“Muerto de miedo” y bajo las mismas narices de quienes debían “vigilarlo”, Leonardo Leyva salió del hotel en el que se hospedaba la selección cubana de voleibol en Puerto Rico, hace más de una década.

Raúl Diago y el oficial de la Seguridad debieron quedarse sorprendidos cuando descubrieron, más tarde, que el voleibolista de solo 18 años había abandonado la delegación, por la puerta del hotel, tras hablar con ellos.

Leonardo Leyva llevaba consigo, al momento de su salida, las cajas de tabaco que los miembros del equipo llevaron de Cuba para vender e, incluso, las del propio Diago, por entonces, presidente de la Federación.

Años después, cuando se reencontraron en Puerto Rico, los muchachos se lo sacaron en cara: “nos quemaste”. Él lo llamaría entre risas “daños colaterales”. Para retribuirles, los invitó a salir a bares a casi todo el equipo, que ya era subcampeón mundial del 2010.

Aquel muchacho de Jesús María, barrio habanero, lo tuvo claro desde el principio: primero estaba el bienestar de su familia y el legado de sus hijos. Por eso, abandonó una delegación con 18 años, y por eso, ha pasado la mayor parte de su carrera en Asia, donde el salario es mayor. No siente la necesidad de demostrar nada ni de probarse en ligas de mayor rigor.

En Corea, Leonardo Leyva es el rey, como demuestran todos los premios de MVP que conserva, o aquella ocasión en la que hizo el récord de 59 puntos en un partido. No importa que termine con hielo en el hombro, o que por encuentro le pasen más de 50 bolas, pues le gusta ser la estrella y cargar con la responsabilidad.

Miembro de una generación dorada que tenía condiciones para conquistarlo prácticamente todo con Cuba, se enorgullece de haber sido, por un pequeño espacio de tiempo, titular en la posición de auxiliar junto a Wilfredo León, para muchos, el mejor jugador del mundo.

Luego, piensa en qué hubiera ocurrido si a los miembros de aquel equipo “los hubieran cuidado un poco más”. Quién sabe si ahora no tendríamos que verlos representar a otras naciones, como ocurre con León o Yoandy Leal. Quizás, él mismo no hubiera tenido que abandonar una delegación oficial y pasarse 10 años sin pisar su tierra, ocho por sanción y otros dos, por miedo.

Sobre la vida de un voleibolista cubano que encontró el éxito fuera de su país y lejos de la familia, su relación con la influencer Iraisel Pintueles, su madre, sus inicios, sus hijos “cuban-bori”, su vida en Corea y sus planes, cuenta Leonardo Leyva.

Naciste en el barrio de Jesús María, de la Habana Vieja. ¿Cómo llegaste al voleibol?

Comienzo en el voleibol cuando tenía como 9 o 10 años, pero no me gustaba, pues yo jugaba pelota. En el barrio, eso era a lo que jugábamos los muchachos. Llegué a pertenecer a la academia de béisbol, incluso. Pero, mi mamá conoció a Héctor Guzmán en el hospital Hermanos Ameijeiras y este, desde la primera vez que me vio, por la estatura que yo tenía, se acercó a ella para que yo practicara voleibol. Tenía buena estatura, pero no era de los más altos cuando entré a la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) en febrero, cuando el curso estaba iniciado.

¿Nunca habías practicado este deporte?

Nunca. Llegué a la EIDE y mi mamá me dijo: “esta es tu nueva escuela”. Me quedé muy sorprendido, pues estaba acostumbrado a estar siempre con ella y ahora, tenía que estar en ese lugar de domingo a viernes. Fue un cambio muy brusco, no me acostumbraba, pero poco a poco fui cogiéndole el gusto al voleibol. Yo lloraba todos los días al principio y llamaba por teléfono a mi casa. Luego empecé a hacer amigos. Fueron buenos los 6 años que estuve ahí.

La EIDE te enseña sus cosas y una de estas es a ser independiente, hacer tus cosas, ser organizado, cumplir con la escuela, el deporte. Es un régimen que ayuda en ese sentido, y que al final nos benefició cuando tomamos la decisión de partir.

¿En qué momento te convences de que el futuro estaba en el voleibol?

Al año de estar en la EIDE. Al comienzo, cuando iba todos los fines de semana al barrio, e íbamos a jugar en Tallapiedra, de donde han salido muchos voleibolistas, me daba cuenta de que yo no tenía el nivel. Los muchachos me decían que estaba en la EIDE por gusto, era uno más. No podía jugar en aquel momento.

Entonces, me enfoqué y en un año, de sexto para séptimo grado, me hice jugador titular en el equipo de la Habana Vieja. Ganamos muchas competencias de Barrio.

¿Cómo fue tu paso por las categorías inferiores hasta llegar a los equipos nacionales?

Cuando llego al equipo cadete, a mí me entran por invitación. Los entrenadores eran Manolo y el segundo era Rodolfo Sánchez. Se estaban preparando para un torneo NORCECA en República Dominicana. Veníamos de hacer los juegos escolares y Ciudad Habana había tenido muy buenos resultados. En aquel momento, yo era pasador. En ese NORCECA no hice equipo, pero ya quedé en los planes para el siguiente año.

¿Cuándo cambiaste a ser atacador?

Fue en la categoría juvenil. No era muy bueno pasando, pero tenía el bloqueo, el saque y la estatura. Fuimos a los juegos del ALBA y Orlando Samuels me pasó a ser atacador auxiliar.

Para mí fue grande el cambio. Tenía la capacidad del recibo, pero no tenía la confianza suficiente en el ataque. Después del cambio, en los juegos nacionales comencé a tomar el ritmo. En ese momento, existían muchos jugadores por delante de mí para hacer el equipo, pero me acomodé rápido.

Luego, cuando asistimos a un torneo NORCECA en el que clasificamos al Campeonato Mundial Juvenil en la India, yo era ya titular. En aquel evento quedamos como subcampeones. Los auxiliares éramos Wilfredo León y yo, el opuesto era Rolando Cepeda, y también estaba Fernando Hernández. Era una gran selección.

Voleibolista cubano Leonardo Leyva
Voleibolista cubano Leonardo Leyva. Foto: Hansel Leyva

Ese mismo año del mundial juvenil, 2009, Leonardo Leyva toma una de las decisiones más trascendentales de su vida: abandonar una delegación cubana en el exterior para emprender otro camino.

Eso fue luego del mundial. Automáticamente, por el resultado y el desempeño, Samuels nos llamó a mí, a Isbel Mesa y a otros más para el equipo nacional, que en ese momento iba a competir en la Liga Mundial. No fui a un viaje a Argentina, por un tema del visado, aunque ya yo estaba dentro del equipo. Eso me motivó.

En un torneo que hubo en La Habana, Samuels me probó. Mi desempeño fue muy bueno y por eso, fui al NORCECA en Puerto Rico.

¿Tenías pensado dejar el equipo cuando fuiste a Puerto Rico?

Yo tenía 18 años. En el 2007, en el Mundial Juvenil de Mexicali, al cual fui como pasador, se quedó mi mejor amigo, Joao Girón. En ese momento, habíamos hablado algo del tema. Solo tenía 16 años. Joao sí se quedó entonces, pero yo, hablando como los cubanos, “me arratoné”. Le dije no, más adelante nos vemos. Yo estaba en los planes para integrar el equipo nacional y no estaba seguro de tomar esa decisión.

Pero en el 2009, lo que me abrió los ojos fue ver a jugadores de otros países. No es que estaban llevando un nivel de vida alto, sino que, simplemente, vivían de lo que ellos amaban, que era el deporte. Tenían un salario, jugaban en clubes. Ahí es cuando comienza la comparación. En ese año tomé la decisión. Nadie sabía nada, no hablé de eso con nadie ni con mi familia: ellos se enteraron ya cuando salió en las noticias.

Durante el torneo NORCECA de Puerto Rico, que fue donde me fugué, Joao Girón estaba jugando en la Universidad y fue a un juego, a vernos. Volvió a surgir la comunicación, porque en aquel tiempo no es que en Cuba se usara mucho Facebook.

¿Cómo ocurrió tu abandono del equipo nacional?

Fue bastante gracioso. Estábamos bien en ese NORCECA y yo era jugador regular junto con León. También estaban Yoandy Leal y otros más.

Mi amigo me había dado su número el día en que fue a vernos y a nosotros nos dieron un día libre, antes del juego por la final. Le llamé y le dije: “es hoy”. Estábamos en el hotel, no fuimos a entrenar ni nada. Cuando llega la noche, les digo a los muchachos que si querían vender las cajas de tabaco, que me las dieran, que tenía una persona esperando abajo que las iba a comprar a 80 dólares. Nosotros queríamos venderlas a 100, pero apareció un muchacho que las iba a comprar todas a 80.

La mayoría de ellos me dieron las cajas de tabaco. Cuando iba bajando, en el lobby, me encuentro con Raúl Diago (entonces, presidente de la Federación Cubana de Voleibol), y la persona de la Seguridad que viajaba con nosotros. Me preguntaron que para dónde iba y les hice el cuento del muchacho. En ese momento, les señalo un carro que estaba parado frente al hotel, que me estaba esperando para comprar los tabacos.

Yo estaba muerto de miedo, andaba con un maletín y Raúl Diago me dice: “espérate aquí, para bajarte las mías”. El nerviosismo me dio por esperarlo, hasta que Diago me bajó sus cajas de tabaco. Yo salí por la puerta. Mi amigo me había dicho que cuando saliera del hotel cogiera a la izquierda, que estaba en un carro azul color cielo y yo, con mi nerviosismo, tomé a la derecha. Me monté en un taxi, lo llamé, y me dijo que le dijera al chofer que me llevara a un sitio específico.

Cuando me bajé del carro con el maletín, vestido del equipo Cuba completo, la gente pensó que andaba perdido, porque ese era un sitio de fiesta, de bares. Yo me senté a las afueras de un bar, a esperar, hasta que llegó mi amigo, que estaba igual de nervioso que yo. Al final, me fui con casi todas las cajas de tabaco del equipo.

¿Cómo recibió la familia la noticia de que habías abandonado el equipo?

Con mi mamá fue un poco más complicado. Cuando deserté, yo tenía ya a mi hijo mayor, quien, por cierto, está comenzando a entrenar voleibol. Tiene 14 años, pero, entonces, él tenía 4 meses de nacido. Eso fue algo más que me abrió los ojos.

En aquel momento, no había pampers. Recuerdo que, en el viaje a la India, vine con una maleta llena de pampers. La decisión fue, mayormente, porque yo no podía proveerle a mi hijo, por la escasez.

Tuve que hablar mucho con mi mamá. Le decía que todo iba a estar bien, que sería un proceso largo, pues tenía que estar dos años sin jugar, los cuales fueron duros. Gracias a Dios, en las universidades de Puerto Rico, te ayudan. Te dan una mensualidad, un apartamento. Mientras fue pasando el tiempo, mi mamá lo fue asimilando.

Comencé a trabajar como entrenador de voleibol. Lo mismo limpiaba un carro que chapeaba, si había que hacerlo. Eso mi mamá lo vio, y si hacia 100 dólares, me quedaba con 20, ya que la universidad me mantenía, y le mandaba 80 a ella.

El proceso fue duro, pero mi mamá lo entendió, a pesar de que no sabía cuándo nos volveríamos a ver. [Los deportistas que abandonaban una delegación oficial cubana tienen que pasar 8 años sin regresar a su país]. En ese momento, no llamaba por teléfono a Cuba. Las llamadas eran muy caras y yo no tenía celular. Me comunicaba mucho por correo electrónico. Las cosas que veía de mi hijo, de cómo crecía, eran por fotos que me mandaban, esporádicamente. Lo dejé con 4 meses y lo volví a ver 4 años después, en Corea.

Cuando llegué a Puerto Rico, me acogí a la Ley de Ajuste Cubano. Recibí una beca en Contabilidad, de la cual me gradué. El día de mañana, la tengo ahí, por si me hace falta. También me mantenía jugando. Los dos años de sanción era para no jugar como profesional.

En esos países, te dan la posibilidad de estudiar carreras no solamente vinculadas al deporte, como Cultura Física. Había más posibilidades. Fue difícil, aquí yo no era el mejor estudiante.

¿Jugaste como profesional en ese país?

Después de los dos años, cuando me quitan la sanción, empiezo a jugar en el equipo profesional Cariduros de Fajardo, a los cuales les mando un saludo. Puerto Rico me abrió las puertas. Tengo dos hijos ahí, cuban-bori, como les digo yo. Hice una vida y tengo un vínculo con ese país.

Con mi primer equipo profesional me fue muy bien. Ese era su primer año de formación y quedamos campeones. Fui MVP de la liga y MVP de la final.

¿Cuándo y por qué, te vas de Puerto Rico?

El dueño del equipo quería que me quedara un año más, pero aparece mi mánager, Eddy Quiñones, quien contacta conmigo desde el día en que yo me quedé. Nunca firmamos un papel en aquel momento. Yo no era ese gran jugador, estaba comenzando. Su papá era de mi barrio, a dos cuadras de mi casa, y fue profesor de mi mamá. Existió esa comunicación, y me ayudó mucho en el proceso de adaptación al voleibol fuera de Cuba. Ya tenía que verlo como un trabajo, y no jugar por amor al arte.

Entonces, a los dos años, aparece un contrato. Él empieza a mandar los vídeos. Yo no tenía ese renombre que sí tenían jugadores cubanos como Robertlandy Simón, Yoandy Leal y Wilfredo León, quienes habían sido subcampeones mundiales en el 2010.

Me llegaron ofertas y me atrajo una en Rusia, en el equipo Fakel, pero llegué muy delgado. En aquel momento, pesaba 78 kg. Estamos hablando de la liga rusa: puedes tener el talento, pero es una liga fuerte, una de las mejores del mundo, para mí, la mejor.

El entrenador era Ferdinando De Giorgi, el italiano. Él decía que estaba muy joven y me quería dejar en la cantera juvenil, en la cual coincidí con Yosvany Hernández, el cienfueguero. Nos querían ahí juntos.

Le dije a Eddy que yo quería jugar. En los partidos amistosos, lo hice bien, mejor que muchos que estaban ahí ya, pero al entrenador no le convencía mi físico. Apareció, entonces, el contrato para ir a Corea, que fue a préstamo.

No quería ir por lo que había escuchado de los entrenamientos, que son fuertes, que hay que correr en montañas. Yo no soy muy resistente, aunque en velocidad sí soy bueno. Tenía dudas, pero quería jugar e irme de Rusia. No me acostumbré, en ese país no son como nosotros, los cubanos.

Orlando Samuels, el maestro entrenador de leyendas

Pero los coreanos tampoco lo son.

No, pero en cuestión de cultura son bien amables, dan mayor atención. Después de que me fui de Rusia, iba a coger lo que viniese, quería jugar.

¿Cómo te adaptaste a Corea?

Al principio, fue muy difícil. Tenía 21 años y me dieron una semana para probarme. Antes de mí, ya habían pasado por el Daejeon Samsung Bluefangs grandes jugadores, como Gavin Schmitt, el canadiense, en su mejor momento. Se fue dejando 3 campeonatos seguidos y el próximo jugador que llegase tenía que ser igual o mejor.

Yo era un jugador de 21 años, pero me dijeron que tenía una semana. En ese tiempo jugamos cuatro partidos amistosos, los cuales ganamos. Yo jugaba dos sets. Me fue muy bien. Lo que no me gustó fue la cuestión de correr. En Corea se corre cuando se termina en el gimnasio todos los días, y el entrenador estaba dudando. Pero él vio en mí esa hambre, la necesidad, como yo digo. Somos guerreros.

La único que me preguntó fue el porqué yo estaba haciendo aquello y le dije que era por un futuro mejor para mi familia. En ese momento, ya tenía dos hijos, pues el más pequeño había nacido en Puerto Rico. Eso a él le gustó, y entonces firmamos el contrato.

En Corea has hecho carrera y lograste el récord de más puntos para un solo partido.

Fue en ese mismo primer año. Para mí, Corea fue el principio de todo. No te hablo del equipo nacional, ni de Puerto Rico: fue en Corea. El comienzo de mi consolidación. Ese primer año fue algo asombroso.

En un partido en Japón hice el récord del mundo en puntos. Yo ni sabía, pero te puedo decir que terminé ese partido con hielo. Fue un juego de 5 sets e hice 59 puntos: me dieron alrededor de 70 pelotas para atacar.

Había alrededor de 20 mil japoneses. Era una locura, pues era contra el equipo de Japón, que jugaba al máximo nivel. Había que probarse, y esos países tienen mucha rivalidad.

El entrenador nos dijo que ya éramos campeones de la liga. Íbamos a Japón de turismo, pero teníamos que jugar. Al principio, comencé confiado, pensando que les íbamos a ganar fácil.

Además de Corea, has estado en China, Emiratos Árabes, Turquía. ¿Cuánto te ha aportado vivir en tantos sitios?

Me ha enriquecido como persona, en la formación, a la hora de la vida fuera del voleibol. Yo estuve 10 años sin venir a Cuba. Aquí había otra imagen de mí en el equipo nacional: esa de “Tito”, quien llegaba tarde a los entrenamientos, el repartero, el de la guapería. Cogí la formación que te da la cultura asiática, la disciplina, el rigor, la profesionalidad a la hora de expresarte, de estar fuera de la cancha. He hecho prácticamente mi carrera en Asia y adquirí todas esas cosas.

¿Por qué nunca diste el salto a Italia, por ejemplo? ¿Tuviste ofertas?

Sí, y las sigo teniendo para Italia, pero digo que no tengo que probar nada, simplemente, hacer lo que me gusta a mí, para en un futuro dejar a mis hijos un legado. Es mi manera de pensar, cada quién lo hace diferente. Yo fui a Turquía a jugar los playoffs, me fue bien. Me hicieron ofertas para quedarme, pero decidí irme a China, donde jugué 4 años.

Me acostumbré al voleibol asiático. Si tú eres el jugador ace, como le dicen en Corea a la estrella, la responsabilidad del equipo cae en ti. Me acostumbré a eso, no me gusta jugar con otros jugadores (para compartir protagonismo). En Turquía, hacía 15 puntos por partido o 12 y ya había hecho un excelente partido.

No tenías toda la responsabilidad.

Exacto, te cuida más, es bueno para uno como jugador, pero no me acostumbré a eso.

¿A nivel de salario, hay mucha diferencia?

Mucha. Cuando empecé en Corea estaba Oreol Camejo, en su primer año. Después de ese año, todos los cubanos querían ir a Corea del Sur, porque el salario era muy superior. Por eso me dije: ¿para qué irme? Estaba bien, establecido, con un buen trato con mi familia, las atenciones. En el contrato estaba establecido que ellos pagaban el pasaje del familiar que yo quisiera.

¿Cómo fue el regreso a Cuba luego de 10 años?

Nos ponen 8 años como sanción. Regresé con temor a que me denegaran la entrada. Estaba jugando en China y quise esperar, por miedo a que me dijeran que no. Cuando decidí venir a Cuba, dije que era por un familiar, porque en ese momento mi pasaporte estaba vencido, y el trámite se demoraba mucho. Me dieron los papeles y expliqué mi proceso, que era desertor y demás. Ellos llamaron y me tuvieron esperando una hora. Cuando salió el compañero, me pidió los documentos con el pasaporte, y me dijo que podía ir, que no tenía problema.

Tomé un vuelo de Washington para Miami, y ese mismo día viajé a Cuba, pero, así y todo, montado en el avión, tenía miedo, llegué con miedo. Hasta que no pasé la puerta, no me relajé.

Me estaba esperando mi mamá. Le queríamos dar la sorpresa a toda la familia, a la mayoría no los veía desde hacía 10 años. Durante ese trayecto del aeropuerto a mi casa en la Habana Vieja, manejando, con mi mamá, iba a cada lugar que quería ver. Anduvimos La Habana. Cuba la vi igual que cuando me fui, sin cambios. Fue reconfortante para mí, me dio energía, saber que estaba en mi tierra e iba a ver a los míos.

¿Existió algún acercamiento con la Federación Cubana en todo este tiempo?

No, nunca.

Si te pidieran jugar por Cuba, ¿cuál sería tu respuesta?

Lo pensaría. Me gustaría jugar, es mi tierra. Es bueno que mi hijo me viera en la Ciudad Deportiva. Estuvimos ahora en el partido que ganó Cuba en el sub-21, en el Panamericano. Las posibilidades son escasas, porque otros jugadores se fueron de la selección, pero yo deserté.

Nunca ha existido el acercamiento, pero si se me lo piden, ¿por qué no? Yo pudiese representar a Puerto Rico, ellos sí se me han acercado. Todo es un proceso legal, el cual espero terminar pronto, porque ya tengo 33 años, pero todavía queda voleibol. Gracias a Dios, nunca he tenido una lesión grave, y me siento en el mejor momento de mi carrera. Es la experiencia y el deseo de seguir y mantenerme en el nivel. Con Puerto Rico sí hay muchas posibilidades de que eso suceda. En Cuba, nunca nadie me ha escrito.

Pertenecías a esa generación que fue subcampeona en el 2010, de la que no queda nadie jugando con el equipo nacional. ¿Qué ocurría en aquel tiempo para que todos tomaran la misma decisión de irse?

Te voy a poner un ejemplo. Ellos fueron a Puerto Rico nuevamente, ya yo había jugado profesional. Habían transcurrido un poco más de dos años. Era prácticamente la misma delegación, menos yo. Fui al hotel en donde se estaban quedando. Me vieron y notaron el cambio. No era la gran vida, pero estaba jugando como profesional, tenía un salario. Estamos hablando de que ellos eran subcampeones del mundo ya en ese momento.

Allí vi a Samuels, Nicolás Vives y ellos me recalcaron que los había dejado “quemados” a todos con las cajas de tabaco. Les dije que eran daños colaterales. (Se ríe). Tenía muy buena relación cuando aquello con Keibel Gutiérrez y todavía la tengo. De hecho, le puse a mi hijo Keibel Antuán, por él. Me llevé a los que estaban en el lobby conmigo. Le dije a Samuels que no se preocupara, pero saliendo por la puerta, les dije que, quien se quisiera ir, era cuestión de montarse en mi carro y ya. Les expliqué cómo era todo el proceso de la universidad.

Ese día fuimos a tomar a un club. También estaba Raydel Hierrezuelo, quien me entró al equipo nacional, porque a él le gustaba la guapería con la que yo jugaba: él es así también. Ninguno quiso tomar en ese momento la decisión, pero ellos habían notado el cambio.

Lo que nos obliga a nosotros es eso. Después de que ellos me ven, es que comienzan a pedir la baja, poco a poco, se fueron. Es algo insólito: ¿quién se va de una selección a los 21 años? No nos habíamos dado cuenta de que hay algo más allá de lo que estábamos viviendo, y en mi caso, fue la comparación con jugadores de otros países que tenían menos talento que nosotros. Les ganábamos tres sets por cero, pero estaban en un club y tenían su carro, su dinero, y nosotros no. Si nos hubiesen cuidado un poco más, todo hubiese sido diferente.

Esa era la generación dorada que venía, para hacer equipo era imposible. Yo estuve al menos ahí, por un momentico, y fui titular. Estamos hablando de Simón, León, Leal. Para mí, León es el mejor jugador del mundo.

¿Mantienes contacto con ellos?

Sí, cuando nos vemos, o cuando coincidimos en las redes. No me gusta ver mucho voleibol, pero sí estoy pendiente. Con Oreol Camejo estuve en Corea este año, nos fue muy bien a los dos. Aquí en Cuba, no he tenido la oportunidad de encontrarme a ninguno. Sí a los muchachitos que están saliendo ahora.

¿Cómo manejas tu relación con la influencer Iraisel Pintueles?

Yo no estaba acostumbrado a darle cosas a la gente de mi vida privada, pero cuando estás en una relación que es del interés público de todos, van a averiguar sobre ella. Yo lo viví cuidando a mi pareja, hasta el sol de hoy estamos muy bien. A mí, en el ámbito del deporte me conocían, pero fuera de ahí no.

A ninguno de los dos nos ha afectado. Estamos llevando una relación buena, y dándole a las personas lo que nosotros queremos que vean. Desde que empecé en mi carrera, he tenido que lidiar con eso. Nosotros tenemos una vida privada fuera de las redes sociales. Todo bien, una relación sana, en familia, y con muchos planes.

¿Cómo viviste la pandemia?

En China, Beijing, cuando empezó todo. Fue duro, porque veías a las personas en las noticias, aunque no entendía nada. No hablo nada de chino, pero el coreano sí lo entiendo, aunque no lo hablo, pero sí sé escribirlo.

En las noticias, vi a la gente temblando, cayéndose para el piso. En ese momento se para todo, no habíamos ni empezado a jugar. Ese año era importante, y estaba muy motivado porque iba a jugar con Saeid Maruf, el pasador de Irán. Ese año era para llevarnos el campeonato. Pero empezó todo y en febrero nos dicen que, por cuestiones de seguridad, teníamos que salir del país. Cuando llego a Miami no había nada, todo el mundo estaba haciendo una vida normal, y allá ya estaba la cuarentena, el toque de queda, etcétera. Fue impactante

¿Cuáles son tus planes para el futuro?

Estamos trabajando en eso, tanto aquí en Cuba como en Miami y en Corea. Yo creo que todavía estaré jugando hasta los 40, o 10 años más, con el favor de Dios, sano y libre de lesiones. Me voy a quedar en Corea, haré mi vida allá, de entrenador o lo que sea, porque ya tengo esa base para el futuro. Me gusta mucho la cultura, la comida, el picante y el marisco, que se come mucho allá.

Vienen muchos planes, tanto en lo profesional como fuera de esto. No pienso en el retiro. Tuve un año excelente en Corea, quiero seguir.

¿Vas a esperar al niño para jugar con él?

Pensando como LeBron James, sí, hacer algo como eso. Al niño me lo llevo ahora para Corea, que me lo quieren becar ahí, para que empiece la secundaria y luego la universidad. Él está motivado, y para su edad, tiene más talento que yo. Es muy bueno recibiendo. En Corea, juego prácticamente de opuesto.

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Imagen cortesía de Hansel Leyva
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