Con apenas 17 años, Abrahan Alfonso debutó en la Liga Mundial de Voleibol, torneo en el que cualquier jugador de este deporte quisiera estar. Sin embargo, lo que parecía prometer una larga carrera en el equipo nacional, terminó de un golpe, tras verse envuelto en un escándalo judicial.
Junto a otros voleibolistas de la selección nacional de la isla, Alfonso pensó que su carrera terminaría en ese preciso instante y, al regresar a Cuba, el trato con él no fue del todo transparente.
«Estuve retenido en Finlandia casi año, fue difícil dejar de hacer lo que me gustaba, llegué a pensar que no iba a volver a jugar voleibol. Después de los sucesos de Finlandia regresé a Cuba y fui a entregar el pasaporte. Recuerdo que, junto a Luis Sosa, tuvimos una reunión con Ariel Sainz y nos dijo que estuviéramos tranquilos, el tiempo iba a pasar, que empezáramos a entrenar para la Liga Nacional y si teníamos el nivel íbamos a volver al equipo», recordó Alfonso.
«Nosotros empezamos a entrenar en la (Sala Polivalente) Ramón Fonst y a los dos meses dijeron que no podíamos entrenar más allí. Comenzaron a cerrarnos todas las puertas, no pudimos entrenar en ningún lugar de La Habana, ni en el Fajardo, ni la Fonst, en ningún lado. Donde único pudimos entrenar fue en el (Círculo Social Gerardo Abreu) Fontán, y estuvimos varios meses mediante la intermediación del “Zurdo”, el entrenador de allí».
Luego de algún tiempo en búsqueda de la forma deportiva óptima, Abrahan Alfonso pudo salir de Cuba y continuó su camino en el voleibol tras incursionar en algunas ligas extranjeras, donde ha podido mostrar su nivel y darle una vida mejor a su familia.
«Soy feliz con la vida que llevo, tengo mis libertades, me siento bastante bien, en el tiempo libre vengo a Cuba y la paso con mi abuela, vamos a Varadero, a los cayos y trato que mi familia tengo un mejor nivel de vida».
¿Cómo fue tu infancia?
Soy de Lawton, un barrio de La Habana. De muchacho era intranquilo, con los niños del barrio salíamos y sobre todo tumbábamos muchos mangos, cosas de muchachos cubanos. Siempre fui travieso, me gustaba jugar pelota, pero desde casa me inculcaron el voleibol, también practiqué karate.
Tu papá fue un gran voleibolista, ¿se puede decir que por él empezó a gustarte este deporte?
Sí, en realidad el bichito del Voleibol empieza con mis padres, porque en realidad no tenía tanto interés en ese deporte, siempre tuve una pelota de voleibol desde los 3-4 años, pero me gustaba mucho más el béisbol.
Comencé a practicar voleibol en el complejo Rafael Conte, ahí mismo en Lawton, era a unas calles de mi casa y recuerdo que la primera entrenadora fue la profe Isis, con ella estuve hasta que entré a la EIDE.
¿En ese momento jugabas solo por diversión, o pensaste que podías tener algún futuro ahí?
Lo veía como una diversión. Después, cuando fui creciendo y me llamaron para equipo pioneril de La Habana categoría 11 y 12, lo asumí un poco más serio.
Luego entré a la EIDE y había más rigor, te obligan a esforzarte, aunque no pasé tanto trabajo con eso, sino con la adaptación, como mi mamá falleció cuando era chiquito y mi papá siempre estaba viajando, me crie con mi abuela.
Ella fue la que siempre estaba allí conmigo, iba a las reuniones de la escuela… Mis triunfos llevan su nombre, siendo sincero, no quería estar en la EIDE, pero me dijeron que si quería ser grande debía adaptarme y poco a poco fui entrando en caja como se dice.
Cuando uno es joven o adolescente siempre tiene un espejo a seguir, ¿tenías algún referente en el voleibol?
Mi jugador favorito siempre ha sido Osmany Juantorena, cuando era niño jugaba con el número 5 que utilizaba él, siempre fue un ejemplo para mí y más que en ese tiempo cuando lo conocí era flaco como yo.
Como tal no me ha tocado enfrentarlo, pero sí he entrenado con él, nos conocemos porque en el “Cerro Pelado” él iba a entrenar y nos aconsejaba mucho.
¿Siempre has sido atacador-receptor o has jugado otra posición?
En realidad, primero fui atacador-receptor, después fui un año opuesto, otro año fui pasador y jugué como tres meses de central, pero la posición que siempre me gustó fue de auxiliar, digamos que tiene mucha participación en el juego y es muy completo.
En tu caso, como atacador-receptor siempre tuviste la virtud de pegarle bien por la diagonal, ¿le dedicabas más tiempo en los entrenamientos, o era algo que salía natural?
Sinceramente, es una cosa que me sale natural, hasta el sol de hoy también lo hago. La gente se pregunta cómo es posible que con doble bloqueo avisado yo sea capaz de atacar por ahí. Es una cosa que me sale natural, no sé, los entrenadores me dicen que corto bien la pelota, que tengo muy buena coordinación en los pies.
El hecho que tengas esa virtud hace que los rivales te estudien más, ¿te preparas para eso?
Sí, yo sé que los rivales me estudian, pero les cuesta bloquearme, no ataco a lo loco para allí, sino que domino mucho esa zona del campo y veo bien los espacios para colocarme, también es porque juego con un pase bastante rápido que es difícil colocarse a los bloqueadores.
¿Cómo llegas a la Escuela Nacional de Voleibol?, ¿cómo fue ver allí a los mejores jugadores del país?
En la categoría juvenil, cuando estaba en décimo grado, ganamos el torneo con el equipo de La Habana, no se me olvida porque fui el MVP y el mejor atacador. Al otro año me llaman para la Escuela Nacional e integro el equipo categoría cadetes.
Llegar a los cadetes fue bueno porque prácticamente todos nos conocíamos, nos veíamos desde los escolares, el problema fue cuando llegamos ahí, que veíamos a las 9.30 de la mañana a (Wilfredo) León, Fernando (Hernández), (Robertlandy) Simón, (Rolando) Cepeda, (Yoandry) Leal y decíamos ¿qué hacemos aquí?
Después de un año en las categorías menores, fui a un torneo NORCECA y al otro año me subieron para el equipo nacional directo. Debuté con 17 años en la Liga Mundial de 2013.
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¿Cómo era tu día a día en la Escuela Nacional?
No tenía hospedaje porque al ser de La Habana esa capacidad se dejaba para los atletas de provincia, por lo que mi día a día comenzaba desde la casa.
Me levantaba bien temprano y tenía que coger dos taxis por la calle para poder llegar. Una vez allí, entrenábamos bien temprano, después almorzábamos y dormíamos un rato, porque por la tarde había que seguir entrenando.
¿Tenías allí todas las condiciones necesarias para desarrollarte como atleta?
Ahora que conozco un poco más y soy jugador profesional, te digo que todas las condiciones no estaban y había un momento que te estancabas, faltaba una máquina de saque, faltaba roce con la gente, y entonces era un momento que llegabas a un nivel y para subir era difícil.
En la escuela tuve buenos entrenadores como Jesús Cruz, Rodolfo Sánchez y Orlando Samuels, este último uno de los mejores entrenadores que ha dado el país.
Entre los entrenadores que me mencionas está Orlando Samuels, uno de los más emblemáticos del voleibol cubano, ¿cómo fue tu relación con él?, ¿qué te aportó?
Con Samuels nunca tuve un problema. Me ayudó mucho, era un entrenador que insistía en la técnica, te puedo decir que con él llegué alcanzar mi mayor altura: 3.58 con 18 años.
Como jugador del equipo nacional tenías cierto prestigio, ¿cuánto cobrabas en ese momento?
Cuando estaba en el equipo nacional categoría cadetes cobraba 200 pesos cubanos, después en el equipo de mayores cambiaron los precios y llegué a cobrar 950 pesos, pero sinceramente con eso no daba para nada, ni aportaba nada en mi casa, ese dinero lo gastaba yo en taxi de mi casa a Boyeros porque a esa hora de la mañana no se podía coger una guagua (autobús).
¿ Cómo te sostenías entonces ?
En ese momento mis padres me ayudaban un poco y lo otro que hacía era vender los módulos de uniforme que nos daban en el Cerro Pelado y cuando viajábamos vendíamos tabacos y hacíamos otras cosas.
¿Cómo era viajar con la selección nacional?
Me sentía realizado, era un orgullo para mí. Eso sí, mi generación era un poco loca, perdíamos juegos y salíamos a la calle a conocer el lugar y divertirnos. Mi recuerdo más bonito lo tengo cuando debuté en la Liga Mundial de 2013 que fui a jugar la primera fase en Italia, las personas me pedían fotos y yo no me lo creía. Ese torneo es un espectáculo, un evento que todos quieren jugar.
¿Bajo el amparo de la Federación Cubana de Voleibol te llegó la oportunidad de salir de contrato, o alguien se acercó a ti ofreciéndote un contrato de forma independente?.
Estando en el equipo nacional me llegó contrato por fuera, pero no podía firmar porque no sabía si me iban a dejar. En Cuba estaba empezando ese proceso aún. Por la vía de la Federación también me llegó uno para Argentina que ya había firmado incluso, pero por los sucesos de Finlandia no se pudo concretar.
¿Qué pasó realmente tras los llamados sucesos de Finlandia?
Estuve retenido en Finlandia casi año, fue muy difícil dejar de hacer lo que me gustaba, llegué a pensar que no iba a poder jugar voleibol más nunca.
Después de eso regresé a Cuba y fui a entregar el pasaporte, recuerdo que junto a Luis Sosa tuvimos una reunión con Ariel Sainz y nos dijo que estuviéramos tranquilos, que el tiempo iba a pasar, que empezáramos a entrenar para la Liga Nacional y si teníamos el nivel íbamos a volver al equipo.
Nosotros empezamos a entrenar en la (Sala polivalente) Ramón Fonst y a los dos meses dijeron que no podíamos entrenar más allí. Comenzaron a cerrarnos todas las puertas, no pudimos entrenar en ningún lugar de La Habana, ni en el Fajardo, ni la Fonst, en ningún lado. Donde único pudimos entrenar fue en el (Círculo Social Gerardo Abreu) Fontán, y estuvimos varios meses mediante la intermediación del «Zurdo», el entrenador de allí
La explicación que me dieron era que tenía una sanción por tiempo indefinido por la Federación Internacional, entonces a nadie le preocupó, nadie se interesó y así se quedó.
¿Cuánto te afectó esa sanción?
A nivel deportivo fue difícil, porque no podíamos entrar a Europa y los clubes grandes no se fiaban de nosotros y no nos querían, teníamos pocas opciones.
Teníamos la opción de Turquía, que fue a donde fui, o América, que, aunque las ligas tienen buen nivel económicamente no pagan igual, la otra opción era Asia que, aunque el salario es bueno, el nivel no es el mismo.
Tras varios meses entrenando en Cuba pudiste salir, ¿cómo fue volver a jugar voleibol?
Yo tenía un manager que era brasileño y me llevó a entrenar al equipo Sada Cruzeiro para entrar en forma, me llegó una oferta de la base de dicho equipo que iba a jugar la Serie B y cuando pidieron mi transfer, la Federación Cubana pidió 15 mil dólares.
Ese equipo era de jugadores jóvenes de Brasil, de 19 o 20 años por lo que no pagaron el transfer, así que no pude jugar. Fue un golpe muy fuerte porque yo quería probarme y competir.
Volver a las canchas fue muy difícil, primero pensaba en la gente, en mi alrededor, el ambiente. Me sentía inseguro porque no es lo mismo entrenar que jugar, pero las cosas fueron bastante bien.
¿Qué diferencias había entre el voleibol profesional y el de Cuba?
La diferencia fue brutal, en Cuba los entrenadores te caen arriba, te obligan hacer pesas, pero internacionalmente no es así, el entrenador te da tu plan de entrenamiento, pero tú eres el responsable de tu desarrollo, tú sabes tus deficiencias y en ellas debes trabajar.
Como se dice a lo cubano, allá los entrenadores no están arriba de ti, pero si en el juego las cosas no las haces bien es tu responsabilidad y sabes lo que eso conlleva, te pueden votar porque te pagan para eso.
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¿Cómo fue adaptarte a un país distinto al tuyo?
El primer año fue en Brasil, allí se hablaba portugués, pero no me fue difícil. Cuando fui para Turquía resultó más complejo y en la ciudad donde estaba no se hablaba Inglés, solo turco. En la calle no podía hablar prácticamente con las personas porque no entendía nada, los compañeros de equipo y el entrenador si hablaban Inglés y aunque estuve dos años para aprender el idioma pude adaptarme.
En el tiempo libre salía a divertirme a las fiestas, iba a la piscina de los hoteles, a los saunas y masajes para relajarnos, un ambiente muy bonito.
Tras varias temporadas en Turquía llegas a Italia y jugaste en la Serie B, ¿cómo se da esa oportunidad?
En Turquía tuve muy buenos resultados y el club contactó con mi mánager e hicieron una oferta. Aún tenía la prohibición de entrar a Europa, pero años atrás había apelado con mi abogado y me quitaron la sanción. En Italia me fue bastante bien, la gente se relaciona más y a nivel competitivo fue muy superior esta experiencia.
Me fue bastante bien en la Segunda División italiana este último año sobre todo porque era mi segundo año, teníamos un buen equipo, las cosas salieron bien y al final ganamos la Copa y la Supercopa y fui el MVP en el último torneo.
Tras varios años en Italia firmaste un nuevo contrato
Este año firmé un contrato en Kuwait, me hicieron una buena oferta y me pareció bueno, así que este año voy para allá y será una nueva experiencia.
El contrato es por una temporada y eso me posibilita muchas cosas, hasta ahora he firmado todos mis contratos por un año siempre, porque que así me siento mejor. Me desempeño, llego por un precio y después si me quieres, hablamos de otro precio.
¿Cuánto te cambió la vida el convertirte en un jugador profesional?
Por completo, ahora dependo de mí, de lo que hago en la temporada. En aquel momento podía ser uno de los mejores del mundo jugando por Cuba y no podía ir a Varadero o algún lugar con mi familia, porque no tenía de dónde sacar el dinero. En la actualidad se abrieron muchas puertas, pero en mi tiempo era difícil.
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¿Se puede decir que las generaciones de ahora están recogiendo el trabajo que pasaron las anteriores?
Sí, es verdad, las generaciones anteriores pasaron mucho trabajo y eran muy buenos grupos, no lo digo por mí, sino por los grandes jugadores que tenía Cuba, atletas que llegaron a ser subcampeones mundiales y ninguno llegó a tener contrato por la Federación.
En el equipo nacional sabíamos que estábamos allí fuera de lugar, porque si fuéramos una Federación normal estuvieran en el equipo nacional los mejores en ese tiempo, León, Leal, Simón y muchos otros, pero por mal trabajo de la Federación ellos no estaban y tuvimos que asumirlo.
Yo mismo no pude jugar ningún mundial juvenil o de cadetes porque estaba en el equipo nacional, pero así y todo dimos la cara e hicimos lo mejor posible.
Eso demostró que la escuela cubana tenía talento porque cumplíamos, pero no teníamos los resultados que podía haber tenido una Cuba con los jugadores que estaban sonando por el mundo entero. Estaba un Simón que era el mejor del mundo, bueno sigue siendo hasta hoy, estaba Juantorena, León, Fernando, Cepeda y muchos otros. Había que contar con Cuba.
Suele suceder a veces que el equipo cubano jugaba los primeros sets muy bien y después no podían mantener el nivel, ¿a qué se debía esto?
Eso le pasa a cualquier equipo, es un problema más de concentración que de desgaste físico. A veces nosotros ganábamos dos sets y pensamos que ganamos el juego y no es así. Es un problema psicológico, a los equipos hay que jugarle duro hasta el final.
¿Cuál ha sido la principal decepción de Abrahan Alfonso en el voleibol?
En mi vida en el deporte sinceramente la única que te puedo decir es no haber ido a los Juegos Olímpicos, aquí había costado mucho poder clasificar, quizás no éramos el mejor grupo, pero jugábamos bien y logramos el objetivo de llegar a Rio de Janeiro 2016. El haber dado ese paso y después no ir fue muy duro, pero hubo que aceptar las cosas.
Me hablabas de los Juegos Olímpicos, hace poco el equipo cubano se quedó a las puertas de la clasificación a este torneo
El equipo es bueno, son jugadores buenos y que tienen nombre a nivel mundial, es un equipo que juega bien. Tenían para clasificar sin ningún tipo de problema a París 2024, pero no sé, hay algo entre ellos que como equipo les falta. También se sufrió la ausencia de jugadores que estaban lesionados, pero ellos son de primer nivel y esperemos que para el próximo ciclo lo logren.
¿No sientes nostalgia de estar en el equipo?
Sinceramente no siento nostalgia de volver al equipo nacional, ya mi momento pasó, no se repetirá. Soy amigo de casi todos los miembros del equipo, los sigo porque es mi país, pero no es una ilusión que tenga regresar.
¿Eres feliz con la vida que llevas?
Si, ahora mismo estoy feliz de la vida que llevo, tengo mis libertades, hago las cosas que quiero y me siento bastante bien, en mis tiempos libres vengo a Cuba, me la paso con mi abuela, vamos a Varadero, a los cayos y trato que mi familia tenga un mejor nivel de vida.
Tengo entendido que eres amante de los perros
Tengo dos perros que me tienen al borde la locura, pero los quiero como si fueran mis hijos, se llaman Karim y Vinicius, soy amante de Real Madrid y les puse ese nombre después que ganaron la penúltima Champions League.
El jugador más difícil que enfrentaste
El alemán Georg Grozer es muy buen jugador y no había manera de pararlo, es una bestia y lo sigue siendo con los años, a veces el bloqueo podía hacer contacto con él, pero era muy difícil detenerlo.
Como jugador tiene un gran nivel, muchas personas pueden verlo por televisión, pero hay que verlo jugar en vivo, es un jugador fuerte físicamente, con una potencia grandísima, mucho salto y le pega a la pelota muy fuerte, uno de los mejores del mundo.
¿Tú mejor compañero de equipo?
Mi mejor compañero es Rolando Cepeda. Cuando llegué al equipo nacional me recibió muy bien y siempre tuvimos un buen vínculo. Fuera de las canchas todavía tenemos excelentes relaciones, nos vemos, salimos juntos yo soy el padrino de su niño, nos tratamos como familia.
¿Qué consejo le das a las nuevas generaciones de voleibolistas cubanos que se están formando en estos momentos?
Les doy un consejo que no apliqué porque cuando uno es joven piensa que se la sabe todas. Que entrenen en duro, no miren para al lado, no piensen en un mañana, que traten de hacer lo mejor que saben y se enfoquen en su voleibol, ya habrá tiempo para todo.
De pequeño sufriste la pérdida de tu mamá, qué mensaje le das sabiendo que debe estar mirando a Abrahan Alfonso desde arriba
Espero que mi mamá esté contenta de la persona que me he convertido, ya que he logrado mis objetivos y que al final no fue en vano el fuerzo de ella y de mi familia.
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