El baloncesto cubano contó durante 17 años en la selección nacional con uno de los más grandes jugadores que ha dado la isla: el guantanamero Raúl Duboy. Este deportista fue de los basquetbolistas que desde mediados de la década de los 70 participó en cuanto evento internacional nuestro país estuvo representado.

El Gigante del Guaso dio sus impresiones a Play-Off Magazine sobre su paso por los campeonatos domésticos y su experiencia internacional. Habló de sus alegrías y sinsabores; de sus tiempos de gloria y de la decisión de vivir y trabajar en México.  

¿Cómo se inició Raúl Duboy en el baloncesto?   

Me inicié en Guantánamo en el atletismo y más tarde empecé en el baloncesto. Comencé a crecer físicamente de forma rápida, pues provengo de una familia bastante alta. Yo tenía, cuando aquello, 1.80 metros o 1.85, y era un niño. No llegaba ni siquiera a los setenta kilogramos.

Era muy flaquito, alto y muchas veces fui motivo de burlas, aunque por esos años estuve bastante bien. Progresaba diariamente. Era muy explosivo, tenía buena saltabilidad y pude destacarme durante los juegos escolares. Estuve siempre dentro del cuadro de honor y eso me valió para que mi ascenso fuera rápido a otras categorías. Incluso, era escolar y muchas veces me ponían a jugar con los juveniles. Pasé por la categoría de minibásquet con participación en algunos topes en la provincia de Oriente, donde se efectuaba, en aquel entonces, la Copa Cuba con equipos extranjeros.

Poco a poco fui cogiendo fibra. Siempre mi madre tuvo el temor de que me lastimaran por estar jugando con atletas mucho más fornidos y altos que yo, pero cuando uno se adentra en algo que le gusta, sigue adelante.

Con apenas nueve años participé en los primeros eventos internacionales de esas edades. Recuerdo que fui a topes con equipos canadienses y a los bilaterales internacionales contra Puerto Rico y otras naciones. En las provincias orientales me invitaron varias veces a jugar contra conjuntos de Jamaica y Costa Rica que iban a Santiago.

En la etapa juvenil logré ingresar en el equipo nacional y participar en los juegos de la Amistad con el entrenador, ya fallecido, Néstor Trujillo y con Mayito, en varias confrontaciones internacionales.

Jugador cubano de baloncesto.
Jugador cubano de baloncesto.

Pudo ser testigo y partícipe de aquellas épocas de oro del baloncesto cubano

Tengo el honor de ser uno de los pocos jugadores de baloncesto cubano que han participado en todos los eventos internacionales fundamentales: en Juegos Olímpicos, Panamericanos, Mundiales, Centroamericanos, de la Amistad y en las Universiadas. Son méritos muy personales y muy pocos son los atletas cubanos con esa dicha. Pasé por varias etapas: la primera cuando tuve la posibilidad de estar junto a muchos jugadores que fueron la esperanza como punta de lanza del baloncesto cubano: Urgellés, Ruperto Herrera, el fallecido Jabao, Tomás Herrera, Roca, Ángel Padrón, Juan Carlos Domé, Lázaro Ortiz y otros.   

También en la segunda generación, por los años 80: Félix Morales, Daniel Scott, Loases, Márquez, Alfredo Fenti, Jorge Luis Moré, Pedro Abreu, Roberto Simón, Luis Calderón, Pedro Covarrubias, Eduardo Cabrera, Reimundo Oña y muchos otros.

Estuve en la tercera generación con Lázaro Borrell, Andrés Guibert, Matienzo, Ruperto Herrera Junior, Roberto Carlos, fallecido recientemente, Leonardo Pérez, Yudi Abreu, Alberto Maturel, Edel Casanova, Flecha Amaro, Duquesne, los hermanos Caballero, el Helicóptero Vásquez, el Oso Williams, Ángel Núñez, etcétera.

Dentro de la cancha era un verdadero problema porque no me gustaba perder. Me llevaba con todos los compañeros de mi equipo y con el contrario, pero cuando entrábamos a la cancha era otra situación, porque cada uno defendía sus colores. Todavía extraño mucho aquellos enfrentamientos con Capitalinos, con Villa Clara, con Santiago de Cuba. Fueron momentos inolvidables. Estuvimos a la par con el béisbol, aquello era una odisea cada vez que llegábamos nosotros a la polivalente y realmente toda la afición vibraba con aquellos encuentros. Fue una época que disfruté a plenitud.

Cuando habla de disfrutar a plenitud, ¿lo dice en el amplio sentido de la palabra? 

Como ocurre con todo deportista cubano, no se puede tapar el sol con un dedo en cuanto a las condiciones: eran a veces infrahumanas. Recuerdo que salíamos de la zona oriental con los transportes que nos llevaban a Ciudad Habana y teníamos que prácticamente nosotros ir empujando las guaguas.

En una ocasión llegamos a la polivalente a pie porque el camión se rompió en la mitad de la calle. Tuvimos que llegar corriendo y nos gritaban “¡palestinos!”. Aquello era un show. No podemos decir una mentira. No había alimentación, era malísima, no dormíamos en lugares adecuados para cada atleta, pues lo hacíamos en los estadios.

A veces no había ni siquiera colchones, pero estábamos haciendo lo que nos gustaba y salíamos adelante. En una ocasión logramos ser campeones en la Ciudad Deportiva. Con el equipo de Guantánamo íbamos y veníamos de Oriente todos los fines de semana; salíamos de ahí para no quedarnos en La Habana.              

La preparación fue fuerte siempre, con todos los entrenadores que tuve, desde el difunto Carmelo Ortega, José Ramírez, Castañeira, Pedro Alfonso, Pedro Chapee. Fueron muchos y la verdad nos permitió tener todas las condiciones idóneas para poder representar a la selección nacional. Fueron años muy, muy duros, pero con la posibilidad de tener resultados.

¿Cómo pasaron esos años para Raúl Duboy dentro de la selección nacional?        

En el equipo nacional, como en todos los deportes, no eran idóneas las condiciones. Eso ocurrió al principio, cuando entramos en la ESPA, y después tras el cambio para los edificios de arriba del Cerro Pelado. La alimentación comenzó a mejorar en el famoso “comedorcito”, pero no como para atletas de equipo nacional: carecíamos de muchas cosas. En aquellos momentos era muy difícil acceder a los tenis y otras necesidades; entonces, cuando salíamos al extranjero, buscábamos la manera con compañeros de Puerto Rico, fundamentalmente, a quienes conocíamos, para tratar de conseguir calzado, uniformes, y hacíamos cambios.  

¿Cuáles fueron las mayores satisfacciones que tuvo en el básquet cubano?

Fui uno de los primeros o el primer jugador de baloncesto que salió a jugar profesional al extranjero. Me fui a jugar a Brasil, invitado por la Federación de ese país. Posteriormente, llegó Félix Morales y más tarde María Moré y Barbara Bécquer. Cuando aquello, ningún atleta de Cuba había tenido el honor de jugar como profesional.    

Llegué al equipo nacional en el año 1975, después de los Juegos Olímpicos, en los que Cuba obtuvo el famoso tercer lugar. Vivíamos en Playa. Anteriormente, me habían puesto en el juvenil y me alternaban con el nacional de mayores. Le doy gracias y se la elevo al cielo al desaparecido Alejandro Urgellés, porque me enseñó y aprendí mucho con él.

Había un jugador que admiraba y admiro grandemente porque gracias a ese hombre yo fui progresando en todas mis condiciones de juego: se llama Ruperto Herrera. Logré compartir cancha con Ruperto y posteriormente, al retirarse, pude ser el titular del equipo nacional donde permanecí durante 17 años.

¿Por qué se retiró Raúl Duboy?

Después de los Panamericanos del 91 en La Habana llegaron momentos más tristes. Los años te van pasando factura, pero hubo algo de apresuramiento. Considero que mis resultados deportivos no habían mermado para nada, tal es así que, en 1992, pasando los Juegos Panamericanos, se estableció que se conformaría la selección cubana de acuerdo con los resultados de la primera categoría y la serie especial. En ambos tuve las mejores estadísticas. Me llevé todo: líder anotador, mejor delantero y estuve entre los primeros en rebote. Cuando sale el equipo no estaba este servidor. No sé ni soy nadie para cuestionar esa decisión que la tomó mi gran amigo y estimado Miguel Calderón: nunca fui de su agrado y él lo sabe. Me llevaba bien con Migue, pero no me incluyó.

No soy quién para juzgar, pero creo que, en el deporte, mientras tengas rendimiento y puedas aportar, no siempre la experiencia es innecesaria. Pude aportar un poco más. Creo que al final la vida sigue adelante y me hicieron miles de honores en mi Guantánamo natal. Me hicieron hijo ilustre, me dieron el botón olímpico, etcétera, y eso me sirvió para salir con la frente en alto de Cuba.

¿Por qué determinó vivir en México?          

No es que yo decidiera vivir aquí. Yo me pasé los cuatro o cinco años y terminando el convenio fui para Cuba. Yo había creado un programa de alto e iniciación deportiva. Fue el primero que se hizo en México para el baloncesto. Cuando aquello, el deporte estaba en el lugar 27 y lo subimos el primer año al 17. Fue escalando al noveno hasta llegar entre los cinco mejores en el país. Eso me valió para que me dieran acá un lugar destacado dentro de las direcciones de la disciplina.

Tomé la decisión de venir para México. Fue con un convenio de Cuba Deportes después de que cumplí con todo, por invitaciones que me hicieron, y por la manera como había trabajado en esa labor, decidí radicar aquí. Anteriormente, cumplí con todo lo que estaba a mi alcance en Cuba y mi familia. Gracias a Dios no tengo deuda con nadie.     

¿Cómo enfrentó Raúl Duboy tanto desprecio por decidir vivir en México? 

Cuando llegué a México jugué como profesional porque estaba en forma. Me invitaron a otro equipo, pero ya tenía una visión diferente. No quería saber mucho de lo que eran las canchas. Decidí dirigir uno de los conjuntos profesionales, el “Cometa” de Querétaro, con jugadores norteamericanos y mexicanos muy destacados. Desde ese momento soy el director de alto rendimiento y de calidad para el deporte del estado de México.

Después de eso puedo decirte que se valoró y catalogó mi persona en una forma muy injusta porque se hicieron miles de comentarios en la parte deportiva de Cuba, donde yo era prácticamente como si fuera un mercenario.

Cuento una anécdota de algo que me sucedió cuando llegué a Guantánamo. Se me ocurre ir a un partido de baloncesto y uno de los que ambientaban, un gran amigo mío, Onel, el músico, cogió el micrófono y dijo: “¡aquí se encuentra el mejor basquetbolista que ha pasado por todas las tierras orientales, Raúl Duboy!». ¿Qué crees que pasó? ¡Lo corrieron y le quitaron hasta el trabajo! ¡Eso no se hace!  Yo, en definitiva, no había ni matado a nadie ni había hecho nada. Fui y les reclamé a las autoridades.

Lo que jamás voy a perdonar fue que hasta a mi hijo lo corrieron de la EIDE porque no querían saber de personas que vivieran en el extranjero. A mi familia le trataron de quitar la casa como si fuera de otra gente. Después se aclaró todo y se dieron cuenta de que no era así como pensaban.

Me habló de Ruperto Herrera. Sus formas de pensar no son similares y, sin embargo, tienen afinidad

Al igual que Urgellés, Ruperto fue un jugador que siempre admiré por su forma de jugar, por su carácter, entrega dentro de la cancha y fueron cosas que fui aprendiendo. A pesar de yo ser mucho menor, desde que llegué al equipo nacional siempre lo traté con respeto y buscaba la manera de imitarlo en los entrenamientos y eventos. Lo tenía como un ídolo. Se lo decía jocosamente: ¡el primer día que te equivoques voy a entrar a jugar y no vas a poder jugar!

Todo eso me inspiró mucho para seguir adelante. Después admiré mucho el trato que le ha dado a sus hijos, Rupertico; al fallecido Roberto Carlos y a su otra hija, Marisol. Me llevaba muy bien con ellos y él es una persona que se ha ganado el respeto, no por gusto está en el salón de la fama.  

Cada cual en este mundo tiene sus maneras de pensar y no por eso dejamos de ser cubanos. Yo tengo un millón de amigos con diferentes formas de pensar. Uno forma su familia en el lugar que mejor le convenga. Discrepo mucho en el trato que le pueden dar a una persona que determina una vida de forma diferente. No soy quién para cuestionar a nade, siempre que sea para el beneficio de su país, su gente y sus creencias.

Hábleme de las diferencias que ha notado en México para desarrollar el baloncesto con respecto a Cuba

Hay mucha diferencia, sin entrar en cuestionamiento. Lo primero es que, prácticamente, aquí por el desarrollo que tiene la industria, la empresa, las facilidades etcétera, los atletas tienen todo. Tienen las posibilidades de mejor alimentación, condiciones de vida y eso les permite diferenciarse con respecto al atleta cubano.

Los cubanos son mucho más fuertes, más entregados, pero al no tener las mismas facilidades, tratan de sobresalir. No quiere decir que los mexicanos no tengan condiciones, porque ya se vio. La ventaja aquí es que hay mucha frontera y topan en Estados Unidos. Los de acá se superan cada día y para los cubanos, por el contrario, por todas las características, es muy difícil para topar, hay carencias de implementos y la mayoría de los atletas que desertan lo hacen para un mejor desarrollo.

Al pasar los años, la Federación de baloncesto de Cuba ha llegado a acuerdos con jugadores y Raúl Duboy ha sido un directivo que ha llevado esos trámites en México. ¿Cómo ha fluido esa relación?          

Al principio había tirantez porque la contratación había que hacerla y quien tenía que hacer el contrato del sí o no era yo, y el visto bueno de cualquier cubano que viniera para acá era conmigo. Hubo desconocimiento, siempre hay uno que otro directivo que no quería ni siquiera mencionar el nombre de ciertas personas porque viven en el extranjero.

Después vinieron a hacer algunos convenios con las delegaciones y ya han pasado por aquí innumerables cantidades de entrenadores cubanos de nivel. Vienen a topar de muchos países como chilenos, venezolanos, puertorriqueños con entrenadores cubanos, y vienen a las bases de entrenamientos.

¿Qué le parecen los enfoques que utiliza Cuba para desarrollar los deportes?    

Eso es un secreto a voces. Desde mi punto de vista, hay que darles apertura a todos los atletas que quieran representar dignamente a su país: todos somos cubanos. Estamos perdiendo tiempo y el mundo sigue adelante. Hay que reunirlos y que se eliminen, como en todos los países. Nosotros no podemos seguir siendo la excepción. Todos los países lo hacen y tienen sus atletas y a la hora de conformar una selección, quien esté mejor, ese es elegido.

Hablo para todos los deportes. Si está en otro país no se le puede negar ese derecho. Se dieron unos pasos de avance con el fútbol, el balonmano, el voleibol. Muchos quieren, pero si les cerramos las puertas perdemos nosotros mismos poniéndonos contra la pared.

Se lo dice además el primer atleta cubano que salió a jugar profesional y pueden buscarlo en la estadística, si la tiene el INDER. Después de mí, se abrió una brecha y ha seguido. Eso hay que hacerlo porque es la única manera de tener un poco más de desarrollo. Solamente entrenando dentro de Cuba, todo el mundo conoce y se sabe la deficiencia. Cuando te enfrentas a otras características, otro medio y jugadores, es otra cosa. A quien en realidad ama su bandera y a su país, pues que se le dé la posibilidad.

¿Cómo son las relaciones con Cuba en todos los sentidos?

He estado en Cuba y sin ningún problema. Soy una gente compartidora. Me llevo con todo el mundo y soy muy respetuoso. No voy a perder la sencillez, pues así es cómo he sido y me ha educado mi familia: mi padre, que en paz descanse, y mi mamá, que todavía vive en Cuba; mis hermanos y mis hijos de allá. Cuando voy disfruto a mi familia. Realmente no se me cuestiona más nada ni yo entro en ningún tipo de tema. Cada cual tiene el derecho a ser su vida en donde le plazca.  

Aporto todo lo que quieran. Estoy aportando porque tengo alrededor de veinte o veinticinco entrenadores cubanos. Han venido atletas de Cuba a hacer base de entrenamientos de lucha, de atletismo, de ciclismo. En la forma de dirigir yo aquí tengo una responsabilidad que tengo que asumirla. Ya pasó una época y allá viven nuevas generaciones y pueden sacar el deporte cubano adelante.

¿Con qué mentalidad afronta la vida?

Hay que seguir adelante. Uno nunca puede troncharse por algo que la naturaleza le ha dado. Yo jamás pensé en mi vida llegar hasta donde llegué. Nunca me puse una barrera. La barrera es el infinito. No me arrepiento de nada y sigo adelante. Siempre trato de actualizarme, buscar cómo superarme, leo mucho y aprendo de todos, desde el niño más chiquito al más joven, el más viejo y el más capacitado. Tengo las puertas abiertas para quien quiera una ayuda o pedir un favor.  

¿ Raúl Duboy es un hombre realizado?

La felicidad completa no existe, pero sí, me siento contento de todo lo que he logrado, de lo que estoy haciendo y quiero poder seguir aportando mientras Dios quiera. He llegado hasta donde he llegado gracias a la ayuda de mucha gente, como mi familia, mis hijos, mis amistades. Soy una persona bastante afortunada.

Siempre fui fan a la afición. A los que me criticaron, cada cual tiene su ídolo. A todos les deseo mucha salud, como al gremio deportivo, porque he tenido la dicha de llevarme con muchos amigos atletas. A todos los que me siguieron y a mis compañeros del básquet, les deseo que se cuiden.

Muchos abrazos y esperemos que todo salga como Dios quiere y que esta pandemia se acabe para que las familias se puedan unir y seguir viéndonos.

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Imagen cortesía de Collage

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