Es viernes, 7 de noviembre de 2014. En el Zócalo, Ciudad México, la delegación cubana se dirige a Veracruz, a unos 400 km al Este. Un fatigoso viaje de cinco horas los aguarda.

Antes, tendrán 120 minutos para ir de compras. A pesar de la fresca temperatura, Yaudel está visiblemente tenso, nervioso. En medio del tumulto, logra escabullirse. Se aleja de sus compañeros.

Entra en un negocio de ventas de celulares. Cauteloso, observa a su alrededor para cerciorarse de estar solo. Le pide al dueño del local un teléfono y hace una llamada. Da las coordenadas exactas de su ubicación y 20 minutos después, un auto pasa a recogerlo.

El auto era propiedad de William Levy, afamado actor de origen cubano radicado hace años en México y Estados Unidos.

El abandono de Yaudel Lahera del equipo cubano de fútbol sub-21 durante los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014 es, probablemente, uno de las más hollywoodescos en la historia del movimiento deportivo cubano.

El novel delantero, que por aquel entonces tenía 23 años, al descender por la escalerilla del avión en Ciudad México, ya tenía su huida planificada.

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Han pasado ocho años. Lahera pudo regresar a La Habana. Las mismas calles derruidas que alguna vez lo refugiaron, hoy mantienen su color ocre con matices sepia. Su familia lo recibe en el mismo aeropuerto donde lo despidieron en el pasado.

“El encuentro con la familia fue bastante emotivo” -comenta-. “Fueron ocho años y medio para verlos, darle un abrazo a mi mamá y a mis seres queridos. Llegué con mi esposa, y fue un encuentro demasiado bonito; algo deseado desde el primer día que salí de Cuba. Espero poder regresar pronto”.

¿Cómo enfrentó tu familia la decisión de emigrar?

De la mejor manera, pero obviamente, tristes. Eran 8 años sin poder verme, lejos. Pero era mi futuro. Aceptaron mi decisión. Me apoyaron en todo, de principio a fin. Sí, se sufrió, pero siempre estuvieron con la frente en alto, apoyándome en todo.

¿Cuándo tomaste esa decisión? ¿Hubo algún detonante en específico o lo tenías decidido desde antes?

No, no hubo nada. Obviamente, lo planifiqué desde que salí de Cuba. Era lo mejor para mí. Eso fue sencillo.

Me puse en contacto con las personas que andaban con William Levy. Me atendió de la mejor manera. Me dio todo el apoyo. Ahí decidí abandonar. Fue bien complicado en mi carrera. Pero era lo que quería: probarme en otro fútbol.

Ya en México fui a la casa donde me esperaban. Fue rápido, pero estaba muy nervioso.

Ante la interrogante de si le gustaría volver a vestir la camiseta de Cuba, Lahera deja el balón en el tejado de los Federativos. “Sí, siempre fue un sueño jugar por Cuba”, esgrime.

“Yo lo logré desde muy temprana edad. Pero es bonito jugar donde empezaste y diste tus primeros pasos. Eso no depende de mí. Hay muchas cosas que cambiar allá. Y los años pasan. Tampoco voy a quitarle el puesto a un muchachito que viene jugando bien. Deben pasar muchas cosas para ese reencuentro”, sentencia.

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A William no lo conocía en persona, explica Yaudel. El nexo viene por el mánager del reconocido actor, quien en Cuba fue el primer entrenador de Lahera.

“Él habló con William. Le contó mi decisión y me apoyó. (Levy) Le dijo que contara con su apoyo en todos los sentidos. Su casa, auto, comida… todo. A las dos semanas de yo estar en México, él vino a conocerme en persona”, rememora.

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¿Cómo fue tu adaptación a tu nuevo destino?

Todo fue rápido. También por eso, por todo lo que me brindó William, por todo lo que me ofreció, el apoyo… como una familia, un hermano.

Fue difícil estar lejos, pero también fue tranquilo. Hice muchas amistades rápido. Varios cubanos me apoyaron, y aún lo hacen. La verdad, tuve suerte. Nunca me faltó nada.

Durante seis meses estuviste a prueba en uno de los clubes más emblemáticos de México: el América, ¿cómo se dio esta oportunidad? ¿Cómo es entrenar en este equipo?

La posibilidad viene por la vía de William Levy. Él habló con Emilio Escarra, el dueño del club, para que me hiciera pruebas. Se dio todo rápido. Me aceptaron y estuve entrenando con el equipo más grande que tiene México.

Una bendición entrenar ahí esos seis meses. Se cuenta fácil, pero, como te dije, siempre me apoyaron muchas personas. Gracias a ellos di esos primeros pasos.

Es una bendición entrenar con el América. En todos los aspectos… venir de Cuba, donde el futbol es amateur, con todas las carencias que hay.

Llegar a un primer mundo donde el futbol es totalmente diferente por cómo tratan al jugador, por las canchas, por la manera de entrenar, el vestuario. Fui de menos a más.

¿Crees que ser cubano ha afectado o frenado tus posibilidades de firma con clubes de primer nivel en la región?

Nosotros siempre vamos a cargar con esa cruz. Eso de que «si eres cubano, no sabes fútbol». Siempre debes demostrar un poco más que los demás. Yo soy un afortunado de haber jugado en México, de haber entrenado allí y luego ir a Honduras y brillar.

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Nacido y criado en Alamar, Lahera recuerda sus primeros toques al balón siendo aún muy pequeño. “Éramos muy humildes. Mi mamá era ama de casa y mi papá marinero. Mi hermano también era deportista. Luego estudió medicina”, detalla. “Se extraña mucho el barrio. Ahí se viven cosas que te marcan para toda la vida”, confiesa.

¿Cómo fueron tus inicios en el fútbol?

Comencé en la primaria. Pasó un profesor de Educación Física y me apunté. Integré el equipo de Habana del Este en las provinciales. Ahí empecé a jugar más serio, en la Ciudad Deportiva. Fui campeón en los provinciales categoría 9-10 años.

Tenía ocho años cuando empecé. Ahí experimenté el deporte. Escalé escalar poco a poco.

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¿Qué dificultades sorteaste para llegar al primer nivel?

En Cuba el fútbol es complicado. Comencé en el 9-10 y fui subiendo de categoría, destacándome. Luego llegué a la sub-17 de la selección nacional. Participé en premundiales de la categoría. Hice el equipo sub-20, sub-23… Y ya con la sub-20, fui convocado a la selección de mayores.

¿Cómo era cuando jugabas en el Nacional de fútbol y en tu etapa con la selección nacional?

Era muy difícil ir a entrenar. Muchas veces no teníamos dinero para ir. Era complicado comprar los zapatos, todo lo que uno usa. Gracias a Dios, integré una selección sub-17. Ahí daban de servicios, en comparación con los demás. Fue bien difícil el transcurso para llegar a la selección mayor.

Con 19 años debutas con la selección nacional, ¿qué recuerdas de ese momento? ¿Quiénes integraban el plantel?

Era el sueño que tenía de niño. Había grandes jugadores como Alain Cervantes, (Jorge Luis) Clavelo, Félix Molina, Jaime Colomé, Marcel Hernández, Roberto Linares. Muchos jugadores. Yo era el más pequeño. Fue una bendición. Uno los veía por la televisión. Debutar junto a ellos fue algo bien bonito.

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En tu paso por la selección, hay dos momentos que seguramente te marcaron: la exclusión del equipo Cuba de los Panamericanos de Guadalajara por sanción y de la Copa Oro de 2013, ¿Cuánto afectó esta decisión a Lahera? ¿Por qué no te convocaron?

Fue un golpe muy duro. Tenía la ilusión de estar en ese torneo. Hubiera sido algo bonito para mí. Unas semanas antes, me sancionaron por no ir a un partido de la Liga Nacional.

Yo estaba justificado. No fui por lesión, tras llegar de la Copa Oro de 2011. Fue uno de los momentos más duros en lo personal. Me dolió ver a mi equipo jugar sin mí. Me afectó.

En cuanto a la Copa Oro de 2013, fue algo bien extraño. Estaba entrenando con la preselección. Dieron la lista de los convocados. No estábamos Marcel Hernández, ni yo.

Supuestamente, éramos no confiables. Dijeron que, en lo personal, yo había cambiado mi manera de ver pensar. Otro golpe más.

Era mi segunda Copa Oro. Ya había ido a la anterior con 19 años. No lo entendí nunca.

Un año después de la Copa Oro, llaman a Lahera para los Centroamericanos de Veracruz 2014, ¿qué significa hoy para ti este evento?

Llega la oportunidad de jugar los Centroamericanos. Estaba la posibilidad de llevar tres refuerzos al equipo; tres jugadores del equipo de mayores.

Gracias al buen torneo que había hecho en Cuba, me eligieron. Era un evento muy importante en mi carrera. Quería destacarme. Tenía esa espinita de no ir al Panamericano.

Todo se dio para tomar la decisión de probarme en otro fútbol. Fue muy difícil. No pude jugar el torneo. Tomé la decisión de irme antes del debut.

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Yaudel Lahera entra con el pie derecho en el mundo del fútbol profesional en la región. Entrena seis meses con el América. Luego pasa al Cimarrón de Hermosillo, equipo de la División de Ascenso de la liga mexicana. Con ellos tuvo su debut. Recuerda con evidente nostalgia esa etapa, la ciudad también.

“Uno estaba nulo”, esboza. “Aislado del mundo real del futbol. Desgraciadamente, en Cuba no tenemos esa oportunidad de ver más allá: cómo entrenar, cómo cuidarse fuera de cancha, la alimentación, el trabajo en el gimnasio. Son cosas extras que se hacen cuando eres profesional. Y sí, crecí demasiado dentro y fuera de cancha”, continúa.

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Pasas de México a Honduras, donde te has establecido hace ya varios años, ¿por qué Honduras?

En Honduras llevo alrededor de cinco años. Es un país que me acogió bien, donde me valoraron demasiado. Estoy bien agradecido. Tras mi último torneo en Guadalajara, cuando jugaba con el Tepa, salió la posibilidad de llegar a Marathon, un equipo grande. Quería cambiar de aires, probarme en un equipo de primera división.

Mi día a día allá en Honduras es tranquilo. Entreno, luego unas tres o cuatro veces a la semana voy al gimnasio. Y nada, en familia… con mi hijo y mi esposa en la casa tranquilo.

No soy de salir mucho en Honduras porque ya sabemos que es peligroso. Pero estoy más feliz en la casa.

Poco se conoce en Cuba del fútbol hondureño, ¿cómo es el nivel?

Es físico, con muy buenos jugadores, muy buena calidad, pero muy físico. Es un futbol bueno y profesional. Uno de los mejores, para no decir el mejor, porque también está Costa Rica. Estoy muy bien ahí. El nivel competitivo es alto.

Sobre su paso por el Marathon, Yaudel recuerda que llevaban nueve años sin ganar un título cuando llegó. En su primera temporada avanzaron hasta las semifinales y en la siguiente campaña, alzaron el título.

“Fue una locura. Y fui afortunado de estar ahí, ser parte de ese triunfo”, refiere.

Fue el equipo me dio a conocer allá en Honduras. Un club grande, donde si haces las cosas bien, obviamente el país te reconoce. Pero fue una etapa bien bonita allá. En Victoria llevo dos años. Han sido altas y bajas. Tuve una lesión y ahora estoy con otra.

Pero en la parte individual, he hecho buenos torneos. Victoria me ha ofrecido, me ha querido, me ha agarrado de la mejor manera. Siempre voy a estar muy agradecido. Estoy tranquilo. Todo bien en el país, gracias a Dios.

¿Has cumplido los sueños que tenías al emigrar? ¿Cuáles te faltarían por realizar?

Mi sueño era jugar. Y ya logré jugar profesional. Todo lo demás ha sido ganancia… ser campeón de Liga, campeón de Copa, sobresalir y probarme en otro fútbol. Yo con 19 años estaba en Cuba y ya había logrado todo lo que se puede lograr allá. Las metas mías siempre han sido probarme. Siempre hay que buscar más, mejorar más.

No me queda nada por dentro. Me probé. Sé que lo pude hacer. Todavía me falta un año para seguir dándole, seguir trabajando y esperando que se sigan cosechando más cosas.

¿Qué problemáticas le ves al fútbol cubano de la Isla?… ¿Qué crees que deba cambiar la Liga Nacional de Cuba y cuál es tu visión sobre el torneo?

Deben cambiar muchas cosas. Fuera del terreno, en primer lugar. Debe cambiar la mentalidad de los dirigentes, la manera de tratar al jugador, la manera en que se ve el fútbol hoy en día. Todo eso, para luego ir a la cancha.

Desgraciadamente, vamos lento. Había muchos países a los que, años atrás, nosotros le ganábamos… a Panamá, Costa Rica, Guatemala. Ya nos pasaron por el lado. Nos quedamos detenidos en el tiempo, de generaciones en generaciones. Es feo ver que tu país se quede allá abajo.

Espero que, en no tanto tiempo, cambie, por el bien del fútbol cubano y por esos muchachos que hoy en día están dando sus primeras patadas puedan llegar y lograr ese cambio. Ojalá algún día pueda pasar eso.

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