Hace 10 años, Alexis Copello no vive en Cuba. Formó familia en España. Sin embargo, no pierde el acento cubano. A cada rato, se le va un “asere”, o habla con la cercanía y conexión de los nacidos en la isla al pronunciar “mi hermano”, “¡Candela!”, e incluso, “¡Éramos pocos y parió Catana!”.

La campeona olímpica de heptatlón de Estados Unidos, Jackie Joyner-Kersee, tras concursar en eventos atléticos hasta cerca de los 40 años, afirmó que “la edad no es una barrera. Es una limitación que pones en tu mente”.

Ese es el caso de un representante del atletismo cubano, Alexis Copello Sánchez, quien a sus 37 años de edad compite al más alto nivel en el triple salto. En sus vitrinas, atesora el título de campeón panamericano y una medalla mundial. También, ha sido finalista olímpico con Cuba, además de obtener preseas en campeonatos europeos con Azerbaiyán, país al cual representa desde 2017.

Desde su casa en Madrid, España, a pocos kilómetros de la pista de atletismo de Guadalajara, donde entrena con el campeón olímpico cubano de salto largo, Iván Pedroso, y luego de recoger a sus hijas del “cole”, Alexis Copello recuerda los triunfos, fracasos y emociones de una carrera deportiva de más de 20 años, aún sin final escrito.

El comienzo de un atleta de élite

Copello nació en Santiago de Cuba, provincia cubana, en 1985. El barrio Los Pinos, donde creció, colindaba con las principales instalaciones deportivas santiagueras como el estadio de béisbol Guillermón Moncada y la pista de atletismo provincial. Esta cercanía propició su inicio en el mundo de los deportes.

“En la familia, mi hermano mayor era el deportista. Él competía pruebas múltiples y combinadas y llegó a estar en La Habana durante un año, pero luego decidió irse del país y comenzó a vivir en Italia. Desde pequeño, yo quise estar en el deporte y mi hermano decía que no, debía esperar un poco más porque aún no tenía edad para ello”, cuenta.

Aquel niño esperó hasta los 10 años de edad para inscribirse en atletismo. Contrario a gran parte de los infantes en Cuba, que dan sus primeros pasos en el béisbol, él tenía fijación con el campo y pista en particular: “Siempre estaba corriendo. En la escuela hacían muchas actividades de juegos y la ganaba todas. Realmente, nunca me interesó otro deporte fuera del atletismo”.

Durante su niñez, Alexis Copello asistió a diferentes competencias en las cuales participaba su hermano, contra los atletas de otras provincias. A su memoria, vienen los nombres de algunos amigos del barrio que se anotaron en atletismo para rivalizar con niños de otros distritos, aunque “la mayoría de ellos dejaron el deporte, menos yo. Siempre quise dedicarme a al deporte en mi vida y así fue.

Atletas Lester Lescay, Alexis Copello y Jordan Alejandro
Lester Lescay, Alexis Copello y Jordan Alejandro Díaz, uno de los grupos de atletas cubanos de saltos horizontales residentes en España que no representan a la Federación Cubana de Atletismo.

“En Cuba, cuando inicias en el atletismo, practicas varias pruebas: lanzar, correr, saltar. Destaqué en los saltos, en la altura y en la longitud. En aquel momento, no se practicaba triple porque debías tener más edad. Sin embargo, los profesores decidieron incluir algunos ejercicios al notar progresión en el salto largo. A partir de ahí, doblé ambos eventos hasta los juveniles”, recuerda.

“Al principio, no tenía fijación con ningún atleta, independientemente de mi hermano. Luego, amplié habilidades en el atletismo y encontré en el triplista Yoelbis Quesada ese ídolo deportivo para mí. Incluso, tuve la oportunidad de entrenar con él”, dice.

La trayectoria de Copello hasta el equipo nacional cubano prescindió de la etapa en la EIDE de Santiago de Cuba y pasó directo a la ESPA provincial.

“Previo a los juveniles, no participé en ninguno de los dos juegos escolares correspondientes. Siempre estaba lesionado porque era flaquito y tenía poca masa muscular. Después desarrollé en la adolescencia y alcancé un buen grado técnico, lo cual permitió dar el salto a la ESPA. Es una etapa bonita en la carrera de todo deportista cubano. En esa época, había masividad y conocías a muchachos de lucha, pelota, fútbol, judo, de todos los deportes. Además, las enseñanzas de la ESPA eran clave para tu desarrollo, pues es en la etapa juvenil donde uno más aprende. La escuela quedaba cerca de la casa y podía ir todos los días. La rutina de vida se convirtió en casa, escuela y entrenamiento”, recuerda.

El “salto” al equipo nacional de mayores y el sueño roto del Campeonato Mundial Juvenil

A pesar de tener resultados relevantes para ser incluido en el equipo nacional juvenil, Copello nunca recibió la solicitud de la Federación Cubana, algo inusual en el esquema piramidal del atletismo antillano.

“En mi tiempo, debías ponerte las pilas porque los juveniles estaban a un gran nivel. Imagínate, yo competía contra David Giralt Jr. y contra Osniel Tosca en el triple salto, y nos ganábamos entre sí. Conmigo pasó algo extraño, pues nunca me convocaron al equipo juvenil. Existía un poco de regionalismo allí porque a los santiagueros, aunque fuera el mejor talento del país, les costaba llegar a La Habana”, explica.

No obstante, la promoción de Alexis Copello llegó, pero esta vez directo al equipo nacional de mayores, luego de una competencia en La Habana en la que registró 16,90 metros (m), ocupó el primer lugar, y obtuvo el boleto para el Campeonato Mundial Juvenil en Grosseto, Italia, en 2004. Sin embargo, el sueño de competir en aquel certamen no pudo cumplirse.

“Esa fue otra historia. Estaba clasificado al mundial y era uno de los favoritos a ganarlo, pero cuando llegué al aeropuerto, dijeron que no habían aprobado la visa a tiempo y regresé para la casa. Yo no lo pude creer porque, además, era mi último año de juvenil y expiró la oportunidad de participar en la cita del orbe. Cuba siempre ha alcanzado preseas en el triple en los campeonatos juveniles y ese año el país no obtuvo medallas”, cuenta.

A la decepción de quedarse sin asistir al Mundial, se sumó otro contratiempo que frenó su carrera: no fue llamado para sumarse al fuerte equipo nacional de atletismo.

“Después, tampoco llamaron para incorporarme al equipo nacional, aunque ya tenía la plaza. Empecé la licenciatura en Cultura Física en la Universidad de Santiago de Cuba hasta noviembre, cuando mi entrenador, Sigfredo Banderas, regresó de una gira por Europa e hizo que me llevaran para La Habana. Pasé trabajo para llegar, no te lo voy a negar”, añade.

Cae la barrera de los 17 metros: llegada a la élite

En 2005, Alexis Copello formó parte del equipo participante en el Campeonato Centroamericano y del Caribe de Nassau, Bahamas. En esa ocasión, sobrepasó por vez inicial la barrera de los 17 m -una marca de importancia en su especialidad- aunque su salto fue invalidado por tener viento a favor por encima de lo permitido. Meses después, logró 17,19 m, esta vez con viento legal.

“Uno siempre se emociona con el primer brinco de 17 m porque sabe que ya puede estar en la élite. No todos logran superar esa marca, pero en Cuba es muy fácil por la tradición del triple. Cuando eres juvenil en el país y quieres avanzar, debes saltar 17 m porque ya hay otros cinco o seis haciéndolo. Esto no pasa en ningún otro lado, solo en Cuba”, explica.

Aquel fue el año del “despegue”, cuando empezó de forma regular a saltar sobre esa cota y a ganar competencias, tanto dentro del país -donde estaban algunos de los grandes saltadores del mundo-, como fuera de este. Incluso, en las Olimpiadas Nacionales, derrotó a Yoandris Betanzos, quien era el mejor de Cuba en ese entonces. A ese triunfo, sumó grandes actuaciones en eventos europeos y la primera presea en un evento internacional durante los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Cartagena 2006. Pero también vivió momentos difíciles durante el 2006, cuando empezaba a convertirse en una referencia de la especialidad.

“Si hubo algo doloroso en ese 2006 fue la posibilidad existente de ir al Campeonato Mundial bajo techo de Moscú, pero no asistí. Yo le había ganado a todo el mundo aquí en Cuba y mantenía rivalidad con Betanzos. ¿La respuesta dada?: no me inscribieron a tiempo para participar”, recuerda.

Los Juegos Olímpicos: una injusticia y una lesión costosa

Los altibajos en la carrera de los deportistas suelen ocurrir y para Alexis Copello no fue la excepción. El 2007 fue complicado y sus discretos resultados y la calidad del triple salto que Cuba atesoraba entonces, lo privaron de intervenir en su primer mundial de mayores en Osaka. Sin embargo, para 2008, el año de los Juegos Olímpicos, se había convertido en el principal triplista de la Isla.

“Era el año de los Juegos Olímpicos y ese es el sueño de todo deportista. Necesitaba mejorar para llegar porque la competencia interna era fuerte. En los meses de invierno, debuté en eventos bajo techo y competí mal por un tema de adaptación. No es lo mismo saltar al aire libre que bajo techo. Todo es diferente por el montaje la pistilla de los eventos techados, es como una tarima y pierdes consistencia a la hora de pisar”, explica.

“Los juegos eran como en agosto y todavía en julio no tenía la marca de clasificación. Estaba saltando bien en los entrenamientos, pero no tuve muchas competencias ese año por tema de lesiones. Un mes antes de Beijing estaba en muy buena forma física y salté en La Habana 17,50 m, mi mejor marca hasta ese momento. Clasifiqué y viajamos a China como una semana antes de la competencia para aclimatarnos y también por la diferencia de horario”, cuenta.

Pero, pese a ser favorito para acceder a la final, Beijing le guardaba a Alexis Copello otro momento difícil en su carrera, por una de esas decisiones inexplicables que suelen ocurrir en el atletismo cubano.

“Cuando estábamos en la villa olímpica de Beijing, como cuatro o cinco días antes de la ronda clasificatoria, nos mantuvimos entrenando leve para evitar las lesiones. Entonces, recibimos una llamada de Cuba y nos dijeron que harían una prueba de eliminación simultánea entre quienes estaban en China y los que no clasificaron y se quedaron en Cuba. Era algo interno. Yo me molesté muchísimo porque no entendí cómo a unos días de la competencia del año, y estando clasificado por mérito propio, debía rivalizar para ver si participaba o no”, recuerda.

“Hablé con mi entrenador y le comenté de la injusticia. Quienes estaban en Cuba no habían clasificado por algún motivo y yo había logrado mi marca, era de los favoritos en el evento. Mi entrenador, Sigfredo Banderas, era un hombre muy noble, y a veces los otros entrenadores se aprovechaban de él y, prácticamente, no defendió mi postura. Me dijo que saltara, pues estaba en buena forma y lograría mi clasificación, una vez más. Le hice caso y gané ese evento interno, ¡pero a qué costo! Sufrí una lesión en la rodilla a pocos días de los Juegos. Hice tratamientos médicos con hielo y masajes, pero la molestia siguió ahí y cuando llegó la ronda preliminar en Beijing, salté lesionado. Ni siquiera pude avanzar a la final. Fue frustrante porque tenía registros para luchar por las medallas”, afirma.

Levantarse, después de la frustración, para volver al éxito

Nunca es fácil para un deportista, en uno de sus mejores momento, verse frenado por una lesión. No obstante, en su recuperación, Alexis Copello recibió apoyo emocional y técnico por parte de Aliecer Urrutia, otrora medallista mundial cubano de triple, pieza fundamental en su preparación del 2009.

“Conversaba con Aliecer para tener otro punto de vista sobre las decisiones a tomar. Fue como un segundo entrenador y cada vez que tuve dificultades, él estuvo ahí, dispuesto a asesorarme”, recuerda.

Aquel sería el año en el que alcanzaría el pico de rendimiento. Incluso, ganó el Campeonato de España, como explica, sin ser español y estableció un récord personal de 17,65 m, a pocos meses para llegar al Campeonato Mundial de Berlín.

Junto a Arnie David Giralt y Yoandris Betanzos, Alexis Copello formó parte de la escuadra antillana asistente al Campeonato Mundial de Atletismo Berlín 2009. En el estadio olímpico de la capital alemana, el santiaguero logró la medalla de bronce y se convirtió en el cuarto cubano con una presea mundialista en el triple salto.

“Fue uno los mejores días de mi carrera. La noche antes de la final tuve un dolor de espalda y estuve preocupado esa noche, casi ni dormí entre el nerviosismo y los pensamientos. Durante el evento no salían los saltos, aunque yo estaba en una gran forma física. Al llegar la última ronda, era como el séptimo y restaba un intento. Se acercó Yargeris (Savigne) y me dijo que estaba fallando algo en la carrera, debía recortarla porque llegaba sin fuerzas a la tablilla. Tomé ese consejo y en el último salto hice 17,36 m, con el cual obtuve bronce”, recuerda.

“No todo el mundo es medallista mundial en una prueba de atletismo. Es como si toda la voluntad, la dedicación y el empeño impregnado al triple salto en años estuvieran dando fruto. Cuando llegué a Cuba, la familia me recibió por todo lo alto y sentí orgullo, fue la recompensa a tantas horas de trabajo”, cuenta.

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La persecución de otra medalla mundial, otra decisión ilógica y los dolores

Para 2011, convertido en un miembro de la élite del triple salto, Copello se encontró ante otra decisión externa similar a Beijing: debía saltar para defender lo que se había ganado por méritos propios. Además, unas molestias que se convirtieron en crónicas amenazaban su carrera.

“En esa etapa de mi vida saltaba más de 17,30 m con regularidad y estaba entre los mejores cinco del mundo. Tuve algunas competencias de la Liga del Diamante, pero siempre con el ojo puesto en Daegu, el principal evento del año. Entonces, como en julio, Daniel Osorio, entrenador de los otros muchachos de triple, dijo que se debía hacer una prueba de eliminación en Ávila, España, para ver quién clasificaba. Me puse malo, pues se repitió la historia de Beijing. Además, yo era bronce mundial y tenía algunas de las principales marcas del año. ¡Ilógico! Le dije a Sigfredo que haría, máximo, dos saltos porque no quería joderme la rodilla. En la ronda inicial marqué 17,68 m, lo mejor de mi vida. Recogí las cosas y partí, pues nadie llegó a ese récord. Eso dio a entender que las pruebas eliminatorias espontáneas eran ilógicas. Si un atleta estaba clasificado y el otro no, debía respetarse porque era el esfuerzo de todo un año y no de un solo evento”, cuenta.

En el mundial de atletismo en Daegu, Corea del Sur, Alexis quedó cuarto lugar, pero lo preocupante eran aquellos dolores de espalda que lo lastraron en la competencia. Lo que comenzó como un resultado de las cargas de entrenamientos se convirtió en un padecimiento crónico. Pese a ello, viajó a Guadalajara, en México, para concursar en los Juegos Panamericanos de 2011.

“Allí tuve unos dolores insoportables. Entrenaba bien y saltaba más de 17m, pero cuando la espalda cantaba, convenía infiltrarme. El día de la final amanecí con dolor y no pude inyectarme esa mañana. En los grandes eventos, cuando sales a la pista, ya no puedes entrar a las instalaciones del estadio si no es al baño y acompañado por un voluntario. Hablé con Manuel Medina, el médico del equipo, para administrar un analgésico. Me dijo que buscara la forma de llegar al baño del estadio solo, él iba a esperar ahí”, narra.

“Le comenté la situación a un voluntario jovencito. Le expliqué lo del dolor de espalda y que, si quería competir, debía inyectarme. Le dije: ‘si quieres, te dejo la ropa, zapatos y la gorra’, y aceptó. Fui al baño y Medina me puso un medicamento. Solo así pude competir y ganar el título”, cuenta.

Si bien las pruebas médicas al regresar a Cuba no identificaron la causa de esa dolencia en la espalda, el padecimiento se hizo constante y empezaba a lastrar su carrera. Pero Alexis Copello seguía enfrentando el dolor en busca del triunfo.

“Me hicieron muchos análisis y no encontraron nada, pero yo seguía renqueando. Nunca paré de entrenar porque, como era solo dolor, con una inyección o una pastilla mejoraba”, dice.

La dolencia que pudo marcar la vida de Alexis Copello y la ruptura con la Federación Cubana

La espalda, traicionera, lo obligó a retirarse lesionado de las dos principales competencias del 2012: el mundial bajo techo y los Juegos Olímpicos. Entonces, descubrió que pudo sufrir un problema mayor para su salud, fuera del deporte.

“En el bajo techo de Estambul, Turquía, ni siquiera salté 17 m. Terminé séptimo, o algo así. Solo pude hacer dos saltos válidos. En los Juegos Olímpicos de Londres 2012 la situación fue terrible. Yo clasifiqué a la final y todo, pero tampoco sobrepasé los 17 m y, para colmo, ya no pude aguantar el dolor”, recuerda.

“Cuando se acabó la competencia, Abdel Quintana, fisioterapeuta del equipo y el esposo de Yipsi Moreno, me condujo hasta una clínica en Londres para realizarme pruebas médicas. Llegamos al hospital y no nos dejaron pasar porque éramos cubanos y necesitábamos papeles de seguro médico. Entonces, Abdel les explicó que yo era deportista olímpico y había tenido una lesión de urgencia. Al momento nos pasaron y empezaron a estudiarme.

“Como a las dos o tres horas de estar ahí, vino el medico inglés y diagnosticó una vértebra fracturada. Se preguntó cómo era posible que yo saltara en esas condiciones. Este tipo de lesiones son complicadas, pues pude quedarme, incluso, sin caminar. Me molesté con la Federación de Cuba y cuando aterricé en La Habana, pedí la baja. No entendí que hicieran análisis todas las semanas y no saliera nada. Puse en riesgo mi carrera deportiva. Decepcionante”, cuenta.

Un “nuevo comienzo”, lejos de Cuba: regreso a la élite con Pedroso

La recuperación simbolizó un proceso lento para Alexis Copello. Estuvo cerca de un año sin asistir a entrenamientos. Sin embargo, la idea de seguir saltando era su principal objetivo y él no pensaba desistir.

“Quería competir, pero no aquí en Cuba, estaba decepcionado. Valoré la idea de viajar a España y estar con mi esposa, ella es de ese país. Al sanar, llamé a Aliecer Urrutia y le pedí de favor que me entrenara algunos meses para no ir inactivo a España. Busqué alquiler en La Habana y comencé poquito a poco con Urrutia en los entrenamientos por nuestra cuenta. Como a finales del 2013, hice un intento de 17,22 m y sentí estar listo. Viajé en diciembre para España para gestionar algunas competencias allá”, explica.

“Yo no era ningún desconocido en Europa. Tenía contactos y amigos, ellos me tendieron la mano. Uno de ellos fue el español Juan Carlos Álvarez, profesor de saltos horizontales de la Real Federación Española, con quien empecé a entrenar esas primeras semanas en España. Él me acogió como uno más de sus alumnos. Además, había sido campeón de aquel país en dos ocasiones sin tener ciudadanía”, refiere.

Se abría un nuevo capítulo en la vida de Alexis Copello, quien se acercó a su compatriota Iván Pedroso, uno de los mejores saltadores de la historia, devenido exitoso entrenador de estrellas como Yulimar Rojas.

“Yo había pensado la posibilidad de entrenar con Iván, aun estando en Cuba, pero él tenía muchos compromisos con el francés Teddy Tamgho. Después de la lesión de Teddy, que fue grave, me llamó Wilfredo Martínez, exatleta cubano de triple salto, para avisar de la disponibilidad de Iván. Lo contacté y acordé con él. Desde el día siguiente inicié las sesiones con Iván y su grupo en Guadalajara, España. Tengo mucho que agradecerle. Relanzó mi carrera deportiva en cada detalle. Cuidó de mí como a un hijo, y no por ser cubano, esto lo hace con todos sus atletas. Sin Iván Pedroso no hubiese podido llegar adonde estoy hoy, así de simple”, dice.

Alexis Copello se introdujo, una vez más, en la élite del atletismo mundial al participar en Ligas del Diamante y ser invitado a los mejores eventos de triple salto. Esta situación de estabilidad despertó la idea de representar a un nuevo país en campeonatos regionales y mundiales.

“Contraté una mánager para gestionar los eventos y solicitudes que recibía. Incluso, mis dos resultados inaugurales en Europa fueron unas competencias resueltas en Polonia y Rumanía. Ya después participé en Ligas del Diamante, pero quise otro reto”, explica.

La primera opción fue competir por España, su país de residencia, aunque la presencia de un buen saltador como Pablo Torrijos hizo culminar la búsqueda en otra nación.

“Mi mánager habló con la Federación de Azerbaiyán en 2015 y ellos aceptaron. Todo avanzó rápido, en unas semanas me dieron el pasaporte y la ciudadanía. La única condición fue seguir viviendo en España porque entrenaba ahí. Además, yo quise participar en los Juegos Olímpicos de 2016 y a ellos les convino”, dice.

No obstante, Alexis no pudo asistir a la edición de Río de Janeiro 2016, a pesar de tener la marca de clasificación.

“Para poder competir con otra nación necesitas tener más de tres años desde la última competencia con tu antigua federación. Sin embargo, tu anterior país puede evitarte los tres años con tan solo una firma de autorización. No sé cuántas veces solicité esa firma a Cuba. A ellos no les perjudicaba en nada, pero nunca llegó. No entiendo por qué, pues yo salí bien con todos, llegué a España por mis medios, no por haber desertado de una delegación ni mucho menos. Incluso, a pesar de representar a otro país, digo donde quiera que soy de la Escuela Cubana”, confiesa.

Exatletas cubanos Alexis Copello, Iván Pedroso
De la mano del entrenador cubano Iván Pedroso, Copello relanzó su carrera en Europa y dominó los principales circuitos del viejo continente. Cortesía del entrevistado.

Alexis Copello sabe del idioma azerbaiyano y solo ha ido en dos ocasiones a ese territorio caucásico. Sin embargo, ha sido tratado muy bien por parte de la Federación y ha sentido el apoyo del pueblo azerí en las competiciones a las cuales asiste.

“Solo tengo palabras de agradecimiento para Azerbaiyán, por eso trato de representarlos de la mejor manera en los mundiales y campeonatos europeos, pues han depositado una confianza tremenda en mí sin haber nacido allá”, dice.

La confianza mencionada se la ha ganado, en gran parte, por mérito propio. Desde el 2017, cuando le autorizaron competir por Azerbaiyán, es medallista regular en los campeonatos europeos de atletismo. En 2018, ganó una presea plateada en el Campeonato Europeo de Atletismo de Berlín 2018.

Los siguientes eventos internacionales significaron momentos especiales para Alexis por la relación con Cuba, pues en el Campeonato Mundial de Atletismo de Doha 2019 accedió a la final junto a cuatro coterráneos: Pedro Pablo Pichardo, quien representaba a Portugal, y Cristian Nápoles, Andy Díaz Hernández y Jordán Díaz Fortún por la Federación Cubana de Atletismo. Asimismo, durante el Campeonato Europeo de Atletismo bajo techo de Torún, Polonia, en el 2021, secundó en el podio a Pedro Pablo Pichardo.

“Fuimos dos cubanos, dos santiagueros dominando el triple en Europa. ¡Increíble!, sobre todo por la relación cercana con Pichardo, a quien conozco desde niño”.

Dada la relevancia histórica de la Escuela Cubana de Saltos Horizontales y su situación actual, ¿qué crees está fallando hoy?

“Muchas personas denuncian la falta de talento en Cuba. No creo que suceda eso. Allá hay un buen material humano para practicar saltos, por lo cual hemos tenidos grandes campeones y seguimos sacando jóvenes. Voy a Cuba a cada rato y paso por el estadio Panamericano a entrenar o a correr y los veo allí, puliendo la técnica con los profesores, quienes son muy buenos.

En particular, un tema de vital tratamiento es la capacidad de seleccionar a tu entrenador. Cuando eres atleta juvenil o del equipo nacional, la comisión te asigna un entrenador acorde a la modalidad, pero no significa que te vayas a sentir cómodo con él. Lo que pasa con muchos atletas cubanos es que tienen a entrenadores desde niños, saben cómo trabajarlos y existe progresión con ellos. Sin embargo, de buenas a primeras, la comisión ordena entrenar con quien te asignaron, y retrasa todo el proceso. Ahí está el caso de Pichardo, quien se alejó de Cuba porque quería entrenar con el padre y no lo dejaron. Ahora Pichardo es campeón mundial y olímpico con Portugal con su papá de técnico. Esto debería cambiar si queremos progresar.

Otra lesión y la decisión firme de no rendirse

Durante 2021, Alexis Copello sufrió una de las peores lesiones padecidas por un atleta: rotura del talón de Aquiles. Con 36 años de edad y la condición que le impediría saltar por más de un año, la solución más rápida hubiese sido el retiro. No obstante, por su mente nunca pasó dejar las pistas y los cajones de saltos. Él volvería a saltar, y así lo hizo en 2022.

“La recuperación fue un tiempo de tranquilidad para estar con la familia. Les dediqué más espacio a mis niñas, las ayudé en la escuela y las llevé a pasear. Cuando eres atleta de alto rendimiento no tienes momento de hacerlo entre tantos entrenamientos y competencias. Mientras pueda saltar lo haré, porque nací para eso”, confiesa.

Por lo pronto, no habrá talón de Aquiles ni flecha de Paris que frene a este santiaguero. “Me verás dar guerra en 2023”, dice en tono jovial.

Solo el tiempo determinará el retiro de la pasión de su vida, la cual lleva 20 años profesando y rindiendo honores en Cuba, España o Azerbaiyán.

-Entonces, ¿saltarás hasta los 40?

– “¡Y un poco más!”.

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Imágenes cortesía de de Zimbio y (Cortesía del entrevistado)