia contar con compañeros cubanos en la franquicia?

Contar con compañeros cubanos y dominicanos hace aquello más ameno. Los japoneses al principio son muy tímidos al acercarse a ti por la barrera del idioma. Ellos son más de trabajar y menos de hablar.

Pero Viciedo me ayudó mucho con los implementos, a seleccionar el bate correcto. También me enseñó a la hora de coger roletazos en primera. Él tenía más destreza con el guante por haber jugado más el cuadro.

También tengo mucho agradecimiento para el dominicano Zoilo Almonte, que perteneció a los Yankees y fue tremendo bateador en NPB. Me gustaba mucho su técnica e inteligencia para batear. Era ambidextro. Podía darle a cualquier picheo en cualquier zona. Algo difícil en Japón donde se tira mucho tenedor y otros lanzamientos extraños.

Él levantaba el pie al igual que yo, por eso le preguntaba cómo pensaba para conectar algo en específico o cómo ajustaba para darle a un tenedor si estaba esperando recta.

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Pelotero japonés que más te ha impresionado en tu paso por NPB…

¡Munetaka Murakami! Yo tenía como 21 años la primera vez que lo vi y él, 17. Fuimos a la Liga Instruccional en Miyazaki. Nos dio tres jonrones en un juego. Eran larguísimos, contra rectas duras y pegadas. “¿Cómo puede irles delante a picheos tan rápidos?” pensaba. En 2019, su primer año en NPB, se ponchó mucho, pero dio más de 30 jonrones. Una locura.

Si estabas de receptor, ¿qué lanzamiento le pides a tu lanzador para dominar a Murakami?

Yo realmente ya no cojo mucha lucha con él (sonríe). Recuerdo que una vez, con hombres en bases, Yariel Rodríguez le tiró un tenedor. Para que tengas una idea, el tenedor no es un lanzamiento que Yariel posicione mucho y la bola le rompe durísimo contra el piso o a los lados, ese traía como 146 Km/h. Murakami le dio ya rendido y la desapareció por la banda contraria en el Vantelin Dome Nagoya, que tiene fama de ser uno de los terrenos más largos en Japón.

Algunos aficionados, directores y especialistas consideran que el pelotero cubano que sale a Liga Japonesa mediante la Federación Cubana de Béisbol tiene la obligación de jugar en Series Nacionales o en todos los eventos con el equipo nacional, ¿cuál es tu postura al respecto?

Mis primeros años en Japón los pasé en las granjas de la franquicia, donde lo que más se hace es entrenar. Es toda la semana sin descanso, pero no juegas lo suficiente. Por eso veo necesario que los muchachos que están en las granjas allá vengan y jueguen en Cuba todo lo que puedan.

Claro, no se le debe imponer nada a nadie. Ya cuando se juega en un primer equipo aumenta el rigor porque son más de 140 partidos, y cuando no estás en el terreno, andas viajando en avión o tren. A esos peloteros sí hay que darles más margen de decisión. Repito, sin que nada se imponga porque también tenemos derecho de estar con nuestras familias.

Sobre los eventos internacionales, están el Clásico Mundial y el Premier 12, que son torneos fuertes en los que cada pelotero de Japón puede aportar mucho. Pero para Juegos Panamericanos o Centroamericanos no nos deberían traer.

Ese viaje largo sin adaptación al horario en un torneo muy corto, al que a lo mejor llegas sin la mejor disposición, te quita chance de pelear por marcas en la Liga. Así le pasó a Gracial en una ocasión. Lo mandaron a buscar para unos juegos múltiples en medio de la temporada cuando discutía el liderazgo en hits. No se pudo ajustar a ese cambio brusco y después es muy fácil criticar.

Un luchador entre Luchadores

Al concluir su vínculo contractual con Chunichi, a Martínez llegó a parecerle incierto su futuro en el béisbol japonés. ¿Tendría que regresar a las Series Nacionales con la responsabilidad de sostener a su esposa e hija? Reza un dicho popular que Dios aprieta, pero no ahoga. Aunque en este caso, parece que tampoco apretó mucho.

Cuéntame cómo surgió la oportunidad de firmar con Nippon Ham Fighters…

Me sentía disgustado en Chunichi. No me gustó la última oferta que me hicieron y tampoco encajaba con la personalidad del manager. Apenas se supo que no seguiría allí, un traductor que trabajaba conmigo y tenía relaciones en los Fighters me dijo que el equipo quería conversar conmigo.

Primero pedían que fuera yo a Sapporo, pero cambiaron de idea, y vinieron ellos a verme a Nagoya, en el hotel que utiliza el club para quedarse en la ciudad.

Estaba un poco predispuesto, pero cuando vi el respeto con que se dirigieron hacia mí y su oferta, enseguida acepté. Un día después que se anunció mi baja de los Dragons, ya tenía otro contrato. Eso nunca lo esperé. Creí que tendría que regresar a Cuba sin equipo.

Ariel Martínez durante un entrenamiento en Japón
Ariel Martínez durante un entrenamiento en Japón

¿Cómo es un día de Ariel Martínez en Japón?

Entre semana, me levanto a eso de las 10:00 de la mañana. Los juegos son a las 6:00 de la tarde. Y si están mi esposa o mi suegra, me preparan un desayuno fuerte. De ahí me visto rápido para salir de la casa a eso de las 11:00. Cuando estaba en los Dragones, iba en taxi, pero ahora en los Fighters, camino un poco hasta la estación de Sapporo. Cojo un tren, que son 20 minutos hasta Kitahiroshima, y dentro de la ciudad, otro taxi hasta el estadio.

Me gusta bajarme en el estadio a eso de las 12:00 del mediodía. Allí me voy al club house y me pongo la ropa de entrenar, a veces me doy un baño allá. Después, me estiro un poco. Si quiero hacer gimnasio, lo hago, y si no, trato de calentar bien. Me fijo si hay algún pelotero en el terreno. No me gusta ser el primero, pero tampoco el último.

Luego, toca la práctica de bateo. A los receptores nos ponen de primeros. A eso de las 2:00 de la tarde empezamos el pre-game y lo terminamos casi a las 4:00. De ahí, me baño, almuerzo, que es casi cena, para ir al meeting.

En Chunichi hacíamos el meeting en el club house, pero en los Fighters hay un pequeño cine para eso. Primero hacemos meeting defensivo, analizamos a los lanzadores contrarios, y luego, meeting ofensivo, en el que repasamos las señas, entre otras cosas.

A las 5:00 vamos al campo de juego ya vestidos con el traje del equipo y hacemos infield, que es pararse en la posición que vas a jugar ese día, coger batazos y armar tremendo tira tira, como se dice en Cuba. Eso funde a cualquiera, pero allá lo hacemos a diario.

Cuando acaba el partido, voy a revisarme si me di algún golpe y me ponen tratamiento en caso de necesitarlo. Trato de comer algo en el estadio y regreso a la estación. En ese momento tengo que esperar a que se vayan varios fanáticos, porque te asedian.

Trato de ponerme audífonos grandes o gorro, pero siempre coincido con par de ellos. Me piden fotos, autógrafos y regreso a casa cansadísimo. Para esa hora ya mi niña está dormida y no puedo verla, aunque a veces voy con la familia al juego y volvemos todos juntos. Los fines de semana tengo la misma rutina, pero me despierto a las 6:00 de la mañana para jugar a las 2:00 de la tarde.

Hubiese imaginado que te mueves en auto por allá…

Casi ningún pelotero extranjero anda en carro por Japón, o al menos se ve poco. Pero creo que voy a ser de los primeros en 2024. Pienso obtener la licencia y alquilar o comprar un auto. Eso en Chunichi no me hacía falta porque cogía un taxi desde la puerta de mi casa hasta el estadio, pero este equipo queda más lejos y solo se encargan del taxi dentro de su ciudad.

Creo que Raidel Martínez ya manejaba porque hace un tiempo le dieron un carro, pero no lo hace todos los días porque sale muy agotado y allá es complicado. Tienes que siempre ir por la senda izquierda y hay mucho tráfico. Ir en tren es más rápido, pero a veces están llenos y vas parado con demasiado desgaste.

¿Qué factores hicieron posible tu gran campaña 2023 en NPB?

Me ayudó mucho la experiencia en Chunichi, que malas o buenas, fueron cinco temporadas. Pude haber rendido así desde antes, pero las lesiones a veces me castigaron. Incluso en 2022 empecé bateando mucho más, pero perdí varios juegos.

También gané confianza con el buen papel de Cuba en el Clásico Mundial. Entrené en ese evento con peloteros que no veía desde categorías inferiores como Luis Robert, Ronald Bolaños y otros más. Aprendí de ellos también, que son los que están en Grandes Ligas.

Me les pegaba bastante y trataba de ver sus entrenamientos. Siempre te aportaban algo nuevo. Durante las primeras semanas en Fighters no me encontraba al bate, pero no perdí la confianza. No me cansé de trabajar, y al final, el trabajo siempre sale.

Fuiste sublíder de la Liga del Pacífico en pelotazos, ¿por qué te dieron tanto dead ball?

Eso es porque me pichean muy pegado. Si le doy delante, perfecto. Pero parece que el scouteo de ellos les dice de no trabajar a los extranjeros al centro o afuera porque tenemos los brazos muy largos. No es que quieran darme. Ellos se disculpan y hasta mandan regalos después. Pero me dieron dos o tres pelotazos que me sacaron de circulación.

Clásico Mundial

La mayor cita del béisbol de concentrados nacionales en su edición 2023 trajo considerables novedades para la isla. Además de presentar por primera vez en estos eventos un equipo con peloteros activos en MLB, los cubanos obtuvieron su segundo mejor papel en Clásicos Mundiales desde la final de 2006.

Alcanzaron las semifinales en esta oportunidad. Ariel solo pegó un imparable en el torneo ante Australia durante los cuartos de final. Eso sí, su dedicación con la máscara le llevó a vivir este hito en primera plana.

Del Clásico Mundial, me pareció fundamental esa victoria ante China Taipéi en la última ronda de la fase de grupos, ¿cómo fue el enfoque para ese partido?

Bueno, primero considero que la victoria ante Panamá también fue importante. Con ese triunfo comenzaron nuestras opciones matemáticas, y después de perder ante Países Bajos e Italia, no había otra que ganar. Ese juego contra los panameños lo empezamos hasta perdiendo, y de un momento a otro, Roel Santos, que es un pelotero que siempre quisiera en mi equipo, dijo unas palabras como “¡Qué ping#! ¡Esto es un Clásico Mundial! ¿Hasta cuándo? ¡Vamos!”.

Todos lo miraron como si no le hicieran caso, pero desde ese punto comenzamos a jugar de verdad. Remontamos amplio ese partido. Vimos que hicimos muchas carreras y teníamos chance ante Taipéi. Nos empezamos a crecer. Desde ese día contra Panamá se vio un equipo diferente.

Andy Ibáñez: “Los peloteros cubanos somos superhéroes”

¿Qué tal la acogida a elementos como Yoenis Céspedes, Luis Robert, Yoan Moncada, Lorenzo Quintana, y demás?

Teníamos ganas de tenerlos lo antes posible, pero nos llegaron casi un día antes del evento por ciertas limitaciones. Sabíamos de la calidad de ellos, y queríamos al grupo completo. Yo tenía ganas de compartir con ellos porque jugué con algunos en categorías juveniles.

Hasta le decía a Andrys Pérez “estamos aquí con Grandes Ligas. Mira a Mike Piazza, vamos a tirarnos fotos”. Y nada, que se formó una familia. En los aviones y en las guaguas, nuestra gozadera era tremenda.

No empezaste el Clásico como receptor titular, no obstante, después asumiste el puesto. Tampoco bateaste mucho, pero se te vio enfocado en defensa. Danos tu consideración sobre tu papel detrás del plato.

Siempre estuve dispuesto. Me sentía bien anímicamente, lo que días antes del Clásico, sufrí una lesión en la rodilla entrenando en Taipéi. Pensé que no podría jugar, pero el médico me atendió y me recuperé a tiempo.

Entendí no ser regular al principio porque Yadir Drake estaba bastante bien en primera base, tanto ofensiva como defensivamente, y Quintana venía de Estados Unidos. Además, yo llevaba rato sin catchear.

Para el juego ante Panamá, imaginé que habría rotaciones para cambiar la tónica tras dos derrotas. Ese mismo día del juego me dijeron que abriría regular. Le recibía a Ronald Bolaños, que es de mi edad, pero que hacía rato no jugaba con él.

Calenté con Bolaños, y hablé con él todo lo que pude. También conversé mucho con Elián Leyva. Eso lo aprendí en Japón. Con todos los lanzadores hay que hablar mucho desde el banquillo, preguntarles cómo se sentirían más cómodos. Siempre trato de adaptarme al pícher, no que é se tenga que adaptar a mí.

Ariel Martínez comenzó en la banca del equipo Cuba, pero luego asumió la titularidad como receptor
Ariel Martínez comenzó en la banca del equipo Cuba, pero luego asumió la titularidad como receptor

Al asumir la receptoría ¿sientes más responsabilidad por recibir que por batear?

−Sí, sobre todo en ese Cuba del Clásico. Porque se comentaba mucho que no teníamos un buen cátcher, por eso me concentraba en cubrir esa parte. Para batear estaban los demás caballetes. Mi principal preocupación era que no se me vaya ninguna bola, tirar decentemente a segunda en caso de robo y pedir el lanzamiento correcto para que el equipo contrario no bateara.

¿Qué impacto generó en ustedes jugar la semifinal contra Estados Unidos en Miami?

Nosotros estábamos muy contentos de llegar allí. Pensábamos que calentaríamos eso porque estábamos como en casa, en un lugar lleno de cubanos. De verdad creímos que podíamos ganar, se sentía en el equipo.

El resultado no salió, pero teníamos tremenda gozadera. Mucha gente fue a vernos al hotel. Todos los peloteros se veían disfrutando el momento, y eso no lo sentía desde hace mucho tiempo en un Equipo Cuba.

Entre los cubanos de Miami, ¿qué palpaste más?, ¿aceptación o rechazo?

Te juro que no sentí rechazo allí. Incluso, en el primer inning ante Estados Unidos, cuando dimos nuestros hits dentro del cuadro e hicimos nuestra carrerita, se escuchó tremenda bulla.

Pero cuando el juego se fue de un solo lado, ya la gente comenzó su lucha política. Yo respeto a cada cual en su forma de pensar. Es verdad que algunos nos gritaron faltas de respeto, sin embargo, aquí en Cuba también te lo gritan.

Es parte del juego. Yo estaba concentrado en mi pelota, hasta que me sentaron con el juego abierto y me puse a vacilar todo lo que sucedía en el estadio. Pero uno se pone a pensar, y si no hubiéramos llegado a Miami, los que sacaron sus carteles no hubieran podido hacer su lucha.

Quizá si hubiesen hecho más carreras en ese primer inning, el juego hubiera sido diferente

Claro, si hacíamos dos o tres carreras ahí, a nuestro pícher le daba más confianza. Yo a lo mejor hubiese pedido lanzamientos más agresivos ante los americanos. El abridor contrario, Alan Wainwright, era asequible para nosotros.

Ya está veterano, y vio pasar sus mejores momentos. Son peloteros que crees que conoces, pero en realidad no. Hay que enfrentarlos en persona para darse cuenta. No por gusto son los mejores del mundo.

Un 2024 repleto de ilusión

El presente año demandará de Ariel Martínez otro gran rendimiento con Nippon Ham Fighters para mantenerse empleado en el difícil mercado japonés. A comienzos de 2024, Ariel disfrutó desde la grada del Estadio “Victoria de Girón” del título de Liga Élite obtenido por los Cocodrilos de sus amores. Un augurio más que positivo para un jugador que madura contra viento y marea.

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Imágenes cortesía de Facebook y Facebook Ariel Martínez 40
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